Claude Debussy: en busca de la armonía musical y vital

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El 22 de agosto de 1862, en el pueblo de Saint Germain en Laye, cerca de París, nació el primer compositor impresionista del mundo: Claude Debussy.

El 22 de agosto de 1862, en el pueblo de Saint Germain en Laye, cerca de París, nació el primer compositor impresionista del mundo: Claude Debussy.

El aniversario del nacimiento va a ser celebrado por músicos de todo el mundo mediante conciertos temáticos y poniendo en escena su única ópera acabada ‘Pélleas et Mélisande’, basada en una obra de Maeterlinck.

Merece la pena destacar que Debussy se consideraba a sí mismo como un realista: simplemente, era capaz de crear otra realidad. El término “impresionista” no le gustaba y rechaza categóricamente su empleo para calificar su obra. Lo cual no tiene nada de extraño, ya que el nuevo estilo artístico se abrió camino con grandes esfuerzos en la segunda mitad del siglo XIX y la crítica más conservadora utilizaba el calificativo en un sentido despectivo. Sumamente despectivo fue, de hecho, el artículo en el que por primera vez se utilizó este adjetivo para una pieza musical: y este artículo estaba dedicado a una de las primeras obras de Claude Debussy.

Con los pintores impresionistas el compositor tenía en común sobre todo la contemplación entusiasmada de la naturaleza. En multitud de artículos y en un libro, el compositor describía con detalle sus fuentes de inspiración. “La música es lo más cercano que hay a la naturaleza”. “Solo los músicos disfrutan del privilegio de captar la poesía de la noche y el día, de la tierra y el cielo; de la capacidad de recrear la atmósfera y el ritmo del grandioso latir de la naturaleza”, afirmaba.

Aunque a decir verdad no coincidía con el fundador del impresionismo en la pintura, Claude Monet, autor del célebre cuadro ‘Impresión. Sol naciente’. Para Debussy, desde el punto de vista musical nada podía compararse a la puesta del sol.

Debussy y Rusia

Desde sus años de juventud, el compositor francés estuvo muy ligado a Rusia. Nacido en el seno de una familia pequeñoburguesa, nunca le sobró el dinero. Por ello, cuando tenía apenas 17 años y todavía estudiaba en el conservatorio, aceptó de buen grado el empleo ofrecido por una millonaria rusa, gran amante de la música, para pasar a ser su pianista particular y el maestro de música de su numerosa familia. La millonaria se llamaba Nadezhda von Meck, que había sido amiga y mecenas de Piotr Ilich Chaikovski durante trece años.

Es curioso que las relaciones entre esta baronesa, viuda de un importante empresario de ferrocarriles, y Chaikovski son muy bien conocidas (a pesar del hecho de que mantuvieron una relación puramente epistolar y no llegaron a verse jamás en persona). Y sin embargo pocos conocen que el gran compositor francés pasó dos veranos en la casa señorial de esta aristócrata en Plescheevo.

Como suele ocurrir en casos semejantes, el contacto del joven francés con las hijas de Von Meck dejó una profunda huella: a comienzos del verano de 1882, Debussy pidió la mano de una de las hijas, Sonia, que a la sazón tenía tan solo 15 años. Como consecuencia, el compositor se vio obligado a pasar rápidamente página en este periodo de su vida, ya que le invitaron a dejar su trabajo y a abandonar la casa.

-¡Querido Monsieur, -dijo secamente Von Meck a Debussy- no nos dejemos llevar por las emociones! Además de la música me gustan mucho los caballos. Pero eso no significa que esté dispuesta a casar a mis hijas con mi cochero.

Dos acontecimientos más ligan al compositor francés con el arte ruso: ambos tuvieron lugar en París y estuvieron relacionados con los ballets rusos de Serguéi Diaguilev. En 1911, por encargo de la famosa bailarina Ida Rubinstein, Debussy compuso el ballet-misterio ‘El Martirio de San Sebastián’, obra que no tuvo gran éxito a pesar de la pléyade de estrellas que participaron en ella (el libreto fue obra de Gabriele D´Annunzio y la escenografía de Lev Bakst).

