El pasado 20 de diciembre, la Comunidad de Estados Independientes (CEI) celebró una cumbre informal en Moscú con motivo del 20º aniversario de la organización que integra a la mayoría de las antiguas repúblicas soviéticas.
El 21 de diciembre de 1991, 11 ex repúblicas soviéticas firmaron el acuerdo sobre la creación de la CEI en la entonces capital de Kazajstán, Almaty.
Según los expertos, la desintegración pacífica de la URSS que puso fin a la Guerra Fría fue un éxito muy importante del siglo ХХ. En realidad, el proceso de secesión de las ex repúblicas soviéticas fue demasiado pacífico en comparación con la caída del Imperio Ruso, así que del Imperio Francés, Portugués u Otomano.
El historiador estadounidense, Stephen Kotkin, nombró “Armagedón evitado” a su obra sobre la Unión Soviética a finales de los 80 y a principios de los 90.
Durante las últimas dos décadas, en el espacio postsoviético se formaron nuevos Estados con nuevos sistemas políticos y económicos. Varios países de la CEI experimentaron en su propia carne crisis políticas, las llamadas “revoluciones de color”, guerras con sus vecinos que tuvieron consecuencias trágicas.
Los conflictos bélicos y económicos evidencian que ha surgido una nueva configuración en el espacio postsoviético en la que ninguno de los Estados mantiene una posición dominante.
La Comunidad de Estados Independientes (CEI) ocupa un 16,4 % del territorio mundial en el que vive un 4,4 % de la población del planeta. La CEI dispone de un 20% de reservas internacionales de petróleo, un 40% de gas natural, un 25% de carbón, un 10% de la producción de energía eléctrica, un 25% de las reservas mundiales de bosques, un 11% de los recursos acuáticos recuperables y un 13% de las tierras de cultivo.
El potencial es enorme. Pero durante los últimos años, las discrepancias y fórmulas de compromiso elaboradas por los países de la CEI les movieron a buscar otras formas de integración.
Se instituyó la Unión Rusia-Bielorrusia, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) conformada por siete países de la CEI (Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán), la Comunidad Económica Eurasiática y la Unión Aduanera integrada por Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.
Esta tendencia positiva marca el 20º aniversario de la CEI. “No existe una alternativa a la CEI como plataforma única para la cooperación de los Estados interesados en todos los ámbitos posibles. Les quiero asegurar que la Federación Rusa no cambiará de postura”, destacó el presidente ruso, Dmitri Medvédev.
Integración y modernización
Tres factores ejercen hoy por hoy la influencia decisiva en el espacio postsoviético: la crisis global con sus respectivas consecuencias; la Unión Eurasiática, un objetivo ambicioso que supone pasar al siguiente nivel de la integración, y la necesidad de la modernizción causada por las contradicciones entre las innovaciones tecnológicas y la superestructura obsoleta.
El intercambio comercial entre los países de la CEI se ha reducido un 38% a raíz de la crisis económica mundial.
Según Igor Shuválov, el viceprimer ministro ruso y presidente del Consejo Económico de la CEI, un 80% del potencial económico infrautilizado de la CEI y los nuevos procesos integracionistas ofrecen la posibilidad de superar la crisis en breve.
No por casualidad, a partir del segundo semestre de 2009, crecen la mayoría de los indicadores macroeconómicos en los países de la CEI más desarrollados, así como aumenta la demanda de inversiones y de consumo.
La crisis asimismo puso en evidencia que los países de la CEI deben modernizar su economía y pasar a un modelo de desarrollo innovador, si no quieren que se profundice el abismo existente entre estos y las grandes potencias económicas.
En comparación con 2009, el intercambio comercial entre los países miembros de la Unión Aduanera (Rusia, Bielorrusia y Kazajstán) creció en 2010 un 21% hasta alcanzar 88.400 millones de dólares. Se pronostica que en 2011, el comercio entre los tres Estados anunciados puede superar 110.000 millones de dólares.
La decisión de crear la Unión Económica Eurasiática (UEE) significará un nivel de integración aún más alto que la Unión Aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.
El Espacio Económico Único entre estos tres países representará un mercado de más de 165 millones de consumidores, levantará muchas barreras y dará a los ciudadanos de Rusia, Bielorrusia y Kazajstán la posibilidad de elegir el lugar de residencia y trabajo en el marco de la UEE.
Rusia ingresará en breve en la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que pondrá a prueba la resistencia de la UEE. ¿Qué será más importante para Rusia: la OMC o sus socios de la CEI? ¿Seguirá Moscú siendo fiel a Bielorrusia y Kazajstán que no se han adherido a la OMC todavía?
Es evidente que su ingreso acelerá la evolución hacia el mercado común. De lo contrario, Rusia se verá obligada a acordar muchas excepciones del reglamento de la UEE, lo que frenará la integración.
La experiencia de la Unión Europea debe tomarse en consideración
A pesar de que la creación de la Unión Económica Eurasiática constituye el objetivo prioritario de la política exterior de Rusia, hasta hoy en día no se han concretado los respectivos detalles en el ámbito político ni en el territorial.
¿Se asemejará la Unión Eurasiática a la Unión Europea en su primera fase de desarrollo, cuando se creó el mercado común? Es posible que los fundadores de la Unión Eurasiática persigan el objetivo de convertirla en algo parecido a la UE actual, o sea, una confederación de Estados con una moneda única, basada en unión fiscal.
Pero hoy en día, cualesquiera intentos de alcanzar un nivel tan alto de integración fracasarán y descreditarán la propia idea de creación de la UEE. Lo ponen en evidencia los problemas financieros que experimenta la UE.
Mientras tanto, la experiencia europea muestra que es posible reducir las tensiones en las relaciones bilaterales entre varios países de la CEI. En la segunda mitada del siglo ХХ, se logró romper el círculo vicioso en las relaciones entre varios paíes europeos al cambiar el vector general de desarrollo.
El movimiento “por una Europa unida”, por la creación de la federación europea, obligó a respetar los intereses de todos los países miembros, incluidos los ganadores y perdedores de la Segunda Guerra Mundial, ante todo, Alemania.
Un alto nivel de cooperación económica y humanitaria relegó a un segundo plano la imagen del enemigo y los conflictos anteriores.
La mayor parte de los ciudadanos de Rusia apoyan la nueva integración en la CEI. Según el sondeo de opinión publicado el pasado 15 de noviembre por el Centro nacional de estudios de la opinión pública (VTsIOM), un 48% de los encuestados se pronuncian por una nueva alianza en el espacio postsoviético.
Es curioso que otro sondeo realizado por la fundación “Opinión pública” en marzo de 2011 haya demostrado que un 56% de la población votaría hoy en día por restablecer la URSS, mientras que tan sólo un 22% votaría en contra.
Poco a poco la euforia con motivo del relevo de un “mal pasado” por un “buen futuro” se esfumó, cediendo lugar a la concientización de la necesidad de estudiar a fondo el modelo de la URSS.
En particular, se debe investigar el fenómeno de identificación de varias nacionalidades con la comunidad “superétnica”, soviética, de la fé en un futuro luminoso, del deseo de realizar una hazaña y de responsabilidad moral por todo lo que pasa.
Así las cosas, pasados 20 años tras la constitución de la CEI, la URSS se considera como una parte importante del pasado común que no tiene precedentes en la historia mundial.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
