Washington envía a Moscú a un nuevo promotor del “reinicio”

© RIA Novosti . Alexei Kudenko / Acceder al contenido multimediaMichael McFaul
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Recientemente, el presidente de Estados Unidos nombró embajador en Rusia a Michael McFaul.

Recientemente, el presidente de Estados Unidos nombró embajador en Rusia a Michael McFaul.

Todavía no le ha entregado las cartas credenciales al presidente ruso, pero esto no será más que mera formalidad dado que su candidatura ya fue aprobada por Barack Obama y Dmitri Medvédev en la Cumbre del G-8, celebrada en pasado mayo en la localidad francesa de Deauville.

Un Embajador especial

La Unión Soviética y, posteriormente, Rusia han visto pasar muchos embajadores estadounidenses, pero nunca uno tan especial. Es considerado uno de los principales expertos en Rusia, hay quienes creen incluso que es el mejor de todos, y es uno de los autores del ‘reinicio’ de las relaciones entre los dos países.

En cualquier caso, es el mejor especialista del equipo de Barack Obama en temas relacionados con Rusia, experto en estudios eslavos, conocedor de la lengua rusa y de los los matices de la política y de la vida contemporánea del país. Durante la campaña electoral de 2008 McFaul era el principal asesor de Obama en sus relaciones con Moscú. Más tarde ocupó el puesto de asesor especial en temas de seguridad nacional y director para relaciones con Rusia y la región euroasiática del Consejo de Seguridad Nacional.

Es autor de más de veinte libros y estudios monográficos sobre el desarrollo de las relaciones de Rusia con Occidente en general y con Estados Unidos en concreto, sobre los gobiernos de Mijaíl Gorbachov, Boris Yeltsin y Vladimir Putin, y también ha retratado la evolución y los deslices de la democracia rusa. Ha escrito un sinfín de artículos y ha protagonizado numerosas intervenciones en televisión. Estudió en la universidad estadounidense de Stanford, donde después ejerció como catedrático, y en la británica de Oxford. Es un diplomático con un talento académico, simpatizante de Rusia, amante de la literatura, historia y música del país.

Sin embargo, McFaul en su faceta de diplomático y en la de admirador de Rusia se desdobla en dos personas completamente diferentes. Los embajadores y diplomáticos de alto rango han de corresponder con las exigencias de su oficio y un buen ejemplo de ello es la antigua secretaria de Estado de EEUU en la Administración de George Bush hijo, Condoleezza Rice. Tenía un currículum casi idéntico al de McFaul: estudios eslavos en Stanford, admiración por la cultura y el arte de Rusia y puestos en el Consejo de Seguridad Nacional y de asesora para relaciones con Rusia. A pesar de todo esto las relaciones bilaterales se tensaron a más no poder con Rice.

La difícil tarea de reiniciar las relaciones

McFaul tendrá que trabajar con un nuevo presidente ruso y posiblemente durante el gobierno de un nuevo presidente de Estados Unidos, donde en próximo noviembre se celebran las elecciones. No parece que Obama tenga seria competencia por parte de los republicanos, pero tampoco habría que descartar del todo esta alternativa.

De todos modos, la llegada de McFaul no debería de ser motivo de especial alegría, dado que las posturas del Partido Demócrata y del Republicano respecto a Rusia tampoco discrepan demasiado. Incluso si en Estados Unidos hay un nuevo presidente, ello apenas repercutiría en las relaciones bilaterales. La actitud hacia Rusia está en consonancia con la idea del sistema de defensa antimisiles de Bush y de Obama: la esencia y los objetivos estratégicos son los mismos, sólo varían detalles y matices.

Bastará con el esfuerzo de McFaul para promover un nuevo “reinicio”?

Al respecto surgen algunas preguntas muy simples: ¿Sabrán y querrán las dos partes avanzar en las relaciones bilaterales o se seguirá andando con rodeos? ¿Bastará con el esfuerzo de Michael McFaul para promover un nuevo ‘reinicio’? Por supuesto, hasta noviembre no pasará nada: el año de elecciones presidenciales no es precisamente el mejor período para “entender y hacer caso a las preocupaciones de la otra parte” y mucho menos para reaccionar ante éstas.

