Egipto, año uno: islamistas y militares en la encrucijada

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El 25 de enero de 2011, se inició en Egipto el levantamiento popular.

El 25 de enero de 2011, se inició en Egipto el levantamiento popular.

La revuelta finalizó con la renuncia del presidente del país Hosni Mubarak y el traspaso del poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, encabezado por el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi.

Tras la dimisión de Hosni Mubarak el 11 de febrero del año pasado, los militares egipcios abolieron la Constitución del país árabe, disolvieron el Parlamento y prometieron convocar nuevas elecciones parlamentarias y presidenciales en verano de 2012 para traspasar el poder a los civiles.

Hubo una revolución en Egipto?

Las actuales autoridades egipcias, que no son otras que los militares y el Gobierno formado por estos, califican de “gran revolución del pueblo egipcio” los acontecimientos del año pasado y han declarado fiesta nacional el día de 25 de enero en honor al inicio de la sublevación en el país.

En realidad, las manifestaciones de protesta en la plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, contra la pobreza y falta de respeto a las libertades se convirtieron en la lucha contra el régimen de Hosni Mubarak, que durante casi 30 años gobernó el país.

Tras la renuncia del último ‘faraón’ de Egipto, el poder no se entregó a los manifestantes sino a los altos cargos del Ejército, quedando el timón en manos de la junta militar encabezada por el ex ministro de Defensa y en la que hay partidarios y protegidos de Mubarak. De hecho, en Egipto no ha cambiado el régimen sino que solo se ha iniciado un proceso de democratización del país, que legalizó la existencia de la oposición política representada por varios movimientos islamistas, incluidos Hermanos Musulmanes, que habían sido declarados ilegales por el régimen de Hosni Mubarak.

Los militares cumplieron una de las promesas dadas al pueblo y Egipto inició un complejo proceso de elecciones parlamentarias. La votación se prolongó por varios meses y el trámite no ha finalizado todavía. Se ha elegido sólo la Asamblea Nacional, cámara baja del parlamento egipcio, donde los islamistas lograron la mayoría de los escaños. El partido islamista moderado Libertad y Justicia (ala política de Los Hermanos Musulmanes) reunió el 42,8% de los votos y el partido salafí Al Nur, que representa a los islamistas más radicales, reunió el 24,7%.

Los partidos izquierdistas y liberales de Egipto que existían legalmente durante la presidencia de Mubarak, reunieron en general un poco más de un 30% de los votos.

En breve, se formará el nuevo Parlamento que redactará la nueva Constitución y aprobará nuevas leyes que estipulen los poderes del presidente del país, el período de su gobierno y el mecanismo de las elecciones.

El nuevo presidente debe ser elegido hacia el próximo 30 de junio, pero nadie puede garantizar de que esto se lleve a cabo.

Egipto está al borde de la quiebra


La situación económica en Egipto es muy grave. El sector turístico perdió millones de turistas y miles de millones de dólares.

Según el primer ministro del país, Kamal Al Ganzuri, El Cairo no ha recibido la ayuda financiera que le prometió la comunidad internacional tras la caída del régimen de Hosni Mubarak. Los países del G-8 declararon sus intenciones de destinar a los países de la ‘primavera árabe’ 35.000 millones de dólares; y las monarquías de la Península Arábiga, 10.500 millones de dólares.

Además, durante el último año, las nuevas autoridades gastaron casi una mitad de las reservas de oro de Egipto, 16.000 millones de dólares ahorrados durante el régimen de Mubarak.

Las inversiones extranjeras se han reducido prácticamente a cero. Si esta situación sigue durante un año más, el colapso de la economía egipcia será inminente.

Islamistas o militares?

La situación en Egipto ahora es extraña. Los militares no pueden aplicar antiguos métodos del gobierno. Mientras tanto, los islamistas que ganaron las elecciones no están listos todavía para tomar las riendas del poder, porque no disponen de candidatos a la presidencia. Los militares entienden muy bien que cualquier “democracia no militar” pondrá fin a su gobierno. Además, Egipto ya no sería un Estado laico con la llegada de los islamistas al poder.

