Corea del Norte trata de "salvar la cara" con su retórica agresiva

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Los ejercicios verbales del Gobierno norcoreano prueban una vez más que los recursos del lenguaje son inagotables.

Los ejercicios verbales del Gobierno norcoreano prueban una vez más que los recursos del lenguaje son inagotables.

Siempre se pueden encontrar nuevas palabras para dar a entender que con Pyongyang hay que tener cuidado.

Las más recientes son las declaraciones sobre la anulación del armisticio de 1953, que puso fin a la Guerra de Corea (1950-1953), y de otros tratados con Corea del Sur, así como el corte de la única línea de comunicación entre las dos Coreas, instalada en 1971 en la fronteriza aldea de Panmunjom. Poco antes, Corea del Norte había amenazado a Estados Unidos con "un ataque nuclear preventivo".

Dejemos aparte la cuestión de si Pyongyang posee tecnología suficientemente avanzada como para lanzar un misil con capacidad nuclear a corto plazo. Es posible que disponga de ella dentro de varios años. Lo que sí resulta curioso es que nadie en el mundo toma en serio esta palabrería norcoreana.

En Japón, por ejemplo, recordaron que Pyongyang ya ha desconectado la línea de comunicación en dos ocasiones, aunque ha amenazado con hacerlo muchas veces. Washington no hizo caso a las declaraciones norcoreanas sobre un eventual ataque nuclear dando a entender que EEUU es perfectamente capaz de defender su territorio.

Cualquiera que conozca los detalles de la situación en la península de Corea tiene claro que las palabras se han convertido en un ritual lingüístico, también seguido por los coreanos del Sur, que no quieren quedarse atrás.

Otra cosa son los pasos concretos: la última vez que Pyongyang hizo algo realmente desagradable fue el 23 de noviembre de 2010. Aquel día Corea del Norte disparó obuses de artillería en la isla Yeonpyeong que causaron grandes daños y mataron a cuatro surcoreanos, dos de ellos civiles. Entonces los diplomáticos de muchos países, incluida Rusia, tuvieron que esforzarse para explicar a los norcoreanos que una cosa es hablar y otra, muy distinta, disparar obuses. Desde entonces, Pyongyang se ha limitado a hablar sin que sus amenazas asusten a nadie.

Es evidente que en los momentos complicados la efervescencia retórica llega a su apogeo, como sucede ahora. EEUU y Corea del Sur realizan estos días maniobras militares cerca de las fronteras norcoreanas. Además, Pyongyang está indignado con la nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que establece nuevas sanciones contra el país asiático por su reciente prueba atómica. Todo esto es comprensible.

Lo que no está nada claro es hasta cuándo durará el absurdo intercambio de amenazas y demostración de 'músculos'. Resulta obvio que las sanciones contra Corea del Norte si tienen algún efecto, es el contrario del que se busca. La última resolución de la ONU en este sentido es muy curiosa, especialmente en cuanto a la forma. Por primera vez se trata de un acuerdo entre China y EEUU en la ONU, lo cual permitió evitar cualquier discrepancia al respecto.

El contenido del documento, que fue aprobado unánimemente, es anecdótico. El mismo prevé  un refuerzo de las inspecciones al Norte para impedir su tráfico de productos ilícitos y bienes de lujo, así como restricciones a tres individuos y dos empresas presuntamente implicadas en actividades ilegales. El régimen norcoreano podrá prescindir, sin lugar a dudas, de automóviles deportivos y joyas. En general, la idea de que las sanciones dirigidas contra las élites gobernantes de un país consigan predisponerlas contra sus líderes supremos está condenada al fracaso. No funciona.

En cuanto a China, los diplomáticos de este país, al votar a favor de la resolución, se vieron obligados a explicarse y lo hicieron bien señalando que no importan las sanciones como tales sino que la prioridad ahora es resolver diferencias "a través del diálogo".

En efecto, alguien tiene que poner fin a todo esto. Está claro que el Consejo de Seguridad no puede reaccionar de otra manera ante los ataques verbales de países como Corea del Norte, o Irán, que se niegan a cumplir sus 'mandamientos': crearía un precedente. Tiene que responder aunque sea una contestación formal.

Pero lo más curioso ahora resulta la actitud de EEUU: ¿Cuándo hará lo que todo el mundo espera? ¿Cuándo iniciará las negociaciones con Pyongyang? El nuevo equipo diplomático de Barack Obama está formado y la disposición del presidente estadounidense de renunciar al antiguo estilo de política exterior está declarada, aunque de manera extraoficial.

Es más, ya se ha confirmado que las negociaciones tendrán lugar, algún día. Uno de los pocos obstáculos para iniciarlas es el deseo de “salvar la cara”. A veces parece que los participantes de esta historia se preocupan más de defender sus razones morales que de proteger  la seguridad nacional.

Los norcoreanos no pueden comportarse de otra manera, al menos en cuanto a la retórica. Nadie es capaz de prohibirle al líder del país, Kim Jong-un, expresarse libremente, por lo tanto seguirá diciendo -al igual que otros líderes nacionales- lo que le parezca. La historia de los últimos decenios lo puso de manifiesto.

Muere, por ejemplo, Hugo Chávez: a rey muerto rey puesto: no tardará en aparecer su sucesor político, que atacará Estados Unidos como lo hizo Chávez. Y no será la primera vez que pase.

Pero los líderes surcoreanos y estadounidenses no son Kim Jong-un ni Hugo Chávez. Podrían dejar de responder a Pyongyang con el mismo estilo, dejar de amenazar con ataques, con misiles de alta precisión y nuevas sanciones. En algún momento podrían incluso ceder, por ejemplo, aplazando las maniobras militares para intentar llegar a un acuerdo con Corea del Norte. Un acuerdo que desde hace años está formulado tácitamente: ayuda económica internacional a cambio de renuncia al programa nuclear.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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