La ampliación de la Unión Europea trajo más problemas que ventajas

© RIA Novosti . Sergei KirkachArmando Pérez
Armando Pérez - Sputnik Mundo
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Transcurridos ocho años desde la mayor ampliación de la Unión Europea (EU), el 1 de mayo de 2004, el gran experimento comunitario afronta ahora uno de sus peores momentos con brotes cada vez más marcados de proteccionismo, nacionalismo, y mucho pesimismo por el futuro del euro, constatan expertos rusos.

Transcurridos ocho años desde la mayor ampliación de la Unión Europea (EU), el 1 de mayo de 2004,  el gran experimento comunitario afronta ahora uno de sus peores momentos con brotes cada vez más marcados de proteccionismo, nacionalismo, y mucho pesimismo por el futuro del euro, constatan expertos rusos.

Entonces, la UE anunció con bombos y platillos el ingreso de diez países, las islas de Chipre y Malta, y el plato fuerte representado en ocho países de la desaparecida órbita socialista, la república Checa, Eslovenia, Hungría, Polonia, Eslovaquia, y las tres repúblicas bálticas, Estonia, Lituania y Letonia, que hasta 1991 formaron parte de la Unión Soviética.

La admisión de los nuevos miembros tuvo un marcado significado político, porque supuso el triunfo indiscutible del capitalismo ante el socialismo y la confirmación de la vigencia de la democracia occidental ante el totalitarismo soviético. Y no obstante, tanto en Rusia como en el resto del mundo impera la impresión de que esa histórica ampliación ha causado más problemas que ventajas, no sólo para sus promotores, la “antigua Europa”, como también para los países beneficiados, también conocidos como la “nueva Europa”.

Al analizar la mayor ampliación de la UE en su historia, la prensa rusa destaca que para Bruselas el ingreso de Malta y Chipre, fue un proceso casi natural, en cambio la admisión de los ocho restantes supuso una carga considerable para Europa porque tuvo que asimilar de forma  inmediata una población de varias decenas de millones de habitantes, con bajo nivel de vida y gran cantidad de problemas políticos, sociales y económicos.

Actualmente, y sin excepción, el Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de todos los países admitidos en 2004 sigue siendo inferior a la media en la UE, y desde aquella fecha hasta el momento, los antiguos países socialistas siguen dependiendo de las dotaciones de la UE para su gestión administrativa y de gobierno.

El asunto es que para homologar su economía, la estructura de ayuda social, los sistemas políticos y legales a los estándares de la UE, fue necesario cambiar centenares de leyes, implantar un amplio espectro de programas cuya financiación se estima en decenas de miles de millones de euros.

Y no obstante, no se puede afirmar que los países influyentes de la UE (más que todo, Alemania y Francia) no recibieron nada en cambio. Empresas de estos países adquirieron mercados nuevos estables para sus productos y mano de obra barata para realizar sus planes de expansión. Los gobiernos europeos ampliaron su esfera de influencia política y en conjunto, aumentó la representatividad y peso específico del voto de Bruselas en las organizaciones mundiales.

Después del ingreso a la UE, siguió la asimilación de esos nuevos países a otras estructuras como la OTAN y a partir de ese momento, los países de la “nueva Europa” quedaron enganchados de forma definitiva a la locomotora europea.

Al llegar a este punto, algunos expertos rusos destacan que ese enganche resultó muy costoso porque independientemente al ingreso a la UE y la OTAN, de todas maneras las empresa y los bancos europeos afianzaron sus posiciones en esos países, y al fin de cuentas, no valió la pena semejante gasto.

Para las repúblicas bálticas, Polonia y el resto de los países, el ingreso a la UE fue una ruptura con el pasado totalitarista y comunista recordado con vergüenza, y en adelante sentirse orgullosos de ser miembros de un club de élite donde llueven las inversiones extranjeras, las innovaciones tecnológicas, modelos de gestión modernos y competitivos.

A cambio, los gobiernos de los nuevos países miembros debieron transferir una parte considerable de sus atribuciones a Bruselas. Todos los pasos importantes de gestión interior y política exterior automáticamente quedaron supeditados a la voluntad  “en consenso” de la UE, llegando al extremo que los euro-burócratas reglamentaban el tipo de las bombillas que se debían utilizar en el alumbrado público.

