La deuda de Irlanda y la de Portugal, la situación en España y en Chipre y otros asuntos pendientes de los países de eurozona centraron una vez más la atención de los diecisiete ministros de Finanzas del grupo euro durante una reunión informal de los días 12 y 13 de abril en Dublín.
Las conclusiones no son alentadoras: las perspectivas económicas de la Europa unida no mejoran. Los ministros tuvieron que conceder una extensión en los plazos de devolución de los préstamos concedidos a Irlanda y Portugal, una medida encaminada a "facilitar el regreso de estos dos países a los mercados de financiación" y, en último término, a culminar sus respectivos programas de ayuda. Pero hablando claro, se trata de evitar que Lisboa y Dublín tuvieran que volver a emitir bonos estatales de deuda, que actualmente no serían otra cosa que bonos basura.
A Chipre no le bastará con los 10.000 millones de euros de rescate que la UE acordó a finales del mes pasado. Resulta que la economía isleña necesita 23.000 millones de euros, pero los 13.000 millones que faltan los deberá recaudar el Estado chipriota con medidas de ahorro y subidas impositivas, ya que los socios europeos no están dispuestos a dar más dinero.
Europa continental no ve a Chipre con buenos ojos, por su condición de paraíso fiscal y por tener tanto dinero ruso en su sistema bancario. Todos los comentarios desde la UE sobre la situación en la isla contienen el siguiente mensaje: no es justo invertir dinero europeo para salvar a los oligarcas rusos. Por otro lado, la UE no se preocupa demasiado por los problemas chipriotas porque su papel dentro de la Unión es tan insignificante que no merece la pena. El hecho de que el país mediterráneo se esté sumiendo a una crisis económica y financiera, y que miles de chipriotas -que no oligarcas rusos- estén perdiendo su trabajo no aflige demasiado a los líderes europeos, que afirman que la culpa es de Chipre.
En cambio Portugal e Irlanda merecieron más benevolencia por parte de los titulares de Finanzas de la UE. Por su "buena conducta" les suavizaron el rescate con una prórroga a sus préstamos.
Tanto Irlanda como Portugal, recordaron los organismos comunitarios, se encuentran en "diferentes etapas de sus programas", pero ambos "han dado con éxito pasos para regresar a los mercados" de deuda en busca de fuentes alternativas de financiación.
Pero es prematuro cantar victoria. Otro país da señales de peligro, esta vez se trata de Eslovenia, que podría seguir el camino de Chipre. Por el momento el gobierno del país intenta solucionar las dificultades por sus propios medios, pero la preocupación en la eurozona persiste. Si al final Eslovenia pide ayuda, será el sexto país de los 17 miembros de la zona de euro que necesite se rescatado. Seis países ya representan una tercera parte de la comunidad, y es un número crítico que amenaza el bienestar del resto.
Los pronósticos siguen siendo poco alentadores: Europa continuará en recesión y tendrá más desempleo. Y por más que los ministros europeos hayan alabado el ejemplo de Irlanda, que demostró que los programas anticrisis funcionan, éste no es el camino hacia una auténtica armonización europea.
Los problemas de la Unión Europea no acaban con imponer una férrea disciplina presupuestaria, son mucho más profundos. Muchos expertos están convencidos de que es el fin del modelo económico que durante el último medio siglo se ha consolidado en Europa y en EEUU.
El mundo occidental durante mucho tiempo se estuvo permitiendo una vida "demasiado confortable". Por desgracia, los recursos para conservar este estilo de vida se agotaron, habrá que acostumbrarse a más austeridad. Ya son insostenibles tantos programas sociales, habrá que reducir los gastos de consumo de los hogares.
Los estudios revelan que la productividad desciende en los países europeos, los mercados laborales no tienen flexibilidad necesaria y "las innovaciones se reemplazan por imitaciones". Europa durante mucho tiempo ha dado la espalda a sus propios desajustes estructurales.
Ahora todos hablan de la urgencia de las reformas, tanto en los países más afectados por la crisis como en general en la UE. Lo único que no queda claro es cómo realizar estos ajustes si todos los pasos conducen a un empeoramiento de la situación de los ciudadanos, que son los electores. Esto significa que cualquier político que se atreva con las medidas dolorosas estará condenado al fracaso electoral. Parece que Europa seguirá atrapada más de un año en este círculo vicioso.
Dos factores contribuyen a complicar los problemas macroeconómicos y estructurales de la eurozona. El primero es la gran diferencia entre las economías de los miembros de la UE. Muchos expertos hablan hoy de que sólo los países de economías semejantes formarían una eurozona homogénea y que la zona euro debe limitarse a los países más desarrollados de la UE.
Además, algunos analistas aseguran que Grecia y Chipre se recuperarán mucho más rápido y se sentirán mucho mejor fuera de la zona de euro, ya que los precios bajarán, lo cual animará el turismo. Con una moneda propia y más barata se verían favorecidas las exportaciones y no habrá que acatar las ordenes del Banco Central Europeo.
Pero al mismo tiempo todos se dan cuenta que si un país abandona la moneda comunitaria, será un golpe mortal para la Unión Europea. Y las consecuencias podrías ser tan drásticas que los rescates millonarios de ahora parecerán una "ganga".
Será el fin de la Europa actual. Un fin que nadie quiere, pero hay cosas que son inevitables. La cuestión es intentar aceptarlas y aprender una lección para el futuro.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
