El fin de la misión en Afganistán domina la cumbre de la OTAN en Chicago

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Si uno se pone a comparar las reacciones que ha suscitado en los medios de prensa rusos y europeos la recién celebrada en Chicago cumbre de la OTAN, llegará inevitablemente a la conclusión de que los enfoques del acontecimiento son completamente distintos.

Si uno se pone a comparar las reacciones que ha suscitado en los medios de prensa rusos y europeos la recién celebrada en Chicago cumbre de la OTAN, llegará inevitablemente a la conclusión de que los enfoques del acontecimiento son completamente distintos.

En Rusia se escribe y se comenta principalmente el proyecto de la OTAN relacionado con la creación en Europa de un escudo antimisiles. Fuera de las fronteras rusas el dicho tema casi no se habla, dado que el problema no le preocupa a nadie y para el mundo occidental es evidente que la cumbre estuvo dedicada casi exclusivamente a la situación en Afganistán.

Las maneras de marcharse de Afganistán

La mayor parte de los debates estaba dedicada a cómo actuará la OTAN en los próximos dos años para ayudar a los afganos a que se encarguen ellos mismos de su seguridad. Se confirmó la fecha de finalización de operaciones militares y de la retirada de las tropas, será diciembre de 2014. El nuevo presidente de Francia, Francois Hollande, reiteró su promesa preelectoral consistente en que los 3.300 efectivos franceses habrán abandonado Afganistán para finales del año en curso, antes de lo planeado. Sin embargo, accedió a que algunos de ellos se quedaran para cumplir tareas “no relacionadas con el combate”.

Se abordó también el posterior desarrollo de los acontecimientos. El presidente de Afganistán fue todo un protagonista de la cumbre, sucediéndose los participantes en prometerle fondos adicionales para el mantenimiento de las fuerzas de seguridad y en recomendarle que llegara a una fórmula de compromiso con los talibanes.

De modo que en la cumbre no hubo nada radicalmente nuevo, sino numerosos detalles y pormenores del “asunto afgano”. Seguramente la OTAN responderá a la declaración de Moscú sobre la necesidad de rendirle cuentas al Consejo de Seguridad de la ONU antes de retirar las tropas: ha de reaccionar, aunque sea por cortesía. Y es muy probable que incluso le rinda cuentas, pero de todas formas se marchará de Afganistán. Ocurre que ya no puede hacer nada más por este país.

Merece la pena recordar al respecto que las cumbres de la OTAN nunca han dejado de ser un acontecimiento: en primer lugar, por celebrarse con poca frecuencia. La anterior se celebró en Lisboa en 2010. Y la de Chicago había de ser de gran importancia, debido a la magnitud de las decisiones tomadas. Nada que ver con Afganistán, sino con los nuevos principios de gastar fondos en la seguridad.

Algo parecido se ha comentado en Chicago bajo los emblemáticos nombres de “seguridad en la época del ahorro” y la “seguridad inteligente”, que era la idea predilecta del Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen. Sucede que no se podía llamar a las cosas por su nombre y reconocer que la seguridad en adelante tendrá que costar menos. Los gastos en la defensa de los países miembros de la OTAN se están reduciendo y no todos de ellos podrán permitirse unas Fuerzas Armadas que tengan protagonismo. Sin embargo, si con todos los esfuerzos en la esfera se vertebra un sistema único, los costes serán más moderados.

Los reunidos dedicaron la atención a lo que está ocurriendo en Oriente Próximo, porque es evidente que no es ninguna democratización, sino algo mucho peor. Y a este “mucho peor” hay que ofrecer una respuesta adecuada. Porque, se mire como se mire, es una amenaza. Al mismo tiempo, no se pudo abordar el asunto de Siria.

Estaba también el tema del uso de armas nucleares, es decir, cuando y contra quién deberían ser usadas: en teoría, por supuesto. Lleva discutiéndose bastante tiempo y sin demasiado ímpetu. Finalmente se esbozó una “nueva dimensión de la OTAN”, la creación de una doctrina diferente. Los detalles, no obstante, ya se abordarán cuando acabe la epopeya afgana. Porque, como ya hemos dicho, precisamente este tema fue el que dominó en la Cumbre de Chicago.

La cooperación llegará a su final, pero las sospechas no

Resumiendo, el problema del escudo antimisiles en Europa parece ni haberse abordado en la cumbre si atendemos a la versión de los medios extranjeros. En Rusia, en cambio, se citan y se vuelven a citar algunas declaraciones hechas de paso sobre la finalización de la primera etapa de la creación del escudo, que estará acabado en 2018, y la hipotética defensa contra lanzamientos separados efectuados por los países que no forman parte de la Alianza. Se ha tratado de tranquilizar a Rusia con la declaración de que el sistema de defensa antimisiles en Europa será incapaz de minar las fuerzas rusas de contención estratégica y que la OTAN está dispuesta a mantener negociaciones sobre el tema.

Evidentemente, es un gesto de cortesía y la OTAN todavía se tendrá que enfrentar a dificultades cuando deje de cooperar con Rusia en Afganistán pero siga atrapada por la desconfianza mutua en el asunto de armas nucleares.

En general, Rusia y la Alianza del Tratado Atlántico Norte tienen cosas en común, por ejemplo, las acciones de protesta que indignan a los altos cargos dedicados a solucionar problemas importantes, es decir, el destino de los soldados enviados en su momento a Afganistán y los gastos que infringen a unos presupuestos lastrados por el déficit.

Sin embargo, los miembros de la OTAN se niegan a tomar el descontento de Rusia en serio, empeñándose en crear un escudo antimisiles en Europa. Parece ser un error, dado que este mismo escudo, al igual que la tirante desconfianza entre Moscú y los países de la Alianza, presentará una amenaza para nuestro espacio euroatlántico común.

Porque la amenaza no la suelen presentar objetos de plástico o metal que tienen la capacidad de explotar, sino las mentes de las personas. Y ahora, como vemos, las mentes de los líderes de la OTAN estaban demasiado ocupadas por los tristes resultados de la campaña afgana para aprovechar la ocasión y no tensar más sus relaciones con Rusia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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