Las mujeres toman la palabra: Podemos comprar el amor con dinero?

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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Pues aquí estaba yo, sumergida en un verdadero paraíso para los que van de compras, Hong Kong. Era la mañana de un día laboral, pero las colas para entrar en las boutiques de Cantón Road, unas de las principales arterias de la ciudad, eran de veinte metros de largo.

Pues aquí estaba yo, sumergida en un verdadero paraíso para los que van de compras, Hong Kong. Era la mañana de un día laboral, pero las colas para entrar en las boutiques de Cantón Road, unas de las principales arterias de la ciudad, eran de veinte metros de largo.

El panorama me recordó mi infancia en la Unión Soviética. Aunque en aquellos tiempos, los finales de los 1980 en la URSS y los principios de los 1990 en la Rusia postsoviética, cuando todavía hacíamos cola para comprar papel higiénico, ropa interior y alimentos básicos.

Los compradores modernos de Hong Kong (la mayoría eran chinos del territorio continental para hacer compras libres de impuestos) se congregaron en las tiendas para adquirir bolsos Louis Vuitton, relojes Chanel y Rolex, abrigos Burberry, pañuelos Hermès y otros artículos de lujo.

Los chinos que ahora son los mayores derrochadores del mundo (la segunda economía más grande del mundo cuenta con el mayor número de millonarios después de EEUU), me recordaron a mis compatriotas de hoy. Los rusos no tenemos fama de ahorrar dinero, nos gusta gastarlo, en tiendas, y lo más importante, demostrarlo. A lo mejor, es típico para todas las culturas con las economías emergentes: nos autoafirmamos a través de la adquisición de cosas valiosas (o creemos que lo son), esperando que éstas nos traen un estatuto y un lugar en el mundo que merecemos. Pero creo que no hay que hacer un drama por tal actitud, ya que es una “creencia” prevalente para todo el mundo. Gastamos fortunas para poseer una cosa material mientras que en realidad buscamos cosas intangibles como la seguridad de nosotros mismos, la felicidad y el amor.

Pues, cuando hacía la maleta empaquetando todo lo recién comprado y me preparaba para partir de Hong Kong a Moscú, me pregunté si me sentía más feliz y cuánto gracias a nuevos bolsos de marca, zapatos y gafas de sol. Me encantaba ir de compras en aquel país que visité por primera vez, encontrar y poder comprar cosas que me iban bien, según lo creía, y estaba contenta de que ello me costó en Hong Kong menos que en Moscú. ¿Pero si estaba feliz yo? Sí, porque uno de los artículos era regalo y esto, no la posesión misma, me hacía feliz.

En el libro publicado hace poco Objetos Brillantes: Por qué gastamos dinero que  no tenemos en búsqueda de la felicidad que no podemos comprar (Shiny Objects: Why We Spend Money We Don´t Have in Search of Happiness We Can´t Buy), el profesor de mercadotecnia de la Universidad Baylor James Roberts afirma que los humanos somos genéticamente predeterminados a consumir y acumular ya que tenemos un miedo inconsciente de los tiempos cuando la comida pueda ser inaccesible. ¿Pero si se puede aplicarlo al mundo desarrollado de hoy?

“Ahora, en la era de la abundancia, nos queda mucho para mañana. Pero seguimos haciendo provisiones y parece que jamás llenamos este vacío”, dice Roberts. Y acaso este consumismo crónico sin razón nos haga felices – justo al revés. Caemos en depresión ya que sopesamos lo que tenemos y lo que podemos permitirnos en comparación no sólo con los que nos rodean sino que con los más ricos del mundo. Y nunca lo tenemos suficiente.

No es que esté en contra de los gastos. Las mujeres adoramos las compras, y claro está que no soy ninguna excepción. Pero resulta que el dinero puede traernos cierta felicidad, si lo invertimos prudentemente. Investigadores de las universidades de Harvard y Virginia dijeron una frase elocuente “Si el dinero no te hace feliz, es posible que no lo gastes bien”.

Los científicos examinaron varios tipos de consumo y los niveles de satisfacción que obtenemos de cada uno de éstos. Revelaron que las compras más compulsivas y rápidas son las menos satisfactorias, mucho más disfrutamos si esperamos obtener una cosa bonita, tardamos tiempo en tomar la decisión y anticipamos el resultado. Tampoco son buenas las compras en Internet ya que los humanos somos criaturas sociales y salir para hacer compras es una de las actividades sociales que nos gusta a muchos de nosotros, incluso si se trata de ir de escaparates.

Pero ningún bolso Prada nuevo, coche ni hasta una casa aumentarían nuestra felicidad ya que nos acostumbramos muy rápido a estas cosas. Expertos calificaron este fenómeno de “adaptación hedonista”, el gozo de adquisiciones materiales se disipa rápido. Las inversiones en servicios y experiencias es un caso diferente, según revelan los estudios. Los servicios fomentan los vínculos sociales que son fundamentales para percibir la vida, mientras que las experiencias dejan impresiones más duraderas. Así que un buen plato en un restaurante, una clase de cocina tailandesa o las vacaciones podrían hacernos más felices a largo plazo que un bolso moderno que lució Jennifer López en la reciente foto de la revista People.

No obstante, científicos insisten en que hay otra cosa que pueda hacernos aún más contentos que un viaje safari a Kenia. Somos los más sociales de todos los seres vivos, sentimos más remunerados emocionalmente cuando invertimos en las relaciones. Así que comprar un regalo para alguien es mucho más agradable que hacer compras para sí mismo, donar dinero, sea caridad u otros casos, nos da más placer que gastarlo en cualquier cosa material (y se han realizado estudios cerebrales para probarlo).

Y estoy completamente de acuerdo con ello. La sensación de que voy a regalar algunos de los bienes que compré a mis familiares y amigos me hace realmente feliz.

*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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