La opción de las monarquías árabes para conservar el dominio en el Golfo Pérsico

© RIA Novosti . Sergei KirkachArmando Pérez
Armando Pérez - Sputnik Mundo
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Uno de los temas más comentados recientemente relacionados con Oriente Medio, fue la propuesta de Arabia Saudita de unirse con Bahrein, como punto de partida a la formación de bloque regional que incluya a todos los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (GCC), es decir Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Omán.

Uno de los temas más comentados recientemente relacionados con Oriente Medio, fue la propuesta de Arabia Saudita de unirse con Bahrein, como punto de partida a la formación de bloque regional que incluya a todos los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico (GCC), es decir Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Omán.

Y aunque en el primer intento la propuesta no logró consolidarse, expertos rusos estiman que a mediano y largo plazo, las monarquías árabes tendrán que renunciar a sus rencillas y obligatoriamente optar por la unión si quieren sobrevivir políticamente y conservar el poder en la zona más rica en hidrocarburos del mundo.

En perspectiva se perfila un  proyecto de profunda integración entre esas monarquías con el objetivo de crear de una nueva potencia regional, probablemente un califato, cuyo potencial económico, político e incluso militar, podrá ser tan o más poderoso que Irán y Turquía.

Por el momento, el promotor de la idea,  el rey Abdulah Bin Abdelaziz de Arabia Saudita afirma que el proceso de unificación entre los países del GCC en esencia, debe copiar los postulados y mecanismo de integración utilizados por la Unión Europea.

Pero muchos expertos, inclusive los consejeros del monarca saudí dudan mucho que la presunta alianza entre reyes, de por si, un concepto difícil de imaginar,  pueda asimilar las instituciones de gestión de los países europeos.

Paradójicamente, la propuesta de profundizar la integración promovida por Arabia Saudita es apoyada por el gobierno de Qatar, porque es el rival principal que disputa el liderazgo saudí en el Golfo Pérsico.

Otro gobierno que apoya incondicionalmente la idea es Bahrein, pero este apoyo es más que lógico.

Actualmente, Bahrein es “un territorio ocupado” y la supervivencia física de su rey Hamad bin Isa al-Jalifa, depende de la voluntad del rey saudí Abdulah Abdelaziz, y  de los 1.500 soldados del ejército saudí que se encuentran en el territorio bahreiní desde hace más de quince meses.

El control sobre Bahrein garantiza el control sobre el petróleo en la zona oriental de la península arábiga poblada en su gran mayoría por población chiíta, un factor bastante preocupante para las monarquías árabes que son sunitas.

Arrastradas durante décadas, estas diferencias confesionales añadidas a las contradicciones de clase entre monarcas y súbditos, ahora han adquirido una forma de confrontación específica influenciada por las convulsiones políticas que ocasionó la denominada  primavera árabe en países árabes del norte de África.

El desfile de revoluciones que derrocó a presidentes y asesinó caudillos permitió la aparición de nuevas fuerzas políticas como el islamismo radical y agrupaciones extremistas que ahora compiten por el poder en Egipto, Libia y Yemen.

Ahora, el gran interrogante es la forma que evolucionarán los procesos revolucionarios en los países del GCC.

Para la dinastía gobernante en Arabia Saudita, la situación es dramática porque bajo ninguna circunstancia puede permitir la caída del régimen de Bahrein, donde la minoría sunita gobierna la mayoría chiíta.

Si el rey Al Jalifa de Bahrein es derrocado, automáticamente el rey saudí puede perder el control de las provincias orientales de su propio reino en donde el movimiento de protesta chiíta (también mayoría de la población) cada vez adquiere más fuerza a pesar de los esfuerzos de las autoridades para sofocar el foco de rebelión.

El problema es que la represión en el interior del país no se puede ocultar durante mucho tiempo, y tampoco es prudente mantener de forma indefinida tropas sauditas en Bahrein.

De esta forma, para el monarca saudí, la propuesta de unión se perfila como la solución más idónea para legalizar la ocupación de Bahrein, mantener a raya la oposición  y conservar el control sobre el petróleo.

Y no obstante su relevancia, para la dinastía saudí el asunto de Bahrein es un problema netamente operativo y táctico, porque el gran dolor de cabeza estratégico es el empeoramiento de la rivalidad con Qatar en su pugna por imponer su influencia entre el resto de países del GCC.

Entre los elementos de dominación, la corona saudí propone a sus vecinos potenciales miembros de la unión la tradición, mientras que Qatar ofrece  una política de apertura, transparencia informativa mediante el canal de televisión Al Jazeera.

Mientras que los saudíes confirman la rigurosa observancia del wahabismo, en este campo Qatar es más moderado, y si las relaciones sociales son inamovibles en Arabia Saudita, Qatar admite que el mundo cambia y que ya no es pecado mortal que las mujeres conduzcan automóviles.

Pero hay asuntos de alta política en que las divergencias entre El Riad y Doha son muy notables y su implementación supone cambios geopolíticos profundos.

Mientras que Arabia Saudita considera que la élite gobernante de la republica islámica de Irán es la encarnación del diablo,  Qatar está dispuesto a negociar con Teherán, e incluso dar otros pasos audaces de apertura con otros gobiernos árabes como Siria y hasta retirar su apoyo a la oposición que intenta derrocar al presidente Bashar Asad.

A juzgar por el poco apoyo que tuvo la iniciativa saudí de asimilar Bahrein y promover la unión entre los países del GCC, la simpatía de Omán y los Emiratos Árabes Unidos está más bien a favor de Qatar que de Arabia Saudita, mientras que Kuwait permanece a la expectativa.

Como comenta la prensa árabe, los países del GCC pagan un precio muy caro por la protección de Arabia Saudita, porque la visión ultraconservadora de la monarquía saudí se ha convertido en un obstáculo que impide a los países del golfo desarrollar las relaciones con el resto del mundo.

Por lo visto, Omán, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos esperan un desenlace de rivalidad entre Arabia Saudita y Qatar, y otros países árabes como Jordania y Marruecos interesados en estar bajo la protección de una potencia regional árabe, esperan pacientemente al vencedor para hacer la reverencia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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