Las contradicciones entre Rusia y EEUU se repiten en la historia

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Las relaciones actuales entre ambos países hacen recordar la historia que es capaz de explicar más que el análisis de los últimos acontecimientos. H

“Se ha quebrantado el respeto hacia aquel pueblo nuevo y sus tradiciones, fruto de la instrucción moderna. Con sorpresa se pudo ver la democracia en su cinismo asqueroso, con sus prejuicios duros, con su tiranía insoportable”, escribió sobre EEUU el gran poeta ruso Alexander Pushkin (1799-1837) en 1836 en su ensayo 'John Tanner'.

A día de hoy, tanto el Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, que descubrió un “planeta de injusticia” que se ubica al otro lado del océano, como la Duma de Estado (cámara baja del parlamento ruso) que se atreve a pronunciarse contra los abusos cometidos por EEUU, estarían de acuerdo con las declaraciones de Pushkin.La obra del escritor estadounidense John Tanner sobre el destino infeliz de los indios, población aborigen de América, que no correspondía a la imagen del Nuevo Mundo que proclamaba los principios de libertad e igualdad de derechos, causó una fuerte impresión al poeta ruso.

A lo largo de toda su historia, en general, América suscitó en reiteradas ocasiones sentimientos contradictorios y ambiguos. En las relaciones entre Rusia y EEUU hubo varios períodos. Sus intereses geopolíticos podían coincidir, como en la época de la lucha de las colonias de América del Norte por la independencia, o eran absolutamente distintos, como en la época de la Guerra Fría.

Pero desde el punto de vista ideológico, Rusia y EEUU casi siempre se consideraron como antípodas, a excepción posiblemente de un corto período después de la Revolución de febrero de 1917 en Rusia y un período un poco más largo, a principios de los 1990. Los principios de la libertad personal y democracia que proclamaba EEUU desde el momento de su fundación representaban un brusco contraste con la imagen de Rusia: país con tradiciones de autocracia donde los intereses de Estado prevalecían sobre los individuales.

Es curioso que, a pesar de las imágenes diametralmente opuestas de Rusia y EEUU, el derecho de propiedad de unas personas sobre otras haya sido abolido en ambos países casi simultáneamente. Pero esto fue una de las paradojas históricas. En todo caso, Rusia y EEUU siempre tenían intereses mutuos, entre otras cosas, porque ambas naciones consideran que son extraordinarias y deben cumplir una misión especial.

Las relaciones actuales entre ambos países hacen recordar la historia que es capaz de explicar más que el análisis de los últimos acontecimientos. Hace unos dos meses, se esperaba que la reelección del presidente estadounidense Barack Obama contribuyese a un avance en las relaciones ruso-estadounidenses. Para cuando llegó la ceremonia de su investidura estas esperanzas estaban enterradas. Tanto EEUU como Rusia no creen que otra parte sea capaz de actuar de manera eficaz y manifestar el pragmatismo que se consideraba necesario durante tanto tiempo.

Desde el punto de vista de Rusia, la conducta de EEUU es hipócrita o absurda. Si Washington quiere cooperar con Moscú en el ámbito de varios asuntos importantes, según declara, ¿por qué aprueba la llamada ‘lista Magnitski’ en un momento en el que es tiempo de entablar el diálogo? Y no se debe atribuirlo a las discrepancias entre el Congreso y la administración presidencial que no es omnipotente. Si es imposible encontrar una fórmula de compromiso dentro de EEUU, ¿qué se puede decir de los demás?

Las autoridades de EEUU creen que hacen todo lo posible para mantener la cooperación positiva con Rusia y minimizar riesgos, mientras que el Kremlin usa las relaciones ruso-estadounidenses como un triunfo en su propio juego. La Casa Blanca entiende que las elecciones en Rusia fueron un período especial, pero éstas se celebraron en marzo pasado y la ley que prohíbe a los estadounidenses adoptar a los niños rusos fue aprobado en Rusia en diciembre. Pero ¿cómo es la lógica de prohibir la adopción de niños en respuesta a las sanciones contra los funcionarios rusos?

Lo paradójico es que no haya causas objetivas para un serio empeoramiento de las relaciones entre los dos países. No hubo un conflicto que revelaría nuevas contradicciones profundas. Sí que hay discrepancias, pero son tradicionales y, en general, comunes para dos grandes potencias cuyos intereses estratégicos no coinciden. La crisis no tiene lugar en el ámbito material, sino en el ámbito de la percepción mutua.

