A la ciudadana rusa Anastasia Zavgoródniaya los servicios sociales de Finlandia le han quitado recientemente a sus cuatro hijos, incluido un bebé que tenía una semana.
Se le permitió ver a sus hijos una vez al mes a través de una reja. El bebé fue privado de la leche materna y a los niños mayores, se les prohibió hablar con su madre en ruso. Estas noticias no parecen otra cosa que una descripción de los métodos nazis.
El encargado de los derechos del menor de Rusia, Pável Astájov, le envió al presidente Vladimir Putin un mensaje solicitando que “sean tomadas medidas drásticas de carácter económico, político y jurídico”. La gente indignada propone boicotear los productos finlandeses y los padres asustados reúnen firmas para evitar la introducción en el país de la justicia de menores.
“No tenemos una idea muy clara de lo que será la justicia de menores, pero si se nos llega a quitar a nuestros bebés, no queremos estos valores occidentales”, señalan.
Según las palabras de Anastasia, todo empezó cuando la su hija de seis años comentó en el colegio que “papá le había dado un azote”. La profesora no tardó en informar a los servicios de tutela. En Finlandia se considera que este método de educación de los niños pone en peligro la seguridad del menor en una familia.
Más tarde se supo que había algo más que un azote: a la niña se le había detectado una conmoción cerebral. La madre de la niña insistía en la versión de una caída en el colegio y en que la profesora había iniciado todo el procedimiento, involucrando a los servicios sociales, para quitarse la responsabilidad.
Nadie sabe ni sabrá qué era lo que había ocurrido en realidad, pero la historia, independientemente de su final, ha puesto de manifiesto la existencia de dos problemas muy importantes. El primero consiste en si sería posible en Rusia el funcionamiento de la justicia de menores. ¿Estaríamos preparados para permitir que a un menor se le saque de su familia en caso de tan solo una sospecha o, más preocupante todavía, su propia queja de malos tratos y escasa atención por parte de los padres? Sin lugar a dudas, no estamos preparados para ello. En Rusia el castigo físico de los niños nunca se ha visto como algo criminal.
Diferentes sondeos de la opinión pública revelan que más de la mitad de los rusos creen posible el uso de este tipo de castigo. No están hablando, por supuesto, de pegar a los niños con un cinturón, pero ven como una medida preventiva algún que otro azote o cachete.
Los organismos competentes de Finlandia parecen estar al tanto de este hecho. En caso de Anastasia se podría haberlo achacado todo a la procedencia de su marido que había emigrado de Sudán. Pero la atención se fijó en que era rusa.
Pavel Astájov asegura que los servicios sociales finlandeses están obligados a reaccionar con especial atención a los datos preocupantes sobre familias rusas. Según el responsable de los derechos del menor, en la página web del Ministerio de Sanidad de Finlandia, donde residen bastantes rusos, está indicado que “en Rusia la violencia contra los menores es recomendada por las autoridades y no se considera un delito”. Esta declaración es calificada por Astájov como ofensiva.
Y la segunda conclusión que deberíamos sacar de esta historia: al criticar a los inmigrantes que están intentando implantar por doquier sus tradiciones, habríamos de pensar en nuestros compatriotas, que a menudo e injustamente caen en el extranjero víctimas de prejuicios.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
