Reminiscencias gratas sobre la iluminación de Moscú

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Hoy en día más de 350.000 farolas alumbran las calles de Moscú. Las primeras aparecieron en la capital rusa en 1730 por orden de la Emperatriz Anna Ioánovna de Rusia. Pero sólo se encendían en el centro de la ciudad y en los días festivos, más tarde también entre semana en las noches sin luna. Hasta los principios del siglo XX iluminar la vía pública en las noches de luna se consideraba un lujo injustificado.

Hoy en día más de 350.000 farolas alumbran las calles de Moscú. Las primeras aparecieron en la capital rusa en 1730 por orden de la Emperatriz Anna Ioánovna de Rusia. Pero sólo se encendían en el centro de la ciudad y en los días festivos, más tarde también entre semana en las noches sin luna. Hasta los principios del siglo XX iluminar la vía pública en las noches de luna se consideraba un lujo injustificado.

 
"Más iluminan las estrellas"


Antes de la orden de la Emperatriz, en las calles de Moscú reinaba la más absoluta oscuridad. Para iluminar el camino los moscovitas usaban antorchas y candiles de vela. Las primeras farolas viales que aparecieron en Moscú en el siglo XVIII también eran muy primitivas.
 
“Dentro se colocaba una escudilla con el aceite de cáñamo en el que se sumergía la mecha”, explica la directora del museo Las luces de Moscú, Natalia Potápova. “La fuerza de la luz de este tipo de farola equivalía a la luz de una o dos velas. Los vecinos bromeaban: más iluminan las estrellas que las farolas”, añade.
 
Más tarde intentaron reemplazar el aceite de cáñamo por otros tipos de aceite o por alcohol hasta que apareció el queroseno en el mercado mundial a mediados del siglo XIX.

 
Un trabajo pesado

“Las farolas de queroseno sustituyeron a las de aceite, que sirvieron a los moscovitas durante más de 130 años. Ahora dentro de la farola en lugar de la escudilla con aceite se colocaba una lámpara de queroseno”, explica Natalia Potápova.
 
Estas lámparas se cargaban durante el día en las tiendas especializadas, por lo tanto los faroleros, además de una escalera, siempre llevaban una carretilla en verano y un trineo en invierno para transportar las lámparas cargadas.
 
Una herramienta universal del farolero para todas las estaciones era un palo largo que terminaba con un gancho para colgar y descolgar los faroles. Del gancho también se colgaban las cajas llenas de lámparas cargadas. Así de pesado era el trabajo del farolero hasta que se inventó el alumbrado de gas.

 
Los grandes inventos llegan a Moscú

“En 1865 se convocó en Moscú un concurso para el mejor sistema del alumbrado público. Lo ganó la empresa británica Bukje & Goldsmith que había propuesto instalación en la capital rusa del alumbrado de gas”, cuenta Natalia Potápova. En tres años los ingleses construyeron en Moscú una fábrica e instalaron 3.000 faroles de gas. Sin embargo, más tarde se hizo evidente que el proyecto no era beneficioso para nadie”.
 
La época del alumbrado de gas llegaba a su fin. En 1883, con motivo de las celebraciones de la coronación de Alejandro III, la plaza alrededor de la principal catedral de Moscú fue iluminada por primera vez con bombillas eléctricas.
 
Eran las llamadas velas eléctricas Yáblochkov, desarrolladas por el científico ruso Pável Yáblochkov en 1875.
 
“Los científicos de todo el mundo intentaron crear las lámparas de arco eléctrico, pero Yáblochkov diseñó la opción más simple. Sin embargo, su invento se empezó a usar en el extranjero mucho antes que en Rusia: apareció antes en Gran Bretaña, en Francia e incluso en la India”, comenta Potápova.
 
En los días de la coronación de Alejandro III  se estrenaron no solo las velas de Yáblochkov sino también las bombillas de Edison.
 
“En el campanario Iván el Grande de la capital se instalaron 3.500 lámparas incandescentes, también conocidas como las ‘bombillas de Edison’. Cabe señalar, no  obstante, que mucho antes que por Thomas Edison este tipo de lámparas había sido desarrollado por otros científicos. Por ejemplo en 1872 el ingeniero ruso Alexandr Lodíguin inventó una bombilla incandescente con el filamento de carbono”, indica Natalia Potápova.

 
Electricistas en lugar de los faroleros

La instalación del alumbrado eléctrico en la capital se vio frenada al principio por la Primera Guerra Mundial, y luego por la Civil. Pero desde los años veinte en la joven Unión Soviética se aplica el llamado plan GOELRO (la abreviación rusa de la Comisión Estatal para la Electrificación de Rusia) mediante el cuál se lleva la energía y la iluminación a los hogares de varios millones de personas  y a las calles de muchas ciudades. A principios de la década de los 1930 las farolas eléctricas reemplazaron por completo a las de gas en Moscú.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial fue diseñado el primer sistema de mando del alumbrado exterior, que cambió de manera radical el trabajo de los antiguos faroleros, ahora llamados electricistas.

“Antes de la Guerra tenían que pasar por las calles encendiendo y apagando las farolas manualmente durante horas”, explica Potápova.

El sistema diseñado permitía hacerlo en un momento, estaba pensado precisamente para los casos de emergencia como un ataque aéreo. Ahora se encuentra en el museo Las luces de Moscú.
 
El museo de las luces

Este museo moscovita tiene más de 30 años. Llegó con  una exposición dedicada al 250 aniversario del alumbrado público en Moscú. La muestra tuvo tanto éxito que se decidió convertirla en el museo Las luces de Moscú, cuya colección reúne todo lo que tiene que ver con el alumbrado público de la capital rusa.

 
Casi todas las farolas en el museo funcionan, y las encienden durante las visitas guiadas.

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