La ‘revolución naranja’ es imposible en Rusia

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Está acabando el primer año de intensa actividad de los descontentos en Rusia. Los servicios sociológicos decidieron evaluar los resultados de este período.

Está acabando el primer año de intensa actividad de los descontentos en Rusia. Los servicios sociológicos decidieron evaluar los resultados de este período.

Según el Centro de Estudios de la Opinión Pública (VTSIOM por sus siglas en ruso) en este año se ha reducido el número de quienes estaban dispuestos a participar personalmente en las acciones de protesta, el 10% contra el antiguo 13% y también el de quienes no tenían ninguna intención de participar en nada, el 17% contra el 27% de hace un año.

Los expertos del centro de estudios Levada no comparten la opinión de que haya tantos desilusionados con las protestas, dado que sus índices han ofrecido un descenso poco significativo. El número de los adversarios de las acciones de protesta se ha duplicado, de acuerdo con el VTSIOM. Y no ha sufrido importantes modificaciones, en la versión del Centro Levada.

Con todas las discrepancias de carácter ideológico y estadístico, ambos estudios confirman el hecho de que los ánimos de protestas se van relajando, algo que suponían incluso los espíritus más románticos. Los ritmos del mencionado proceso, sin embargo, son considerablemente más lentos que los pronosticados por los escépticos.

Las megalópolis decepcionadas y las provincias revolucionarias

Según ha anunciado el Centro Levada, son algo menos numerosos quienes creen en la capacidad de las acciones de protesta para mejorar la situación y más numerosos los que creen que la oposición carece de un programa bien elaborado. Pero tampoco es ninguna revelación.

Un dato curioso representa la respuesta a la pregunta de quién estaría dispuesto a lanzarse próximamente a las calles en una acción de protesta. Estaría dispuesto a hacerlo el 22%, contra el 14% del pasado julio. Así opina el experto del Centro Levada, Denís Vólkov: “Los mítines gozan de mayor apoyo en las ciudades grandes, entre las capas más acaudaladas de la sociedad. Y en la provincia la gente se muestra más dispuesta a salir a la calle en una marcha de protesta, y eso es porque siente que las tensiones aumentan”. Es decir, los lemas, la lucha de las ideas y unas elecciones honestas parecen más importantes a quienes, decepcionados por los líderes de la oposición, no irían a los mítines pero simpatizan con la idea. Los ciudadanos que no sienten ningún afecto por los mencionados líderes de la oposición, tampoco saldrían por ellos a la calle. Lo hacen por la irritación que les provocan problemas concretos, el aumento de las tarifas de los servicios municipales, los cada vez más escandalosos sobornos y las cada vez más destrozadas carreteras. Y estos factores irritantes no se asocian obligatoriamente en su mente a la falta de democracia.

Ésta parece ser la naturaleza de las protestas: no importa quién asuma el liderazgo, porque nadie espera nada de esta persona. Lo que sí importa es la posibilidad de demostrarles a las autoridades el descontento popular, incluso si no existe confianza alguna en que se obtengan resultados.

Y es una situación muy diferente de la idea de la Revolución Naranja que solemos percibir erróneamente como una rebelión contra el poder legítimamente electo, promovida y financiada por “Occidente u otros enemigos de Rusia”. Porque precisamente de esta forma es visto actualmente cualquier acto de la oposición.


El Comité de Investigaciones alerta de la “amenaza naranja”

Según se desprende de un comunicado del Comité de Investigaciones de Rusia, Serguéi Udaltsov, uno de los líderes de la oposición, junto con algunos compañeros, estaba preparando el terreno para una 'revolución naranja' en Rusia. Se señaló, además, que el político georgiano, Guivi Targamadze, además de financiar, había dirigido los disturbios ocurridos el 6 de mayo de 2012 en la céntrica plaza Bolótnaya de Moscú.

Se anunció también que en el mapa de la futura revolución figuraba la capital ucraniana, la ciudad de Kíev, adonde supuestamente había intentado escapar Leonid Razvozzhaev, otra figura de la oposición sospechosa de ánimos conspiratorios. Hubo también, "visitas organizadas a Lituania de un grupos de ciudadanos rusos para su participación en un seminario dedicado a la toma del poder en el transcurso de las revoluciones de colores que habían tenido lugar anteriormente en otros países”.

Y no es cuestión de que los mencionados hombres sean conocidos aventureros políticos, ni siquiera de que el curso haya sido el típico programa de formación de monitores en las elecciones. La cuestión es que se quiere tomar por la 'revolución naranja' algo que no lo es en absoluto. Porque Serguéi Udaltsov, haga lo que haga, si alguna relación tiene con “el color naranja” es la de su completo opuesto.

Una Revolución Naranja, en caso de producirse, podría ser para nuestro país la salida de la crisis en la que, según todo parece indicar, se está sumergiendo. Bueno, si entendemos bajo esta expresión lo que realmente significa.

En contra de la creencia común, la 'revolución naranja' no es una toma armada del poder, sino la modificación de las normas del juego, a la que parte de la élite política incita a otra parte de la élite política, ésta última interesada en mantener el status quo.

Si la parte que buscar los cambios consigue atraer a su lado las masas populares, las protestas pasan a tener sentido y a perseguir unos objetivos concretos y no tienen por qué volverse violentas. Se suelen volver violentas allí donde todo había empezado al revés, con una rebelión campesina acabando en un golpe de Estado, como en Kirguizistán, por poner un ejemplo. Pero en Rusia eso no entra en los planes de ninguno de los bandos.

La 'revolución de las rosas' que se produjo en Georgia no necesitó de preparativos previos y Kiev en su momento pudo perfectamente sin la ayuda de Guivi Targamadze. En Tbilisi un líder anciano estaba demorando demasiado el nombramiento de su sucesor y los pretendientes a este cargo tuvieron que forzar un poco los acontecimientos. En Kiev Yulia Timoshenko y Víctor Yúschenko supieron ganarse bastantes partidarios como para empezar a parecer una oposición, verdadera y digna de las masas reunidas en la Plaza de la Independencia.

Las plazas a las que acude la gente en acciones de protesta tienen un papel secundario y meramente decorativo, pero no por ello poco importante, porque ayudan a conceder suprema legitimidad al cambio de las reglas del juego. Esta legitimidad más tarde se confirma en las elecciones, celebradas, como no podía ser de otro modo, en un ambiente de euforia revolucionaria.


Doscientas palabras sobre la Marcha de la Libertad

Para Rusia un “cambio naranja”, aunque completamente hipotético, podría ser protagonizado por el exvicepresidente del Gobierno y exministro de Finanzas del país, Alexéi Kudrin, por poner un ejemplo. Al parecer, algunas expectativas de este tipo sí que se respiraban durante las protestas. No pudo ser.

La gente acudió marchó “contra las elecciones deshonestas”. Sin embargo, a diferencia de las verdaderas revoluciones de colores, no hubo nadie que representara a la justicia ofendida. En Kiev nadie se hizo demasiadas ilusiones acerca de Yulia Timoshenko, pero al menos era vista como una posible líder. En Moscú ni siquiera hubo de eso.

No se les pedía mucho a quienes subían a la tribuna, de modo que no quedó lugar para decepciones, al menos en la capital. Y en la provincia nadie se desilusionó, en primer lugar, porque allí nadie se ilusiona con nada.

Las autoridades seguramente consideraban la posibilidad de que de repente apareciera alguna figura capaz de liderar el movimiento. Apareció Serguéi Udaltsov. Les vino bien a quienes buscan asustarnos con un 'guión naranja'. Su nombre no se aprovechó para desacreditar a la oposición, que ella misma se aplicó a fondo para conseguirlo, sino para hacernos creer que era el rostro de la 'revolución naranja'.

Y, sin embargo, Udaltsov es la imagen de todo lo 'anti naranja', pero sólo lo ve la poca gente que distingue entre Kiev y Bishkek. Sus supuestas conspiraciones en Ucrania, Georgia y Lituania son un cebo, lo que quedaba era esperar que se comportara según lo previsto. Y Udaltsov no defraudó las esperanzas. Después de las protestas del pasado 6 de mayo, los temerosos de los fantasmas naranjas podían olvidarse de sus miedos: ningún político que se tomara en serio subiría ya a la tribuna de la oposición.

Y a los líderes que están dirigiendo las protestas durante este año las autoridades no les tienen ningún miedo. Será este el resultado del primer año del movimiento de protesta en Rusia: el poder no teme la revolución y nadie espera ya nada de la oposición.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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