Un adiós a Gore Vidal, el niño terrible de la pluma norteamericana

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Vicky Peláez - Sputnik Mundo
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El mundo intelectual y en especial, el norteamericano está de luto. El pasado 31 de julio murió el “tábano” de la conciencia estadounidense, el historiador, novelista, ensayista y el acérrimo crítico de la política nacional, Gore Vidal.

“Los grandes hombres mueren dos veces: una vez como hombres, y otra como grandes. (Paul Ambroise Valéry)

El mundo intelectual y en especial, el norteamericano está de luto. El pasado 31 de julio  murió el “tábano” de la conciencia estadounidense, el historiador,  novelista, ensayista y el acérrimo crítico de la política nacional, Gore Vidal.

Para los que conocimos alguna vez a este hombre grande y  carismático, siempre con una chispa de sátira en sus ojos vivaces, inquisitivos y penetrantes que con una frase corta podía hacer sentir feliz o desdichado a su interlocutor,  es harto difícil aceptar que su voz  de barítono ya no  causará incendiarías polémicas en los auditorios  repletos,  ávidos  por la verdad.  Pero no hay nada que pueda alterar los ciclos de la vida y el tiempo que el destino nos otorga a cada uno  para que cumplamos con nuestra agenda personal y colectiva al mismo tiempo.

Dijo alguna vez el escritor francés Francois Mauriac que “la muerte no nos roba a los seres queridos. Al contrario,  nos lo guarda e inmortaliza en el recuerdo”.  Así recordamos a Gore Vidal,  a sus amigos y enemigos que incluían Tennesssee Williams, Truman Capote, Norman Mailer, Orson Welles, Anais Nin, Christopher Isherwood,  Saul Bellow, William F. Buckley Jr., Jack Kerouac, Marlon Brando, Frank Sinatra, Eleanor Roosevelt, Jacqueline Kennedy y otras tantas celebridades de la alta  sociedad norteamericana a la que pertenecía el escritor.

Nació en 1925 en el seno de una familia rica y poderosa. Su abuelo Thomas Gore fue senador demócrata por Oklahoma,  su padre,  de profesión aviador,  llegó a ser uno de los fundadores de la Trans World Airlines (TWA) y su madre Nina Gore era actriz. Desde muy niño Eugene Luther Gore Vidal fue influenciado por su abuelo Thomas P. Gore con quien vivía  en Washington D.C. después del divorcio de sus padres. El senador Gore fue un ateo con ideas populistas y, un partidario de la República. Se opuso a la participación de los EE.UU. en la Primera Guerra Mundial.

Debido a su ceguera, su nieto fue el que se encargaba de leerle la correspondencia y  documentos y frecuentemente ser su guía en el Senado  lo que le hizo familiarizarse con los entretelones de la política norteamericana.

De acuerdo a Gore Vidal, la base de su futuro marco teórico fue influenciada por la idea de “no- intervencionismo” de su abuelo senador que posteriormente llevó al  escritor a la idea de existencia del “imperialismo norteamericano”.  Sin embargo,  su madurez y claridad ideológica tomaron tiempo para solidificarse. En 1943, después de terminar la Academia Phillips Exeter, Gore Vidal se alistó en las fuerzas armadas  y fue enviado a las Islas Aleutianas. Allí empezó a escribir su primera novela “Williwaw” en el estilo de Ernest Hemingway y Stephen Crane  que fue publicada después de su retorno del servicio militar en 1946. La novela fue alabada por los críticos y aceptada por los lectores. Sin embargo, su segunda novela “The City and the Pillar” publicada en 1948  (“La Ciudad y el Pillar de la Sal”) recibió una crítica devastadora por ser una obra que atentó a desafiar la homofobia en Norteamérica que según el escritor, tenía un fuerte arraigo en la cultura nacional.

El atreverse de escribir  una novela de carácter homosexual casi arruinó la carrera del escritor y por eso decidió  trasladarse a Guatemala para buscar nuevas ideas e inspiración. Precisamente allí en  América Central surgió un nuevo y más maduro ideológicamente Gore Vidal al que tuvimos suerte de conocer y disfrutar por  sus obras. En Guatemala City conoció el verdadero rostro del gobierno norteamericano, que él bautizó como “fuente del diablo”. Era la época cuando terminó la dictadura del general José Ubico Castañeda (1931- 1944) y comenzó una nueva etapa en el desarrollo de Guatemala bajo la presidencia del filósofo y educador Juan José Arévalo (1945 – 1951) que quiso enrumbar al país al “Socialismo Espiritual”.

En una de las reuniones sociales en Antigua donde vivía Gore Vidal, uno de sus amigos, el presidente del congreso guatemalteco, Mario Monteforte Toledo le contó que el gobierno necesitaba dinero para sus reformas y,  la única compañía en el país que disponía de los fondos era The United Fruit Company (UFC) llamada por los guatemaltecos  el “Pulpo”.  Resultó que la UFC nunca había pagado impuestos porque Washington prohibió al gobierno guatemalteco  cobrar impuestos al “Pulpo”. Y el autor de este dispositivo era el senador estadounidense Henry Cabot  Lodge que a la vez era uno de los ejecutivos de la UFC. Según Gore Vidal, fue en Guatemala “donde recién entendí que el gran negocio es el que tiene el control sobre el gobierno norteamericano”. Fue una revelación que le dio la idea de escribir la novela “Dark Green, Bright Red”.