Una situación paradójica, pues si antes los polacos, checos y húngaros deploraban que todo lo decidía la URSS, ahora la UE resuelve todos sus asuntos, con tanta o más intransigencia que el que entonces demostró Moscú.

Es evidente que los nuevos países europeos han perdido su soberanía y tal vez eso explique las recientes manifestaciones de malestar de parte de la población sobre todo de los euro-escépticos que se preguntan para qué lucharon a finales de los años 80 para desmantelar el socialismo.

Aunque no han llegado a los extremos en que se vio Grecia, cuyo gobierno prácticamente perdió el control soberano de su gestión como pago a la ayuda financiera de la UE para superar su crisis ocasionada por la deuda.

Al respecto, los observadores alertan sobre los riesgos que supone el ingreso de Eslovenia, Eslovaquia y Estonia a la zona del euro en momentos tan poco favorables, sobre todo cuando el proceso implica que esos países deben recibir dotaciones en metálico para garantizar la circulación del euro en sectores específicos como el bancario, el comercio y los servicios.

Vale destacar que los países de la “nueva Europa” no son idénticos y los problemas que derivan de su ingreso a la UE también son diferentes, así la república Checa y Eslovenia, reconocidos por el Banco Mundial como países en desarrollo para Bruselas causaron menos problemas que las repúblicas bálticas, Polonia, Eslovaquia y Hungría.

En lo que respecta al PIB per cápita, la república Checa y Eslovenia ya están por delante de Portugal, el país más pobre de Europa occidental y el nivel de vida de los checos y eslovenos se aproxima al de los griegos y españoles. Los expertos destacan que la R. Checa y Eslovaquia pudieron conservar su potencial industrial y la  agricultura. Y a pesar de la presión de vecinos como Austria y todos los partidos ecologistas “verdes” de toda Europa conservaron sus plantas  nucleares. A diferencias de otros habitantes de los países socialistas, los checos y eslovenos no viajan en masa en busca de trabajo a Europa occidental, al contrario, en la economía de ambos países trabajan centenares de miles de trabajadores extranjeros.

Y pesar de optimismo, para que los checos o los eslovenos tengan el nivel de vida de austriacos falta mucho terreno por recorrer. Gran parte de su industria y el sector bancario quedó en manos de empresas extranjeras, en su mayoría de Austria, Alemania e Italia, y en el caso de ambas repúblicas, esta circunstancia es un factor de influencia notable en la vida interna, en la sociedad y la economía.

Por ejemplo Austria abiertamente apoya las reclamaciones de descendientes alemanes  expulsados de la R. Checa y Eslovenia después de la II Guerra Mundial, se habla de millones  de personas que entre 1945 y 1946 perdieron sus propiedades y ahora sus descendientes aspiran recuperarlas y eso supone pagos o compensaciones de miles de millones de euros.

Según expertos rusos, para la población polaca, húngara y las repúblicas bálticas la única ventaja que representa el ingreso de sus países a la UE es la posibilidad de trabajar en los países europeos ricos, porque su industria y la agricultura son deficitarias en comparación con la media de Europa. El nivel de vida en esos países es muy inferior al de Portugal, y las perspectivas son inciertas especialmente para Hungría y Letonia, que en cuestión de su deuda externa están en condiciones similares a Grecia, Irlanda y España.

Porque el ingreso a la UE también supuso el cierre de muchas empresas y el debilitamiento de sectores económicos que antes eran clave,  Así, Polonia quedó sin sus minas de carbón, Lituania de su central nuclear y Letonia de la fábrica de automóviles RAF.

 La crema de leche de Estonia, las sardinas ahumadas de Letonia, los quesos de Lituania, la carne de Polonia, los tomates de Hungría, y las patatas de Eslovaquia no tienen demanda en Europa.

En conclusión la prensa rusa destaca que si el ingreso de la R.Checa y Eslovenia a la UE se pudo de cierto modo justificar, el ingreso de las repúblicas bálticas, Polonia, Eslovaquia y Hungría fue un paso netamente político apresurado, e incluso equivocado, que Bruselas nunca reconocerá.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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