Una memoria incómoda llamada Stalin

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Rusia celebró el pasado 30 de octubre el Día de Homenaje a las Víctimas de las Represalias Políticas, un dramático fenómeno histórico que tuvo lugar en el país en el siglo XX.

Rusia celebró el pasado 30 de octubre el Día de Homenaje a las Víctimas de las Represalias Políticas, un dramático fenómeno histórico que tuvo lugar en el país en el siglo XX.

En esta fecha, centenas de personas se congregaron para encender velas y leer nombres de los fusilados en la plaza Lubianka, cerca del monumento Piedra de Solovkí instalado en homenaje a las víctimas de las represiones frente al edificio que albergaba a la KGB.

Este año, en esta acción conmemorativa participaron más personas que antes. Centenas de rusos acudieron a rezar el oficio de difuntos y posteriormente leyeron nombres de los ejecutados en el polígono de Bútovo en las afueras de Moscú, lugar donde fueron fusiladas decenas de miles de personas durante el gobierno de Stalin. Esta ceremonia tuvo lugar por primera vez en Bútovo.

El homenaje a las víctimas de las represiones estalinistas se rindió asimismo en Tula (ciudad situada a 165 kilómetros al sur de Moscú), Norilsk (en el círculo polar ártico), y otras ciudades de Rusia. En la ciudad de Blagovéschensk, capital de la provincia rusa del Amur (Lejano Oriente) se inauguró un nuevo monumento para honrar la memoria de las víctimas de represiones.

Miles de personas rindieron homenaje a sus padres, abuelos y  bisabuelos que fueron víctimas de la violencia contra la población establecida por el Estado. ¿Eran solamente miles en un país con 140 millones de habitantes donde millones de personas inocentes fueron fusiladas o torturadas o que murieron en las cárceles y campos de trabajos forzados y cuyos derechos fueron infringidos? ¿Por que tan pocos rusos recuerdan la tragedia de nuestro pueblo?

Es un día extraño y una situación extraña. Sería injusto decir que Rusia no honra la memoria de las víctimas del terrible siglo XX.  Se estableció la fecha conmemorativa, se fundaron muchos museos dedicados al tema, en varias ciudades de Rusia se yerguen monumentos, capillas, catedrales en homenaje a estas víctimas.

El presidente ruso, Vladimir Putin, depositaba flores al pie de tales monumentos y visitó el polígono de Bútovo, donde se erigió una catedral en honor de los nuevos mártires rusos junto con un museo en el que se exhiben objetos personales y fotografías de los fusilados, así como el calzado encontrado en las tumbas, etc.

Y cada año, en el cuarto sábado después de la Pascua de la Resurrección, el Patriarca de Moscú y toda Rusia reúne allí a los clérigos de la capital rusa a celebrar oficio religioso, como lo hacían los primeros cristianos  en los féretros de mártires.

Pero es imposible comparar el tributo que se rinde a las víctimas de represiones políticas con el homenaje a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial, que sufrieron un daño proporcional. O con lo que pasa en la capital armenia de Ereván cada 24 de abril, cuando se conmemora a las víctimas del genocidio armenio en el Imperio Otomán. O con el modo de honrar la memoria de las víctimas de genocidio de los judíos por los nazis en los campos de exterminio.

Pasados más de 55 años después del inicio del periodo llamado de la ‘desestalinización’ abierto por el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en 1956 y más de 20 años después del colapso de la URSS en 1991, tan sólo los entusiastas siguen rindiendo tributo a las víctimas de la época soviética. No es una tradición nacional, mientras que la mayoría de los rusos ni siquiera quieren pensar sobre estas víctimas.

Según las encuestas realizadas por la Fundación de opinión pública (FOM, por sus siglas en ruso), durante los últimos diez años, el número de ciudadanos de Rusia que niega las represiones masivas creció del 8% al 16%, mientras que el número de los rusos que reconocen este hecho histórico se redujo del 75% en 2001 al 62% en 2012.

Un 41% de los rusos no puede responder a la pregunta sobre las causas de las represiones, mientras que un 51%  admite la posibilidad de su repetición.