Las opciones de los militares son escasas. Pueden pactar una alianza con los islamistas, conservando en la futura Constitución el derecho a actuar independientemente en situaciones extraordinarias, como sucede en Turquía. Pueden abandonar la arena política o declarar inválidas las elecciones e ilegales a los partidos islamistas, como en Argelia hace 20 años. 

Esto último parece irrealizable en Egipto, porque en este Estado los islamistas gozan de apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Esto es explicable en un país donde una tercera parte de la población es analfabeta y vive bajo el umbral de la pobreza, y no fue el Gobierno sino los Hermanos Musulmanes los que prestaron ayuda financiera y médica a los más pobres.

Los islamistas egipcios son ilegales desde 1956 y han seguido en esa situación durante el gobierno de tres dictadores, Jamal Abdel Nasser, Anwar Sadat y Hosni Mubarak. Esto no hace sino aumentar su popularidad.

Ahora los islamistas tienen la oportunidad de tomarse la revancha, pero no tienen la experiencia de gobernar el país.

Además, los partidos islamistas no mantienen posturas afines. Los moderados entienden que para restablecer el país, con una población de más de 80 millones de habitantes, y conseguir su prosperidad, es necesario desarrollar el turismo y atraer inversiones extranjeras. Pero esto es imposible sin la cooperación económica y militar con Occidente y unas garantías de seguridad para los turistas.

Por otro lado, los radicales del partido Al Nur exigen implantar las leyes de la Sharia en Egipto y obligar a los turistas extranjeros a usar la vestimenta islámica. Los Hermanos Musulmanes se verán obligados a buscar fórmulas de compromiso entre las leyes laicas, la democracia y el islamismo, entre los intereses nacionales y su propia ideología.

Qué puesto ocupará Egipto en la política global?

Durante los últimos 60 años, las principales discrepancias entre los islamistas y los militares de Egipto consistían en sus relaciones con las superpotencias mundiales. Nasser apostó por la Unión Soviética, mientras que Sadat y Mubarak prefirieron desarrollar la cooperación con EEUU.

Durante el gobierno de Mubarak, El Cairo se convirtió en la principal plataforma para las negociaciones entre los árabes con Occidente.

Los islamistas exigían cancelar o revisar los acuerdos de paz que el entonces presidente de Egipto, Anwar Sadat, y el primer ministro israelí, Menajem Beguin, suscribieron en Camp David en 1978 con la mediación del presidente de EEUU, Jimmy Carter. En virtud de estos acuerdos, Israel abandonó la península del Sinaí por completo, desmanteló las colonias instaladas y devolvió la plena soberanía del mismo a Egipto, que no pudo mantener más sus fuerzas militares en la zona. A su vez, Egipto reconoció la existencia del Estado de Israel.

Los islamistas pasan por alto los intereses de Egipto. Según los documentos secretos anexos a los acuerdos de Camp David, EEUU se comprometió a destinar anualmente 3.500 millones de dólares a Israel y 1.500 millones de dólares a Egipto. Posteriormente, esta cantidad ascendió a 2.200 millones de dólares para El Cairo. Es el precio que paga Washington hasta la fecha por la paz entre Egipto e Israel. ¿Está dispuesto el Ejército egipcio a renunciar a este dinero?

El reciente ataque contra la embajada israelí en El Cairo y los ánimos antiestadounidenses en la plaza Tahrir provocan muchas preguntas no sólo en Israel sino también en EEUU y la Europa Occidental.

Estos países preferirían que los acontecimientos en Egipto se desarrollaran como en Turquía. Es decir, que los civiles ocuparan los cargos de presidente o de primer ministro pero en caso de una crisis política, los militares pudieran tomar la situación bajo su control. Veremos cómo serán las decisiones del nuevo parlamento de Egipto.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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