Barack Obama ya se ha topado con acusaciones de debilidad y de traición a los intereses nacionales a favor de Rusia. En los comicios de este año la política exterior no tendrá demasiado peso, pero el actual presidente estadounidense no debería dejar escapar ningún voto. Sería ingenuo esperar que los embajadores puedan promover algún cambio fundamental en las relaciones entre los países, por muy evidente que sea la necesidad de cambiar de manera radical el carácter de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos.

Después de la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales de 2008 en las relaciones bilaterales hubo una primavera que, no obstante, nunca se ha convertido en verano. Rusia se siente engañada por haber sido persuadida de abstenerse en la votación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad sobre Libia en marzo de 2011. El documento había de sancionar tan sólo la suspensión de la circulación en el espacio aéreo sobre el país y la protección de la población civil. Los países occidentales, en cambio, llevaron a cabo una intervención militar a gran escala, apoyando al mismo tiempo a una de las partes contrincantes en una guerra civil. En estos momentos el guión a repite en caso de Siria y están aumentando las tensiones en torno a Irán.

De este modo, para finales del año pasado habíamos retrocedido casi hasta la situación de 2008, cuando tras la llegada al poder Obama empezó a deshacerse de la herencia de George Bush hijo. El estado de las cosas no es demasiado prometedor. Para darse cuenta de ello bastaría con releer la declaración de Dmitri Medvédev hecha en pasado noviembre, sobre todo en lo tocante al derecho de Moscú a abandonar el Tratado Start-3, desplegar nuevos misiles en Kaliningrado (su enclave en el mar Báltico) y renunciar al desarme y a la cooperación con la OTAN.

No se trata sólo del reinicio

Durante la ceremonia de toma de posesión de McFaul el público rebosaba entusiasmo por el desarrollo de las relaciones entre Moscú y Washington. El diario ‘New York Times’ escribió que el nombramiento a este cargo de un allegado del presidente Obama evidencia su determinación de “mantener las relaciones entre Rusia y Estados Unidos como una de las prioridades de su política exterior”. Por otra parte, parece totalmente natural este tipo de relaciones con una potencia nuclear.

McFaul fue enviado a Moscú precisamente en el momento en que Occidente espera con creciente preocupación el retorno al Kremlin de Vladimir Putin, al que se le sigue asociando al discurso de Múnich, pronunciado en 2007 en la Conferencia sobre Seguridad. Putin fue sincero acerca de la opinión de Moscú sobre la política aplicada por Estados Unidos y los países occidentales, sobre las implicaciones de un mundo unipolar y el lugar que le corresponde a Rusia.

Si el actual presidente del Gobierno ruso gana las elecciones del próximo marzo, al nuevo embajador de Estados Unidos le tocará cooperar con un Putin “poco flexible” y “con pretensiones imperiales”, según una imagen que él mismo ayudó a forjar antes de convertirse en el miembro del equipo de Obama.

En septiembre de 2007 McFaul publicó en el diario ‘Los Angeles Times’ un artículo en el que polemizaba con el discurso de Múnich de Putin. “Actualmente la integración con Occidente no forma ya parte de los objetivos de la política exterior de Rusia. La renovación de las patrullas con cazas, las maniobras conjuntas con otros países, las amenazas a los aliados de Estados Unidos, como por ejemplo Georgia, reflejan un cambio fundamental en la mentalidad de Kremlin respecto a la política global y representan amenaza potencial para la influencia de EEUU”, escribió entonces el nuevo embajador.

En una entrevista publicada recientemente con uno de los principales expertos estadounidenses en Rusia, el catedrático de la Universidad de Nueva York Stephen Cohen señalaba: “Nunca he oído a ningún político o periodista reconocer que Estados Unidos haya cometido fallos en sus relaciones con Rusia después de la desintegración de la URSS, pero es posible que el comportamiento de Rusia se deba a la ampliación de la OTAN. O a los bombardeos de Serbia. O a la guerra entre Rusia y Georgia, en la cual Georgia hasta cierto punto actuó en representación de EEUU. En vez de ponernos a pensar y reconsiderar nuestra política, seguimos diciendo ‘es que Rusia simplemente se comporta de la misma manera que lo hacía la Unión Soviética. No tenemos la culpa, Rusia la tiene”.

Todo parece indicar que McFaul no será suficiente para promover el nuevo “reinicio”.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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