El color verde oscuro  representaba a los dueños de la UFC en la selva y el color rojo ardiente no solamente se identificaba con la sangre de los peones guatemaltecos sino también insinuaba la posibilidad de una revolución comunista. Muchos años después,  en 2006, Gore Vidal comentó en una de las entrevistas que le hicieron en Cuba, que cuando el siguiente presidente de Guatemala después de Arévalo, Jacobo Arbenz Guzmán (1951 – 1954) se atrevió a cobrar impuestos al “Pulpo”,  el embajador norteamericano en Guatemala, John Peurifoy ordenó a los militares guatemaltecos, por  encargo del senador Henry Cabot Lodge  hacer un golpe de Estado. El mismo embajador “entregó a los militares la lista de guatemaltecos para fusilar”. Comentando lo sucedido en Guatemala,  Gore Vidal, se acordó del comentario que hizo años antes Mark Twain  después de que Washington negase la libertad a los filipinos: “la bandera norteamericana con  franjas y  estrellas tiene que ser reemplazada por la de Jolly Roger (bandera de los piratas)
con una calavera cruzada por  huesos, porque traemos muerte por donde pasamos”.

Después de su experiencia en Guatemala Gore Vidal se radicalizó considerablemente escribiendo como un ciudadano de la República y un crítico acérrimo del Imperio. Todo esto se reflejó en sus siguientes 23 novelas, de la histórica “Lincoln” a la novela satírica “Myra Breckinridge”. Pero las perlas de su pensamiento crítico e independiente sobre el poder, política, sexualidad, religión y la literatura  resaltan con más claridad en sus ensayos y en especial en su recopilación  “United States Essays, 1952 – 1992”,  el libro que fue galardonado en 1993 con el National Book Award.

Gore nunca tuvo “pelos en la lengua” y siempre decía lo que pensaba.

Según él, “un escritor siempre tiene que decir la verdad”, añadiendo después de una pausa, “si es que no es periodista”.  Fue proclive a las teorías de la conspiración  y tenía su versión de los atentados a las Torres Gemelas del “11 S”. En 2006 declaró  que el 11 de setiembre de 2001 “hubo un golpe de Estado en Norteamérica, el primero en nuestra historia. Un golpe en el cual un grupo de gente deshonesta de una junta petrolera usurpó el poder del Estado y tiró abajo al Congreso”.  Desde aquel día “comenzó la erosión del cimiento de la democracia” y el país empezó a sumergirse en la oscuridad. Pensaba que “se necesitan millones de velas encendidas para ahuyentar la oscuridad. Pero aquellos que podrían encender al menos un fósforo ya no pueden hacerlo porque  la información pública sobre nuestra situación va de lo magro a lo inexistente”.

Después de su novela sobre Guatemala, Gore Vidal no estaba muy ligado a América latina, sin embargo siempre apoyó a Cuba y se pronunció varias veces por la liberación de los cinco cubanos que están purgando larga pena en la cárcel norteamericana. Decía que “en vez de apresar a los terroristas que pusieron bombas, el FBI apresó a los cubanos”. “La mentira es la lengua franca de los Estados Unidos” y “no hay mentira que  nuestro gobierno no nos cuente cuando habla de Cuba”. Despidiéndose de la Isla, después de cinco días de visita, confesó sentirse “celoso de Cuba” al visitar la Escuela Latinoamericana de Medicina y la Escuela Nacional de Ballet.

Seguro, que si hubiera seguido viviendo, iría a conocer  Venezuela para ver al pueblo que quiso trazar su propio camino. Pero Gore Vidal ya no está con nosotros y lo peor de todo que Norteamérica con su partida queda cada vez más huérfana  de los “tábanos de la conciencia” o de los hombres y mujeres capaces de prender una vela o al menos iluminar con un fósforo la oscuridad del pensamiento. En 2004 se fue a lo desconocido Susan Sontag, en 2007 Norman Mailer, en 2010 Howard  Zinn, en 2012 Nora Ephrone y el mismo año se nos fue Alexander Cockburn.  

De los que conocemos, quedan Noam Chomsky y James Petras, prácticamente los últimos pensadores anti sistémicos norteamericanos, los que representan vida  y que son capaces de discernir la verdad de la mentira en un país donde según Gore Vidal, “el cincuenta por ciento de la población no vota y el cincuenta por ciento no lee los periódicos”. Lo que nos queda es una tenue esperanza de que los otros 50 por ciento de hombres y mujeres encuentren su propio acceso a la luz de la verdad guiándose por el fósforo encendido que dejó en su memoria  el maestro Gore Vidal.

 

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