Rusia puede ser el puente entre los dos polos comerciales del planeta

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La cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en Vladivostok, Rusia, es un evento importante tanto para Rusia, que por primera vez obtuvo la posibilidad de mostrarse la potencia líder de la región Asia-Pacífico, como para la propia organización.

La cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) en Vladivostok, Rusia, es un evento importante tanto para Rusia, que por primera vez obtuvo la posibilidad de mostrarse la potencia líder de la región Asia-Pacífico, como para la propia organización.

La presidencia de Rusia hará recordar que la región Asia-Pacífico es inseparable de la Euroatlántica, que solía ocupar la posición central en la agenda global del siglo pasado. Y el eslabón de enlace, capaz de desempeñar el papel clave en la integración global, es Rusia. Pero para ello Moscú tendrá que aplicar muchos esfuerzos.

El APEC es una organización singular porque la integran todos los actores presentes en este espacio enorme. Incluso Taiwán, no reconocido por la mayoría aplastante de los países, participa en sus actividades, ya que oficialmente el APEC une no Estados, sino economías. La propia creación del Foro en los 1990 fue el resultado de cambios fundamentales: las barreras ideológicas, en su mayoría, habían desaparecido (con la extravagante excepción de las que tienen que ver con Corea del Norte), y la competencia estratégica en Asia ha quedado en el segundo plano, cediendo a la agenda económica. Pero, hasta hoy en día, esta entidad de Asia-Pacífico estuvo en la sombra. Las potencias líderes siguieron orientándose por la zona Euroatlántica, a cuyo predominio ya estaban acostumbradas. Sin embargo, se hizo evidente, que el Viejo Mundo está perdiendo el estatus de moldeador del sistema (y, tal vez, esto le hará bien), mientras que los potenciales riesgos y las posibilidades mayores se hallan ahora en la zona del océano Pacífico.

En Asia existen muchas organizaciones de diferente composición y enfoque, pero falta una estructura de relaciones precisa. Está claro que el elemento central de todo el desarrollo es China, pero los roces que se observan están relacionados con otros países también. La reciente agravación de disputas territoriales entre Japón y varios de sus vecinos es una de las características de la conocida historia dramática con consecuencias de largo plazo. En este sentido, disputas que se remontan al pasado, semejantes a las que llevaron a Europa del siglo XX a conflictos destructores, pueden en próximos decenios empañar las perspectivas asiáticas también. Tanto más si las viejas competencias se entrelazan con una emergente, entre EEUU y China.

Es cierto que nada se repite al cien por ciento, ahora existen ya dos factores limitativos: el arma nuclear que hace el precio de un conflicto posible muy elevado, y la interrelación económica muy estrecha, cuya pérdida les costará demasiado a todos. Estos factores reducen los riesgos, pero no los eliminan del todo. La competencia entre potencias  grandes puede adquirir otras formas menos catastróficas, pero sin reglas de juego comprensibles y sin equilibrio sostenible seguirá amenazando a la estabilidad.

La política de Rusia siempre ha sido enfocada en la dirección occidental, y esto es lógico. Histórica y culturalmente, Rusia tiene en común mucho más con Europa que con Asia. La distribución de la población en la época post soviética (tres cuartas partes viven en la parte europea del país) y el balance comercial (más de la mitad del comercio externo se realiza con la Unión Europea) también contribuían al predominio de la línea europea en la política rusa.

Hoy, en las condiciones de la creciente influencia del Oriente, Rusia no puede permitirse ignorar el hecho de que también es una potencia de la región Asia-Pacífico. No cabe esperar una decisiva reorientación hacia Asia, es imposible y no es necesaria. Pero la presencia en Asia en calidad de actor importante cuyos intereses los demás los toman en consideración es imprescindible. Y lo más lógico para ello es aprovecharse de las ventajas que tiene Rusia como un país euroasiático.

Desde el punto de vista económico, es un evidente recurso  de tránsito, y no solo en lo que al transporte se refiere: la extensión del mercado común podría abarcar todo el territorio desde Lisboa hasta Shanghái. Precisamente de ello hablan todos los documentos de programa de la Unión Euroasiática, a la cual Rusia ve como el primer paso hacia la creación del enorme mercado euroasiático.

Aunque en la esfera de política y seguridad la situación es algo diferente, la posición de Moscú es singular, porque podría transmitir a la región Asia-Pacífico la experiencia acumulada en Europa para contrarrestar problemas.

¿Por qué digo que este papel clave lo tendrá precisamente Rusia y no los europeos o EEUU, acostumbrados a determinar la geopolítica europea desde hace decenios? Porque Rusia, por un lado, es una parte integrante de ambas regiones, y al mismo tiempo tiene en Asia un peso suficiente pero no excesivo. La toman en consideración, pero no la temen. Para ocupar este nicho, Rusia tendrá que ser mucho más activa en Asia, centrándose no solo en China, por muy importante que es este país para nosotros, sino en toda la palestra de intereses y posibilidades en la región, desde las de Japón y Corea, hasta las de Indonesia y Australia. Moscú aun tendrá que mostrar que es capaz de seguir una línea independiente y sensata en Asia, como lo hace en Europa.

El APEC como una organización económica es importante porque la clave de la futura política de Rusia en la región es la capacidad de convertir el desarrollo del Oriente Lejano ruso en un proyecto de gran escala con participación internacional diversificada. La cooperación multilateral equilibrada para la habilitación de la parte asiática de Rusia, atraerá interés hacia las iniciativas rusas en general y además servirá de base para el sistema de relaciones en la región Asia-Pacífico, pues ayudará a determinar las esferas de intereses comunes.

La cumbre del APEC en Vladivostok no será un punto de cambio crucial  tras el cual los problemas de Rusia en Asia empiecen a resolverse como por arte de magia. Aquí no puede haber milagros, solo un trabajo monótono y escrupuloso para construir un nuevo curso asiático. Los primeros pasos en esta dirección los dio Dmitri Medvédev durante su presidencia. El APEC debe afianzar esta tendencia y dar impulso para los futuros esfuerzos. Rusia necesita a Asia como una de las fuentes más importantes del desarrollo. Mientras tanto, Asia necesita a Rusia como un elemento de balance en un sistema en proceso de formación muy complicado.

* Es director de la revista “Rusia en la política global”

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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