El experto búlgaro Ivan Krastev, que estudia la dinámica de la percepción de Rusia por la comunidad europea, notó que se hace más negativa hasta en los países, como Alemania o Francia, que solían manifestar benevolencia hacia el gigante eurasiático. Pero no se trata del regreso a la imagen soviética sino a la del siglo XIX. Rusia se percibe como actor en la arena política con el que es necesario desarrollar relaciones, pero es un país ajeno desde el punto de vista de la cultura, valores, conducta e ideología. No es la aguda confrontación ideológica de la segunda mitad del siglo XX, sino una opinión de la comunidad ‘avanzada’ sobre el vecino conservador, propia de la política europea de hace unos 150 años.

En caso de EEUU esto se manifiesta de manera aun más clara. EEUU considera que es modelo a imitar, porque la idea que representa el fundamento de su sistema estatal es irrefutable.Varios países son incapaces de implantarla en su territorio, pero todos deben reconocer que es justa. En caso contrario, se considera que tal nación es inadecuada o tiene malas intenciones. Y como EEUU es el polo de la libertad, su opositor se califica como el polo de la tiranía. En este sistema, cualquier confrontación adquiere carácter ideológico.

El cambio de la imagen de Rusia es lógico. Hasta hace poco, estaba claro que Rusia, a pesar de sus discrepancias con Occidente, estaba desarrollándose en la dirección del Estado moderno plasmado en el modelo occidental de democracia. Las discrepancias no estaban relacionadas en el punto final del itinerario, sino a sus particularidades.

Cuando Vladimir Putin volvió a ocupar el sillón presidencial en Rusia, la situación cambió. Rusia no considera como ineludible la opción del desarrollo ofrecida por Occidente, sino está dispuesta a orientarse a sus propias concepciones del bien o del mal, es decir a sus propios valores y modos de implementarlos.

Si anteriormente Moscú trataba de demostrar que, a pesar de todo, cumple los criterios determinados, ahora niega su existencia.El intento de adherirse al ‘mundo civilizado’ contrario al ‘pasado soviético’ fue propio del primer período democrático tras la desintegración de la URSS. Pero este período ha llegado a su fin. El pasado soviético desaparece de la realidad política, su potencial ideológico se agotó. Pero al mismo tiempo, desaparece la convicción en que Occidente es el ‘mundo civilizado’.

¿Dónde se puede encontrar la idea para definir el concepto de la nueva identidad nacional rusa? Lo único que hay es la Rusia antes del poder soviético. No por casualidad Putin quiere recordar la época de la Primera Guerra Mundial a la que se prestaba poca atención en la historiografía soviética.

Por otro lado, las descripciones de la posible identidad nacional en reiteradas ocasiones se orientan a la imagen que tenía Rusia en el siglo XIX: un país de una gran cultura que salía al trayecto de un rápido desarrollo interrumpido por las conmociones del siglo XX.
Rusia, que mira hacia el pasado tan lejano para encontrar allí su identidad evidentemente sería baluarte del conservadurismo y fiel a las tradiciones.

La polémica suscitada en torno al papel de la Iglesia en la sociedad, la lucha contra la inmoralidad bajo la que se entiende con frecuencia la igualdad de derechos, así como la crítica del estado moral de un Occidente tolerante y secular no están dirigidos a restaurar el pasado soviético que, en esencia, fue laico y progresista, sino que son elementos de la misma tendencia.

Es el primer intento de encontrar la identidad nacional. La orientación a las tradiciones no llevará a Rusia a una nueva etapa del desarrollo. Las condiciones internas ni externas no lo permitirán. Pero el propio deseo de encontrar una idea en vez del mercantilismo carente de cualquier ideología de la década de los 2000 en Rusia es un hecho positivo.

Pero esto puede enfriar las relaciones de Rusia con Occidente, especialmente con EEUU. Porque, en las condiciones de crisis y creciente inestabilidad, el propio Occidente será fiel al modelo liberal, sintiendo que está amenazado y considerando que su mantenimiento garantizará su dominio en el futuro. Mientras, los profundos cambios sociales en EEUU y Europa aumentan la dependencia de las relaciones con los socios externos de los procesos internos.

En el siglo XIX las relaciones entre Rusia y EEUU, que en aquella época no gozaba de hegemonía, pasaron por varias etapas de su desarrollo. Pero en el ámbito ideológico EEUU siempre consideraba que Rusia es su antípoda, sobre todo en los períodos cuando en el gigante eurasiático se intensificaban las tendencias conservadoras y de defensa. La flexibilidad de EEUU es limitada. Los conceptos de ‘libertad’ en EEUU son más rígidos que la ideología soviética. Así las cosas, no habrá el segundo ‘reinicio’ de relaciones ruso-estadounidenses. El único consuelo es que ningún 'status quo' en el mundo contemporáneo dura mucho.

*Fiodor Lukiánov es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa de Rusia.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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