Nuevos vientos en las relaciones de Rusia y Latinoamérica

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Vicky Peláez - Sputnik Mundo
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La actual crisis económica, que se desató primero en los Estados Unidos y después se trasladó con mayor fuerza a la Unión Europea, causó grandes cambios y desplazamientos en el Sistema Económico Mundial cuidadosamente construido por los globalizadores al terminar la Segunda Guerra Mundial.

La vida sólo puede ser comprendida mirando  hacia atrás, pero ha de ser vivida hacia adelante  (Aabye Soren Kierkegaard, 1813-1855)

La actual crisis económica, que se desató primero en los Estados Unidos y después  se trasladó con mayor fuerza a la Unión Europea, causó grandes cambios y desplazamientos en el Sistema Económico Mundial cuidadosamente construido por los globalizadores al terminar la Segunda Guerra Mundial.

El declive de Norteamérica y de la Comunidad Europea ha creado condiciones para el surgimiento de nuevos e importantes polos de desarrollo  y la aparición de nuevos actores geopolíticos, entre ellos los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) junto con un gran número de los países latinoamericanos, miembros del MERCOSUR o del ALBA.

En este nuevo contexto global aparecieron simultáneamente dos procesos socioeconómicos distintos. De un lado,  Norteamérica, azotada por la recesión, que hizo subir el índice de desocupación a un 21 por ciento, se rindió a los pies del Wall Street sacrificando su famoso Contrato Social elaborado hace más de doscientos años  por sus Padres Fundadores. A la vez, los 27 países de la Comunidad Europea dejaron de pertenecer a la zona de estabilidad, democracia y desarrollo sostenible, recortando drásticamente  lo público y exaltando lo privado bajo el eslogan de Margaret Thatcher: ‘’No existe nada llamado sociedad’’.

De otro lado, los países latinoamericanos agrupados en sus organizaciones regionales han comenzado el proceso de recuperación de la participación de la sociedad en la economía y en la política limitando el poder de decisión de las transnacionales y de los oligopolios locales. Como resultado estas medidas facilitaron las condiciones para un crecimiento económico sostenible, que es cercano a los índices de  los países asiáticos, acompañado por un nuevo patrón de acumulación, beneficiando así a la mayoría de la población. Simultáneamente, América Latina empezó a buscar nuevos socios comerciales para diversificar sus mercados  y de paso salir de la hegemonía norteamericana.

Este proceso coincidió también con el deseo de Rusia de ampliar su agenda geopolítica orientada a la creación de un mundo multipolar en vez del unipolar impuesto por los Estados Unidos después de la desaparición de la Unión Soviética. Ya en 1997 el hombre clave en la formación de la nueva agenda internacional de Rusia, el ex ministro de relaciones exteriores, Evgeny Primakov remarcó durante su viaje  a Argentina, Brasil, Colombia y Costa Rica que América Latina podría ser un gran aliado ruso en la construcción del mundo multipolar debido a su creciente rol en las relaciones internacionales. Nueve años después el actual ministro de relaciones exteriores, Sergei Lavrov empezó una política más activa del acercamiento hacia América Latina,  inclusive el ahora ex presidente Dmitriy Medvedev  declaró sobre la necesidad de dar alta prioridad a esta agenda.

Rusia necesita a la América Latina tanto en términos geoeconómicos como como en los geopolíticos. Esto explica la razón de más de 22 cumbres y unas 60 reuniones de alto nivel con los líderes del continente que se celebraron en los últimos tres años. El año pasado el intercambio comercial  con la región incrementó en 15 por ciento alcanzando 12 mil 400 millones de dólares, mientas que la participación de EEUU en el mercado regional cayó de 57.7 por ciento en 2000 al 40.1 por ciento en 2011. Lo que le interesa a los rusos  es la participación en la extracción y procesamiento de los recursos naturales y en especial los hidrocarburos y los minerales. Después siguen los productos agrícolas latinoamericanos y caribeños cuya diversidad y abundancia podría ser de gran atracción para el consumidor ruso.

