¿Qué será de Siria después del plan de Annan?

© SputnikFiodor Lukiánov
Fiodor Lukiánov - Sputnik Mundo
Síguenos en
Los líderes de Rusia y China, Vladímir Putin y Hu Jintao, se pronunciaron a favor del plan para Siria del enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, y el ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia se mostró preocupado por la negativa a acatar el plan por parte de la oposición siria.

Los líderes de Rusia y China, Vladímir Putin y Hu Jintao, se pronunciaron a favor del plan para Siria del enviado especial de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, y el ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia se mostró preocupado por la negativa a acatar el plan por parte de la oposición siria. En otras palabras, por ahora Moscú no se propone renunciar al modelo alcanzado la primavera pasada. En esencia, que el plan sea realizable se debe a los esfuerzos de la diplomacia rusa, que hizo a los demás actores abandonar la idea de que la única resolución del problema sirio es el desplazamiento de Bashar Asad. Entre enero y abril Moscú se mostró capaz de contrarrestar la poderosa presión psicológica y de ser un actor importante y hábil, así como restablecer los clásicos mecanismos del arreglo diplomático en lugar del forzado cambio de régimen.

Sin embargo, desde el principio estaba claro que las capacidades de Rusia eran limitadas. El plan de Annan habría tenido éxito posiblemente si hubiera aparecido al menos un medio año antes. Pero para la primavera del 2012 el grado de ensañamiento había aumentado demasiado. Asimismo, alcanzó un punto crítico la destructiva involucración de fuerzas externas, que apoyaron en su mayoría, a los insurgentes. Resultó demasiado grande también la cantidad de actores, interesados en minar los esfuerzos pacíficos: desde los adversarios de Asad que no se conformarán con ninguna resolución que no sea su derrocamiento hasta algunos allegados suyos, que siguen creyendo en que con algo más de presión obtendrían la victoria.

Hay que decir que la ineficiencia y el estancamiento en el poder sirio se convirtieron en catalizador decisivo de la tragedia. Todo intento de realizar reformas, incluso paliativas, llegó con gran retraso, cuando ya no podía cambiar la situación, o más aun, agravándola. Por ejemplo, ¿acaso tenía sentido aprobar la nueva Constitución mediante el referendo, cuando ya nadie creía en la legitimidad del plebiscito? Por muy duro que suene para Siria y sus autoridades, el apoyo a Asad por una considerable parte de la población no cambia nada. Primero, que la minoría es muy numerosa, cuenta con apoyo de aliados externos y con la confianza de todo el mundo. En segundo lugar, la suerte de los “colegas” de Asad en otros países de la región ya ha demostrado que en el momento decisivo apenas queda alguien al lado del dictador: la mayoría de los que le califiquen del mal menor no está dispuesta a arriesgar por él.

Desde el punto de vista del desarrollo político no tiene mucha importancia quién es responsable de la tragedia en la ciudad de Hula, que se ha cobrado las vidas de decenas de civiles, incluidos niños, y que provocó una nueva ola de violencia. Aunque hubiera sido una provocación planificada por parte de la oposición, quien tendrá que responder es el gobierno. Las autoridades siempre son responsables por la tarea de garantizar la estabilidad y el orden. Y si resulta incapaz de asegurarlos, esto se considera como un signo de su ilegitimidad.

 Rusia tiene que hacer una elección difícil. El plan de Annan corre riesgo de fracasar. De ser así, el diálogo sobre las misiones de paz perderá casi todo su sentido. Apenas habrá argumentos convincentes. También es verdad que tampoco habrá alternativa alguna. Rusia nunca aprobará la intervención según el modelo libio, las insinuaciones de Hillary Clinton a la posibilidad de una acción militar sin sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU serán una bravata. Así que el único remedio consiste en suministrar armas y recursos a la oposición con tal de que, al alcanzar el mismo nivel de capacidades, ésta gane por sus propias fuerzas. En otras palabras, se trata de apostar por la escalada de la guerra civil, pero para ello hay que reconocer al Consejo Nacional Sirio como el gobierno legítimo. Así ocurrió en Libia unas semanas después del inicio de los desórdenes, dando lugar a los fundamentos cuasi legales para el apoyo a los adversarios de Gadafi. Algunos países árabes, junto con Francia por ejemplo, son capaces de hacerlo de nuevo, esta vez en Siria.

Para lograr el éxito alcanzado en el Oriente Próximo en los primeros meses del año 2012 Rusia debe hoy ofrecer un eficiente plan de cambio del poder en Siria, pero no mediante el derrocamiento de Asad con el caos inminente, sino de manera más paulatina. Siria necesita un nuevo modelo de poder, no bastará con apostar por las promesas de unas elecciones libres destinadas a resolverlo todo. Las garantías las necesitará no solo el propio Asad con sus allegados (con esto no habrá muchos problemas para ponerse de acuerdo), sino los grupos étnicos y sociales de Siria que temen represiones en el caso de la gobernar de la mayoría sunita. Se trata no solo de los ahora privilegiados alauitas, sino también de cristianos y otros, que se fían más del antiguo sistema que de un posible modelo nuevo. La elaboración del sistema de gobernación en Siria, posiblemente tan sutil y complicada como en los mejores tiempos en Líbano, debe ser objeto de esfuerzos internacionales. Podríamos acordarnos aquí de la experiencia de Bosnia: aunque hoy los Acuerdos de Dayton se critican mucho, al menos pararon las masacres masivas y le aseguraron la paz al país, aunque que sin resolver problemas a largo plazo.

Una condición imprescindible es el consentimiento de Bashar Asad de ceder el poder, una especie del modelo de Yemen, del cual muchos están acordándose ahora. Si en Yemen Ali Abdalá Saleh dejó el poder como resultado de los esfuerzos de Arabia Saudí y EEUU, en este caso la iniciativa la tendrían que tomar Rusia e Irán; para evitar la crisis, que puede enterrar también sus propios intereses en este país. El Damasco oficial puede ceder a tiempo sólo bajo la presión de sus socios más cercanos. De lo contrario, el modelo de Yemen desaparecerá de la lista de las posibles variantes, quedado como la única posible la combinación de las variantes iraquí, libia y libanesa de la época del caos.

A Rusia no le queda otro remedio que decirle a Bashar Asad que Moscú ya ha hecho todo lo que pudo, que no debe esperar nada más. Claro que no es probable que Asad se conforme. Pero entonces él será el único responsable por lo que ocurra.

*Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI 

Los caminos de Rusia y Occidente vuelven a cruzarse

¿Tiene el modelo europeo alguna alternativa?

Putin aplica la táctica de asedio contra Ucrania

Putin no ve a Obama como la antítesis de Bush

Las dificultades del futuro medirán el legado de Putin

Todavía es pronto para evaluar el papel de Boris Yeltsin

La relación de Rusia con Francia no cambiará aunque pierda Sarkozy

El secreto de la supervivencia de Corea del Norte

El voto clave de Rusia en Siria

La soberanía nacional como garantía de la solidaridad de los BRICS

 

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала