La 'ley Magnitski' y la ‘paz fría’

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Winston Churchill decía que Estados Unidos toma buenas decisiones sólo tras haber probado todas las demás.

Winston Churchill decía que Estados Unidos toma buenas decisiones sólo tras haber probado todas las demás.

El senador James William Fulbright creía que los estadounidenses repiten muchos errores ya cometidos antes por otros sólo por menospreciar la posibilidad de que les podría acaecer nada semejante. Y estaba convencido de que las causas de las dificultades de EEUU en Vietnam proceden “no de una falta de poder, sino de un exceso de fuerza utilizado erróneamente”.

El doctor Nikko Caldoraru (Universidad de San Francisco) sugiere que en la actualidad Estados Unidos persiste en el mismo error. En lugar de ser fuerte, su actitud se caracteriza por una impotencia militar y una parálisis interna.
Según él, es un concepto diferente de la “excepcionalidad estadounidense” que se podría denominar “parálisis de la fuerza”.

Estas reflexiones van en consonancia con las recientes declaraciones del conocido historiador de EEUU, Steven Cohen, cuyos comentarios con respecto a la ‘ley Magnitski’ podrían aparecer en la portada del libro de Fulbright con el título revelador de ‘La arrogancia del poder’.

En una entrevista concedida a la Voz de América Cohen dijo: “Estados Unidos, se vistió con la toga de juez y se dispuso a decidir qué está bien y mal en Rusia. Sin ningún fundamento legal, la ideología lo determina todo.
Estados Unidos cree que tiene derecho a dictar su voluntad a Rusia en instruirla en materia de libertades ciudadanas. Aunque es mucho más fácil conseguir autorización para convocar una manifestación en Moscú que en Chicago”.

Hablando de la “parálisis política” el historiador señala que el Congreso de EEUU ha perdido su papel como organismo corrector de las directrices de la política exterior del país. Según él, desde la época de la guerra en
Vietnam el Congreso no tomó ninguna decisión de peso en este ámbito: “Los congresistas simplemente aprueban las decisiones de la Administración. ¿Quieren hacer guerra en Irak? Claro que sí. ¿Iniciamos una operación militar en Afganistán? Visto bueno. El Congreso, de hecho, dejó de proponer iniciativas diplomáticas”.

Steven Cohen califica la ‘ley Magnitski’ de venganza disfrazada de la justicia. La mayoría republicana de la cámara baja se está vengando de las elecciones perdidas y de Obama, que había estado frenando este proyecto de ley durante mucho tiempo: “Ahora los congresistas pretenden detectar en Rusia a los ‘chicos malos’ y castigarlos. Es una locura que recuerda la actitud de un grupo de gamberros borrachos”.

A primera vista las duras sanciones que Moscú introdujo a modo de respuesta confirman la conclusión de Cohen, que afirma que “estamos al borde de una nueva Guerra Fría”. El primer paso hacia ella fue la aprobación de la ‘ley Magnitski’. El segundo, el emplazamiento del escudo antimisiles de EEUU cerca de las fronteras de Rusia.

Es notable que los medios europeos lancen cada vez más críticas contra la postura de la “última superpotencia”.
Según algunos analistas, China y Rusia son los dos ejemplos más vivos de cómo Occidente abusa de la retórica de los derechos humanos para promover sus propios intereses.

Poco a poco se está haciendo evidente que las acusaciones contra China y Rusia causan un efecto muy limitado y no son capaces de provocar “revoluciones de colores” en estos y otros países. “El único resultado de la política occidental que los critica por la violación de los derechos humanos,  será la intensificación de la cooperación entre ellos y el cierre para los estados occidentales de los mercados emergentes”, escribe un periódico escandinavo.

En el artículo citado se dice además: “Si queremos tener relaciones con personas en otras partes del mundo no debemos mandarles cómo tienen que funcionar. La época de la ‘exportación de la democracia’ terminó y los pueblos de diferentes regiones del mundo viven como quieren o pueden”.

Difícilmente se puede esperar que el presidente de EEUU, Barack Obama, cambie bruscamente la táctica estadounidense de ‘fuerza suave’. No obstante, se verá obligado a dar unos pasos que modifiquen su aplicación.
Obama, a estos efectos, se podrá apoyar no sólo en los cada vez más numerosos aliados que critican la herencia neoconservadora, sino también en sus partidarios en Europa.

Por otra parte, el Partido Republicano de EEUU ya no es tan centrista como para encontrar un lenguaje común con el equipo centrista de Obama. Como dijo acertadamente un analista ruso, para los republicanos de hoy en día, “incluso el centrista moderado que es Obama equivale a un comunista”.

"En tiempo de guerra, cualquier hoyo es trinchera”. El abismo ideológico que se va abriendo entre los republicanos y los demócratas en EEUU desata las manos al presidente, que es consciente de la imposibilidad del compromiso en cualquier caso. Al mismo tiempo apareció gente capaz de integrarse en los círculos dirigentes para elaborar nuevos enfoques, dispuesta a  los ataques ideológicos de los neoconservadores y proponer un camino alternativo.

No estoy de acuerdo con la conclusión de Steven Cohen en cuanto a que estamos al borde de una nueva Guerra Fría. Más bien estamos presenciando el inicio de una gran confrontación interna de Estados Unidos en materia de la política tanto exterior como interior.

Es evidente que la unanimidad de los dos partidos en sus evaluaciones de la política mundial y la estrategia global de EEUU, tan característica de los años de la Guerra Fría, se va quedando en el pasado. Sin embargo, el historiador estadounidense tiene razón cuando habla de una tendencia de ir hacia una “paz fría”, o incluso “muy fría” entre Moscú y Washington.

Así que Obama tendrá que decidir si modifica su postura con respecto al emplazamiento del escudo antimisiles. O, en otras palabras, si va a cumplir la promesa dada en su momento a Dmitri Medvédev de tomar en consideración la opinión del Kremlin una vez celebradas las elecciones.

Hacerlo significaría arrojar un guante en la cara de los republicanos de derechas. Obama no lo hará a corto plazo por motivos tácticos, pero tarde o temprano tendrá que tomar esta decisión. Además, a la batalla tendrá que empezar. Y tendrá que ser con un cañonazo, no una picadura de mosquito.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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