Rusia y EEUU: lo objetivo que los une y lo subjetivo que los separa

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Fiodor Lukiánov - Sputnik Mundo
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Barack Obama empieza su segundo mandato como presidente de EEUU, centrado en la herencia que dejará.

Barack Obama empieza su segundo mandato como presidente de EEUU, centrado en la herencia que dejará. Ésta, a su vez, dependerá en primer lugar, de cómo contrarrestará Obama los desafíos internos: desde la limitación del derecho a poseer armas -el tema que abre su segunda presidencia- hasta los candentes problemas financieros, de la deuda, de justicia social, etc.

Mientras tanto, en la política externa a Obama también le esperan tiempos difíciles, y la evaluación de su lugar en la historia de EEUU y del mundo dependerá de cómo podrá manejar las acuciantes crisis internacionales. Igual que para cualquier otro presidente estadounidense, el que EEUU debe mantener el liderazgo mundial es un axioma para él.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de sus oponentes, que consideran que para restablecer la gloria de tiempos pasados basta con aplicar mano dura, se da cuenta de que las condiciones han cambiado mucho. El mundo actual es tan complicado y no lineal, que la presión y una mano dura entrañan riesgos mayores: a menudo el resultado se vuelve contrario a lo esperado. Por eso la precaución de Obama, por la que sus críticos le tildan de débil o hasta cobarde, en realidad es signo de prudencia e intento de minimizar los riesgos.

Obama no es partidario de hegemonía abierta, ni de intervención agresiva en otros países, aunque no logró evitarla del todo en el curso de su primer mandato: así es EEUU. Opta por la diplomacia y por instituciones multilaterales, con cuya ayuda EEUU pueda endosarle a alguien más una parte de la carga de resolución de las crisis mundiales.

Obama cree en la posibilidad de unos acuerdos sólidos (aunque no necesariamente duraderos) con los países que no sean aliados. Más aún, con Charles Hagel como Secretario de Defensa entre los aliados del presidente aparece un partidario del diálogo con enemigos jurados: Irán, Hamas, Hezbolá. La Casa Blanca ya declaró que se propone retirarse de Afganistán antes del plazo establecido (que ya había sido censurado por ser muy apresurado) y dejar allí un contingente muy reducido (también objeto de críticas).

Pues bien, el primer mandato de Obama mostró que el percibir la realidad adecuadamente no es lo mismo que saber qué hacer. A partir de finales de los 2000, la política exterior de EEUU va reaccionando a los impulsos que se le ofrecen, apenas proponiendo sus propios planes estratégicos. Creo que un plan convincente es imposible como tal, ya que la situación internacional es impredecible.Pero la cúpula estadounidense no puede reconocerlo, pues sería lo mismo que reconocer que EEUU no es dominante en el mundo sino que tan sólo es un país que aun siendo el más poderoso, queda tan impotente frente a los procesos incontrolados como los demás países.

Oculto tras la retórica de un Estado-líder, Obama, probablemente, se pondrá a reducir poco a poco las ambiciones, a escoger las direcciones primordiales y a determinar los temas de interés secundario que puedan ser relegados. Asia, ante todo a la luz del crecimiento de China, va, nolens-volens, a ocupar un lugar cada vez mayor en la política externa, mientras que algunos temas tradicionales quedarán inevitablemente en el segundo plano. Como, entre otros factores, la administración se guiará por la necesidad de reducir los gastos, ya será imposible mantener el mismo nivel de actividad global.

En estas condiciones, Rusia, en teoría, es el socio casi ideal para EEUU. Ya no queda en realidad nada de la oposición de los tiempos de la guerra fría. A medida de su desaparición va disminuyendo la importancia del principal escenario estratégico de aquella época, Europa, donde la inercia de la confrontación se siente más. Aunque los roces por diferentes conflictos regionales a veces parecen críticos (como los de Siria hoy), en esencia es una norma para relaciones entre grandes potencias no aliadas. En cualquier caso, estos desacuerdos no amenazan con el drástico empeoramiento de relaciones bilaterales, a diferencia de la situación que  existió hace cinco años a raíz de la guerra cono Gergia. 

Al mismo tiempo, Rusia sigue poseyendo la “acción de oro” respecto a diferentes cuestiones de importancia para EEUU. La situación parece ideal para mantener negociaciones y alcanzar consensos, tanto más si, como hemos comentado, Obama está dispuesto pactar con unas transacciones necesarias para el país.

Sin embargo, las relaciones ruso-estadounidenses han vuelto paradójicas con el inicio del segundo mandato de Obama. Rusia no figura entre los temas primordiales, pero es esencial para el presidente personalmente, porque espera, con ayuda de Moscú, avanzar en la resolución de sus cuestiones de primer orden. Aunque tanto la Casa Blanca, como el Kremlin no desean conflictos, a finales del 2012 estalló uno muy fuerte, relacionado con la 'ley Magnitski' y la respuesta rusa que provocó.

La situación se agravó hasta más no poder sin razones objetivas: no aconteció en los últimos años nada que revelara discordias fundamentales. Esta colisión parlamentaria parece pertenecer más a la esfera virtual o emocional, pero resulta que en el ambiente internacional, inexplicable a la razón, el cómo los interlocutores se perciben a sí mismos y a sus  contrapartes constituye un factor material.

La polémica sobre la 'ley Magnitski' y la extraña venganza por parte de Moscú gira en torno al tema de la soberanía: hasta qué grado los procesos y asuntos internos pueden ser objeto de discusión externa. La trágica historia del jurista ruso Serguei Magnitski por pura casualidad sirvió de fundamento para la colisión, si no fuera por ésta, habría alguna otra razón.

No creo que venga una nueva ola de empeoramiento de relaciones, las pasiones de diciembre se calmarán dejando un regusto desagradable.Pero tampoco cabe esperar progreso en las relaciones. Rusia y EEUU carecen de una agenda que corresponda a las tareas del presente y del futuro. En Washington esperan realizar un 'reinicio 2', un desarrollo del diálogo dedicado a los temas que permitieron alcanzar cierto éxito en los 2009-2010. A

Ante todo, se trata de las futuras reducciones de armas nucleares. Pero Rusia no piensa en hablar de nuevos acuerdos en esta esfera: ya está feliz con lo que hay. Esta es la disposición existente, y no está claro cómo salir de aquí.

Las negociaciones sobre la estabilidad estratégica siguen sirviendo de eje central, y ningún otro tema puede sustituirlas. La experiencia de los 2000 ha mostrado que cuando una de las partes (como la administración de Bush, en aquel caso) pierde interés por la reducción de armas nucleares, en las relaciones empieza una degradación peligrosa. Y por ahora nadie sabe cómo remediarlo.

Mientras tanto, la impredecible situación internacional no dejará de contribuir al empeoramiento de las relaciones, estimulando la suspicacia y el recelo e impidiendo una cooperación en aras de la solución de problemas comunes. 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 *Fiodor Lukiánov, es director de la revista Rusia en la política global, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

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