En 1912 se estrenó con gran escándalo La Siesta del Fauno, ballet en un acto del bailarín Vaslav Nijinsky con música basada en un preludio del mismo nombre de Debussy. El erotismo descarnado y la ruptura radical con la tradición clásica que suponía el arte plástico de Nijinsky como coreógráfo y bailarín produjeron un gran revuelo incluso ante un público tan sofisticado como el de París. El público acudía en gran número a las representaciones, pero la crítica fue demoledora. Al compositor tampoco le gustó el espectáculo, llegando a considerar a Nijinsky como un joven salvaje y un genio vicioso.

En 1913, Debussy visitó Rusia por última vez, dirigiendo con gran éxito la orquesta de Kusevitsky en San Petersburgo y Moscú.

En busca de la armonía en su vida personal

Desconocemos si su romántico enamoramiento de Sonia von Meck fue el primero en la vida del compositor, pero lo que sí está claro es que no fue el último. Debussy llevaba una vida bohemia, sembrada de relaciones sentimentales más o menos prolongadas y más o menos casuales. A pesar de su carácter difícil, las mujeres le amaban y el trataba de corresponderlas, pero todo parece indicar que la fidelidad no se contaba entre sus virtudes.

Con Gabrielle Dupont vivió diez años y se puede decir que le mantenía; sin embargo, harta de sus constantes infidelidades, llegó a intentar suicidarse, teniendo que ser internada en un hospital. Un tiempo después Debussy dejó a Gabrielle y se casó con su amiga la modelo Rosalie Texier. El matrimonio, en una situación financiera calamitosa, se prolongó durante cinco años y también acabó con disparos.

Después de que el compositor la dejara por una mujer casada de su edad, Emma Bardac, Rosalie intentó quitarse la vida disparándose dos balas en el pecho: los médicos lograron extraer una de ellas, pero la otra quedó en su cuerpo para siempre, como recuerdo de ese matrimonio infeliz. En 1905, Emma le dio a Debussy su única hija y en 1908 formalizó su divorcio y se casó con él. El marido de Emma era un banquero, de modo que al divorciarse mantuvo una buena condición económica.

Aparentemente, solo en este periodo de su vida Debussy encontró una cierta armonía. Pero no por mucho tiempo: en 1909 le diagnosticaron cáncer del intestino. La enfermedad vino acompañada de intensos dolores y estropeó los últimos años de vida del compositor. En 1916 le fue practicada una operación que le supuso un cierto alivio pero solo durante un corto periodo de tiempo. En 1918, durante los bombardeos de París por parte del ejército alemán, Claude Debussy falleció.

Desde el punto de vista musical, la búsqueda de nuevas formas armónicas se convirtió en uno de los fundamentos de la obra del compositor. Ya en el conservatorio entró en conflicto con sus maestros, que pretendían limitar sus experimentos con la armonía.

Debussy creía en una suerte de “álgebra de la armonía” y consideraba la música como una aritmética del sonido, del mismo modo que la óptica es la geometría de la luz.

El compositor Arthur Honegger, hablando de los tres bocetos sinfónicos de 'La Mar', consideraba que en ellos “cada nota, cada timbre está perfectamente pensado y sentido para producir una emoción”.

La pianista francesa Marguerite Long escribió: “Nunca más después de Debussy se tocó el piano de la misma forma que se había hecho anteriormente. Nos dejó sentir las infinitas vibraciones emocionales de su alma y lo hizo de una manera que desarmaba. De esta increíble capacidad de sentir proviene el efecto que tiene su música, su sorprendente don de la seducción. Su manera de escribir y algunos métodos armónicos no tienen ninguna importancia. Es eso lo que no supieron entender sus numerosos imitadores”.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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