El ranking de Rusia en DDHH no es imparcial

© Foto : Maxim Konyaev, la agencia PR+SportLas clasificaciones internacionales suscitan desconfianza
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El principio del año parece ser un momento inmejorable para hacer el balance del año pasado, confeccionando con este fin todo tipo de clasificacioness y listas.

El principio del año parece ser un momento inmejorable para hacer el balance del año pasado, confeccionando con este fin todo tipo de clasificacioness y listas.

En caso de evaluarse algo positivo, Rusia se suele encontrar entre los últimos de la fila, liderando sin embargo las listas dedicadas a fenómenos negativos. Ello, por supuesto, no deja de desanimar tanto a las autoridades rusas, como a los ciudadanos de a pie. Pero si uno conociera el mecanismo de la redacción de estos 'rankings', dejaría de ponerse triste de una vez por todas.

La organización Reporteros sin Fronteras hizo público el pasado martes el 'ranking' anual de países, en función del grado de la libertad de la prensa. El mismo día otra organización, Transparency International, presentó su Índice de Política Estatal Anticorrupción en el Sector de la Defensa, de hecho es un 'ranking' anticorrupción de la industria militar.

En ambas listas Rusia permanece muy al final, hecho que no deja de resultar doloroso para la mayoría de nosotros: bien porque se nos ha vuelto a calumniar, bien porque nos ha tocado vivir en un país así.

Pero si no nos dejamos llevar por el orgullo herido y vemos cómo han sido redactadas estas listas, la ofensa se evaporará, dejando lugar a sorpresa, indignación u otro sentimiento, depende del temperamento de uno y de lo en serio que se tome todo tipo de manipulaciones.

Según contó “un defensor de los derechos humanos…"

Reporteros sin Fronteras no hacen ningún secreto del método de redacción de su clasificación: anualmente envían cuestionarios a sus “socios”, en concreto, dieciocho organizaciones no gubernamentales en cinco países, a los ciento cincuenta encuestados y a un determinado número de periodistas, abogados y activistas del movimiento de defensa de los derechos humanos. Han de ser evaluados los siguientes criterios: el pluralismo de los medios de comunicación en el país, su independencia, el ambiente en el que trabajan los periodistas y en nivel de autocensura, la legislación pertinente, la transparencia del funcionamiento de los agentes del sector y de la presentación de una noticia, el estado de la infraestructura del sector de la información y las noticias.

Para los resultados se aplican fórmulas de procedencia poco clara. Incluso el único indicador objetivo de la lista, el número de agresiones físicas a los periodistas es calculado en base a los datos facilitados por los encuestados. Sólo a partir de este año la organización ha decidido evaluar por su propia cuenta el número de casos, calificándose este cambio como una “importante modificación del método”.

Posiblemente, lo hayan hecho para evitar las embarazosas situaciones cuando la “agresión contra la libertad de la palabra” resultaba ser una vulgar pelea. Y la expresión de “violencia física” no se vincula en el informe con Rusia, a diferencia de Ucrania, donde a los periodistas se los agredió el año pasado casi en tantas ocasiones como en la época de la Revolución Naranja.

¿Deberíamos sentirnos desdichados?

A mí personalmente me entra la risa, al leer el 'ranking' de turno de los Reporteros sin Fronteras, porque llevo cerca de veinticinco años trabajando en el periodismo, me sé los secretos de la profesión y conozco a muchos compañeros de oficio de todas las tendencias, empezando por los politizados y acabando por los colaboradores de la “prensa amarilla”. Además, entre 2006 y 2012 trabajé en Ucrania y no lo hice de corresponsal enviado desde Rusia sino que formé parte de la plantilla de un medio muy “nacional”, de modo que también conozco la situación en el país vecino.
Reporteros sin fronteras nunca se ha puesto en contacto con ninguno de mis conocidos, ni en Rusia ni en Ucrania, para recibir la opinión profesional. Es posible que, de haberse pedido nuestra opinión, Rusia hubiese ocupado en la lista un lugar todavía más vergonzoso. No se sabe.

Pero no nos han preguntado, al igual que no han preguntado con toda seguridad a los periodistas finlandeses ni noruegos que, a juzgar por el índice, desarrollan su profesión en los medios más libres del mundo. No me gustaría pensar que los 'reporteros' pudieran consultar con los periodistas de un país, haciendo caso omiso a sus compañeros de oficio rusos. Y la verdad es que tampoco lo necesitan, porque para redactar una lista serían suficientes las respuestas de los encuestados de confianza.

¿Y cómo podría un periodista que esté en sus cabales evaluar según escala de 100 puntos el nivel de autocensura? ¿Se concedería unos 27, 28 o 77 puntos? La autocensura, la hay o no la hay y ya está.

'Ranking' de los aficionados a los sobornos

El segundo índice de los comentados, redactado por Transparency International está centrado en la lucha de diferentes Estados contra la corrupción en el sector militar. No conozco el objeto del estudio demasiado bien, sólo sé que el ex Ministro de Defensa, Anatoli Serdiukov, fue forzado a dimitir y que en los dos meses transcurridos desde su dimisión fue interrogado en varias ocasiones. El nuevo ministro presentó al presidente el plan de medidas que ayuden a prevenir la corrupción durante la reparación y el servicio técnico del equipo militar.

El método de la redacción de la lista tampoco ha sido muy simple y se supone que antes de la publicación, los datos han de ser verificados por expertos independientes. Incluso es remitida a los ministerios de Defensa nacionales, solicitando que sea estudiado y comentado.

El problema está en que los expertos y los ministros de Defensa emiten su criterio acerca de las respuestas a preguntas anteriormente formuladas de “los principales expertos nacionales con experiencia en dicho campo y suficiente conocimiento del país, que analizan con buen entendimiento de lo que es la corrupción o perfecto conocimiento de la élite militar y los servicios secretos del país en cuestión, o ambas cualidades”.

No existen razones para dudar de lo correctas que son las preguntas y de lo imparciales y competentes que son las respuestas. Con todo y eso el índice no se basa en indicadores objetivos, es decir, dólares, unidades de armas, contratos de suministro o sumarios abiertos al respecto, sino en las evaluaciones subjetivas. Y por buenos conocedores de las élites militares y servicios secretos que sean los encuestados y envidiable intuición para sobornos que tengan, no dejan de expresar una opinión personal.

Ello quiere decir que el 'ranking' únicamente refleja la percepción del mundo de una determinada comunidad profesional. Los 'reporteros sin fronteras' tienen su comunidad y el departamento militar de Transparency International, la suya. Y representantes de estos y muchos otros “mundillos” redactan sus listas.

El arte de convencer

¿Habría que dejar de prestar atención a los 'ranking's o, por lo menos, concederles menor importancia? No sería tarea fácil, todos se acordarán de la decepción que sentía uno al ver que su universidad estaba entre las últimas de una lista. ¿Y el 'ranking' de la revista Time? Es redactado por el equipo de la revista y, sin embargo, tiene fuerte repercusión en el mundo entero.

Todo parece indicar que lo principal en un índice no es el grado de su objetividad, sino su prestigio. Si es prestigioso, la gente le hará caso, digan lo que digan los críticos como yo. Es un verdadero arte redactar listas respetadas por el público. Creo que en Rusia no tenemos maestros en esta esfera.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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