Actualmente están en discusión grandes proyectos en la energía nuclear y en la industria espacial. Al mismo tiempo las líneas aérea rusas Aeroflot y Transaero quieren restablecer vuelos directos a la Argentina, Brasil, Chile, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela. Por supuesto, la venta de armas es uno de los rubros más fuertes del comercio con América Latina, en especial con Venezuela, Nicaragua y  Cuba. Para contrastar con la política de restricción de visas que el Departamento de la Seguridad Doméstica de Washington impuso para los visitantes latinoamericanos, Moscú firmó tratados bilaterales con Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Perú y Venezuela aboliendo e régimen de visados.

Mientras tanto Washington encerrado en sus problemas económicos y en sus guerras sin fin en Irak y Afganistán, sigue utilizando su vieja táctica de instalación de bases militares para prevenir la pérdida de su influencia en América Latina debido a la expansión de intereses comerciales y geopolíticos de Rusia y China. Actualmente está modernizando su base militar en el Chaco, Argentina. Igualmente está construyendo una base en la República Dominicana y recién inauguró su instalación militar en la región de Valparaíso a unos 130 kilómetros de la capital Santiago. En total, ya están listas para ser trampolín de futuras invasiones unas 24 bases militares en 13 naciones latinoamericanas y caribeñas.

Es lógico suponer que dadas las condiciones, los países cuya solidaridad regional está tomando mayor fuerza, preferirían más expansión comercial rusa que la extensión militar norteamericana. Pero el problema reside en la indecisión de las compañías rusas  para atreverse a invertir sustancialmente y a largo plazo en América Latina y,  no es por falta de liquidez sino debido a otros factores que están relacionados con el pasado volátil de los gobiernos locales y los habituales golpes de Estado. Hay que tomar en cuenta también los problemas  que está enfrentando Rusia en este momento. Para retornar su prestigio de una gran potencia, que aspira lograr, necesita modernizar su economía. Lo piensa hacer con la ayuda de la tecnología norteamericana y europea de allí una reciente advertencia del ex presidente Medvedev de evitar de ‘’culpar’’ a Norteamérica de todos los problemas que suceden en el mundo.

La necesidad rusa de crear fuertes alianzas en América Latina para contrarrestar la política estadounidense de crear bases militares de la OTAN en los países que tienen frontera con Rusia y rodearla de radares e instalaciones de defensa de misiles (DAM) está latente. Por eso no es de extrañar que en el segundo día de su presidencia, Vladimir Putin  firmara el Decreto sobre las Medidas de Poner en Marcha el Curso de la Política Exterior de la Federación Rusa. En uno de sus párrafos el documento anuncia la necesidad de ‘’seguir profundizando las relaciones con América Latina y el Caribe, consolidar la posición rusa en los foros regionales, utilizar el potencial de los mercados latinoamericanos en crecimiento para fortalecer la posición y participación de las compañías rusas en los sectores de industria, hidrocarburos, transporte y  comunicaciones, y hacer todo lo posible para aumentar la colaboración rusa con los bloques y organismos regionales’’.

Una agenda ambiciosa que necesitaría tiempo y voluntad rusa para ayudar a América Latina de superar sus prejuicios y  miedos hacia Moscú y en especial a su doctrina de relaciones exteriores que fue adoptada en los años 1990 por la iniciativa de Evgeny Primakov y que no dista mucho de la norteamericana. Mientras para Washington no existen permanentes amigos y enemigos, sino permanentes intereses nacionales, para Moscú no hay eternos aliados y rivales, sino eternos intereses nacionales. Como operan estas dos doctrinas lo vieron los latinoamericanos en la República Federal Yugoslava, Irak y Libia y ahora tienen los ojos puestos en Siria, Irán y Corea del Norte para darse cuenta lo que se puede esperar de Rusia, porque la actitud de EEUU ya  se sabe con anticipación.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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