¿Se puede considerar que la Piedra de Solovkí instalada en el centro de Moscú es suficiente monumento en homenaje a las víctimas de represiones estalinistas? ¿No deben los presidentes rusos y extranjeros, así como los escolares, depositar flores cerca de las fosas del barrio moscovita de Bútovo o el poblado de Komunarka, a varios kilómetros de Moscú, donde están enterrados decenas, si no centenas, de miles de nuestros compatriotas?

Es un asunto complicado y una herida abierta.

Ante todo, no se puede acusar de causar todas estas víctimas a un enemigo externo, por ejemplo a comunistas rusos, como hicieron con éxito los ciudadanos de los países del Báltico o Polonia.

Además, una gran parte de la sociedad rusa sigue asociándose con el pasado soviético y se desengañó de los llamados ‘demócratas’ que destronaron el estalinismo a finales de los ochenta.

Según los historiadores, las represiones masivas no se iniciaron en la época del gobierno de Stalin sino anteriormente. Pero aún hoy en día la declaración mal fundada de exlíder soviético Nikita Jruschov de que el primer dirigente soviético, Vladímir Lenin, era bueno y el segundo, Iósif Stalin, era malo es criticada por los partidarios del patrimonio imperial soviético. 

Incluso los políticos actuales con reputación de liberales consideran casi un sacrilegio la posibilidad de cambiar algo relacionado con el nombre de Lenin. Recordemos al viceprimer ministro ruso, Arkadi Dvorkóvich, que hace poco confesó en público que no se había atrevido a cancelar un decreto relacionado con redes eléctricas firmado por Lenin.

Se puede encontrar un consuelo en el hecho que no solo Rusia afronta este problema. Aunque se suele comparar la desestalinización con la desnazificación alemana, esta comparación parece incorrecta. La desnazificación tuvo lugar en el país que perdió la guerra y este proceso se realizó bajo el control de las autoridades de ocupación.  Los propios ciudadanos de Alemania la aceptaron solo varias décadas después.

La situación es aún más complicada en España, que sufrió un régimen franquista. Allí se callan muchos hechos también, los ciudadanos no coinciden respecto a la necesidad de exhumar los restos del dictador Franco y trasladarlos a otro lugar. Además, en varias ciudades pequeñas de España se puede encontrar plazas nombradas en honor de Franco hasta hoy en día.

Los rusos tienen la mentalidad de vencedores y les ha sido impropio construir su identidad nacional en torno a las víctimas del propio régimen, como se puede observar en el ejemplo de los armenios, judíos o serbios. ¿Es posible que esto no se repita siempre?

"Es un trauma terrible que desfiguró a la nación. Nuestro Estado y Gobierno temen abordar este problema y alguien hasta propuso la idea de proclamar a Stalin como héroe nacional”, dijo el politólogo Serguei Kargánov que encabeza el grupo de trabajo para la memoria histórica del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia.

 “Pero la causa principal consiste en que la mayor parte de la sociedad teme reconocer el pecado de sus padres y abuelos. Se realizó un genocidio cuando una parte de la población (que no era la mejor) exterminaba a la otra (la mejor)”, añadió.

Según Kiril Kaleda, arcipreste de la catedral de los nuevos mártires rusos en Bútovo, cuyo abuelo, mártir sagrado Vladimir Ambartsumov, fue fusilado y enterrado allí, la causa de esto es más profunda. “Esta memoria es incómoda, nos obliga a vivir de otro modo y no lo queremos”, dijo.

“A principios del siglo ХХ, nuestro pueblo se hizo ilusiones de que era posible crear un paraíso en la Tierra y derramó sangre sufriendo muchos daños”, dijo Kaleda.  “Ahora la mayoría de los rusos persiguen el objetivo de lograr la prosperidad. No se consiguió construir el paraíso en la Tierra, pero hoy queremos crear un paraíso en nuestros pisos o nuestros terrenos. Y si nos damos cuenta de que todo lo anterior fue erróneo, esto significará que nuestra actitud actual es impropia también. Y tendremos que cambiar de modo de vida”, añadió.

Mientras, no le parece extraño a nadie que las ceremonias fúnebres se celebrasen en Bútovo, que se ubica en el barrio de la provincia de Moscú nombrado en honor de Lenin.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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