Europa y China se llevan bien gracias a la distancia que las separa

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El primer ministro de China, Li Keqiang, regresó triunfante a su país tras la primera visita oficial a Europa: consiguió que la canciller alemana, Angela Merkel, prometiera al gigante asiático su apoyo en la actual disputa comercial sobre paneles solares entre China y la Unión Europea (UE).

El primer ministro de China, Li Keqiang, regresó triunfante a su país tras la primera visita oficial a Europa: consiguió que la canciller alemana, Angela Merkel, prometiera al gigante asiático su apoyo en la actual disputa comercial sobre paneles solares entre China y la Unión Europea (UE).

Este fue era principal objetivo del alto cargo chino y cumplió con éxito la misión.  Es curioso, pero los europeos y los chinos casi no tienen otros problemas que discutir excepto el precio de los paneles solares y otros productos de la misma índole.

China no deja de ser China

Parece increíble pero es así. Por ejemplo, una reciente publicación en el portal dedicado a China gbtimes.com, agrupa en tres bloques los problemas que complican las relaciones entre China y la UE.

El primero es el relacionado con los mencionados paneles solares. La Comisión Europea acusa a China de “dumping” (venta subvencionada por debajo del precio de coste) en el terreno de la industria solar y planea imponer  un arancel punitivo del 47% a los módulos solares chinos para evitar lo que llamó "el comercio desleal".

El segundo problema son las restricciones a las exportaciones de productos de alta tecnología de Europa a China.  Li Keqiang se ocupa del asunto desde 2008, cuando fue nombrado viceprimer ministro. Está claro que, más que una cuestión meramente económica, es un problema geopolítico y estratégico. Al fin y al cabo, hay tecnologías más sofisticadas que las de los paneles solares. Pese la reticencia de la UE, China sigue promoviendo el diálogo sobre este asunto (también lo hizo Li Keqiang durante su reciente visita a Europa).

Y el tercer problema está vinculado a la posible salida de Gran Bretaña de la UE, que definitivamente convertiría a Alemania en pieza clave dentro de la Unión Europea. Y esto cambia muchas cosas...

Esto es lo que hay, veamos ahora lo que no hay. Para comparar, recordemos el ambiente claramente hostil durante la visita a Alemania del presidente ruso, Vladimir Putin, en abril de este año. La participación del mandatario en la Feria de Hannover, una misión “comercial” que no escondía ningún fin político, quedó empañada por las operaciones contra las ONG en Rusia y la protesta de las activistas del grupo Femen que lucían en sus torsos desnudos inscripciones injuriosas contra el líder ruso.

Como resultado, los medios opositores rusos y algunos alemanes volvieron a presentar la situación, como ya lo habían hecho antes en muchas ocasiones, desde una perspectiva poco favorable para el Kremlin, cuya política fue tachada de “no europea”.

Nada similar ocurrió durante la visita del primer ministro chino. ¿Será que los chinos son más 'europeos' que los rusos? ¿O es que para caer bien en Europa hay que ser lo menos 'europeo' posible?

¿Tal vez los europeos se toman muy en serio las afirmaciones de ciertos círculos de la élite rusa, según los cuales Rusia ha sido, es y será parte de Europa? Y por eso no pueden dejar de protestar, una vez más en los últimos siglos.

En cambio, con China todo está más claro. Nadie teme que el país asiático quiera ingresar en la UE (en Rusia en los años noventa esta propuesta se planteaba muy en serio) o en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. China es China. No tiene nada que ver con Europa.

Las discusiones más acaloradas, las confrontaciones y las guerras suelen estallar entre vecinos. Por cierto, el viaje de Li Keqiang empezó en la India, donde no faltaron discusiones, contenciosos y demás cosas.

Mientras tanto, en Alemania nadie cree que las tradiciones políticas chinas sean muy similares a las alemanas pero tampoco es un tema del enardecido debate público.

Las diferencias dentro de la normalidad

Desde luego, hace una década los europeos no se mostraban tan tolerantes hacia la República Popular China. Pero poco a poco la situación cambió sin que se haya proclamado una nueva política con respecto a China. La ideología dejó paso al comercio.

La UE es el socio comercial más importante de China, mientras que para la UE, China es el segundo después de Estados Unidos. Las exportaciones de bienes chinos al bloque de 27 miembros sumaron 290.000 millones de euros el año pasado, y el comercio en el sentido opuesto llegó a 144.000 millones de euros. Esta es, por cierto, la causa de las disputas comerciales: el desequilibrio comercial a favor de China es demasiado evidente.
Por otro lado, recuerdo siempre cómo en la ciudad china de Chongqing  un funcionario de la administración local me preguntó con sorna: “¿Pero los europeos siguen produciendo algo?” Se refería al traslado de la producción europea a su país. De ahí el desequilibrio.

Por cierto, la promesa de Angela Merkel en cuanto a los paneles solares no significa que el problema esté solucionado. La postura de Alemania en este asunto está más que clara pero los representantes comerciales chinos tendrán que negociar la cuestión con diferentes comisiones europeas y, posiblemente, hacer algunas concesiones.

Pero lo más curioso y digno de admiración es la facilidad con la que Pekín maneja los temas conflictivos de las relaciones chino-europeas y los lleva del plan político al comercial. ¿Cómo lo consigue?

En vísperas de su visita a Alemania, el primer ministro chino publicó en el diario alemán Die Zeit un artículo dedicado a la metodología de la diplomacia china. Prestemos atención a las cifras. China es el tercer inversor más importante en Alemania después de Estados Unidos y Suiza. Pero el comercio bilateral, que asciende a más de 160.000 millones de dólares, es apenas cerca del 4% del comercio exterior total de China, de 3,8 billones de dólares. Saquen sus conclusiones.

Al mismo tiempo Li Keqiang promete que en los próximos cinco años China importará productos por cerca de 10 billones de dólares e invertirá 500.000 millones de dólares en el extranjero. Las conclusiones políticas y diplomáticas también son evidentes.

¿Cómo se deben abordar las diferencias que surgen o que aparecen como un legado del pasado? El jefe del Gobierno chino, que alude aquí a las diferencias políticas, recuerda que en un mundo tan diverso como el de hoy en día, no es sorprendente que los países tengan puntos de vista divergentes. En estos casos, sugiere Li Keqiang, es mejor posponer las diferencias para concentrarse en las coincidencias.

Por ejemplo: tanto China como Alemania están en contra del proteccionismo comercial. Por eso se pudo resolver el problema de los paneles solares.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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