Rusia continúa la investigación del mar

© RIA Novosti . Vitali Ankov / Acceder al contenido multimediaLa ciencia rusa vuelve a hacerse a la mar
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El 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos. Y no cabe la menor duda de que sin la aportación de los científicos rusos la humanidad sabría de los mares y océanos del mundo bastante menos.

El 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos. Y no cabe la menor duda de que sin la aportación de los científicos rusos la humanidad sabría de los mares y océanos del mundo bastante menos.

Sin embargo, en Rusia esta fiesta no interesa a nadie, mientras que en muchos países se celebra en familia. La gente visita museos, acuarios y delfinarios, o simplemente acude a las playas donde compra camisetas y diferentes artículos de promoción. Los fondos recaudados, aunque no sean muy considerables, se destinan a difundir una actitud respetuosa hacia el océano, cuna de la vida en el planeta y un recurso natural vulnerable e irrecuperable.

A nuestros compatriotas el océano les interesa exclusivamente desde el punto de vista del precio de unas vacaciones en las islas Canarias, Seychelles, Maldivas, la República Dominicana o Cuba. Y, dado que este precio es bastante superior al de los balnearios del mar Mediterráneo, el Mar Negro o el Mar Rojo, se impone una actitud indiferente.

Es de lamentar que tan sólo en una generación de la memoria nacional se haya borrado el gran pasado oceanográfico de nuestro país.

Investigando sobre 'Diálogos' de Platón

En 1973, el 'Académico Petrovski', un buque de investigación científica de la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú, obtuvo al efectuar una misión en el Atlántico varias imágenes subacuáticas muy curiosas de la cumbre de la montaña Ampere de la Dorsal Oceánica, una cordillera submarina que se extiende a lo largo de 18.000 kilómetros de Groenlandia a la Antártida.

En las imágenes se distinguía con claridad un muro hecho de colosales bloques de forma correcta y un arco. Todo parecía indicar que eran restos de la civilización de los atlantes descrita por Platón en sus 'Diálogos', un poderoso reino que hace unos 11.000 años sometió a su dominio al mundo helénico, pero más tarde quedó debajo de las aguas del océano.

En 1979, salió con destino a Ampere situada unos 400 km al este de Portugal el buque 'Académico Kurchátov' con un vehículo de inmersión habitado a bordo. No obstante, constantes tempestades les impidieron a los científicos examinar el muro, tarea que se cumpliría con un mayor grado de éxito durante las expediciones de 1982 y 1984.

Los miembros de las expediciones habían visitado con anterioridad Grecia, para realizar un examen pormenorizado de la Acrópolis, Ágora y el Templo de Zeus Olímpico. Los análisis revelaron que el muro submarino no era más que un capricho de la naturaleza: estaba formado por basalto, roca de procedencia volcánica. En el camino de vuelta los líderes de la expedición celebraron en Portugal una rueda de prensa e informaron a los medios de comunicación de que había caído un nuevo mito sobre Atlántida.

Las posibilidades de la URSS dejaron al mundo muy impresionado. ¿Por qué se habría hecho algo tan parecido a un disparate? ¿Con qué objetivo un país que sufría de escasez de víveres dejó en las aguas del Atlántico unas sumas desorbitadas? Pese a que se suele mirar con escepticismo aquella época, no era ningún capricho de los dirigentes soviéticos.

En aquellos momentos, el Reino Unido había desatado en las Islas Malvinas una guerra en toda regla. La URSS, de una forma muy suave, dio a entender al mundo quién era el dueño de los mares y océanos del mundo. La indirecta fue captada por quien tenía que captarla.

Empezando en Papúa Nueva Guinea para acabar en el espacio

Rusia no inició las exploraciones de los mares y océanos del mundo hasta a principios del siglo XIX, más tarde que otras naciones. Pero su debut fue muy exitoso. Los marineros de la Flota del Báltico Fabian Gottlieb von Bellingshausen y Mijaíl Lázarev descubrieron la Antártida, un territorio que los portugueses, españoles, franceses e ingleses no habían podido localizar durante tres siglos.

A lo largo de muchos años se estuvo investigando casi exclusivamente con buques de guerra. El buque científico más famoso del siglo XIX, el 'Challenger', que descubrió en 1875 la fosa de las Marianas, la fosa oceánica más profunda del mundo, era una corbeta a hélice de la Marina británica que se distinguió también en la operación de ocupación del puerto mejicano de Veracruz y en operaciones de castigo contra los nativos de Fiyi. En el mismo período en Rusia operaba la goleta a hélice 'Vitiaz' que en el viaje de circunnavegación entre 1870 y 1874 desembarcó en Papúa Nueva Guinea a Nikolái Miklujo-Maklái. Dos años más tarde el investigador se marcharía a casa en el clíper 'Izumrud'.

Las dramáticas secuelas de la Revolución bolchevique de octubre de 1917 interrumpieron la odisea oceánica del país. La segunda aparición en escena de la flota soviética se produjo en los años sesenta del siglo pasado: cerca de 60 submarinos atómicos se dispersaron discretamente por todo el espacio acuático de los mares y océanos del mundo. En plena guerra fría sólo la URSS y Estados Unidos disponían de un argumento tan potente como sistemas de lanzamiento móviles que portaban misiles balísticos y cuya localización en cada momento concreto era imposible de determinar. Y los buques de guerra eran una convincente demostración de la política pacifista del Estado soviético, y se destinaba a los gobiernos de África, Asia y América Latina, sumergidos en la lucha contra el colonialismo.

Para garantizar la seguridad de los viajes, era necesario estudiar los posibles escenarios de acciones bélicas: las profundidades, el relieve del fondo marino, las corrientes, la turbulencia a diferentes profundidades y la propagación del sonido en el agua.

Además, en los lanzamientos de satélites y más tarde de las naves tripuladas, cerca de un tercio de los aparatos se encontraban fuera de la zona de visibilidad desde el territorio de la URSS, de modo que había que tener en el hemisferio occidental centros de control móviles que permitieran dirigir los procesos del acoplamiento y el desacoplamiento, de la desaceleración en el descenso y segundo arranque en el lanzamiento de las naves interplanetarias desde la órbita de transferencia, etc.

La amplitud de usos en los mares y océanos

Había otro argumento muy importante a favor de la exploración de los mares y océanos por el pueblo soviético. Era evidente que el sistema de los koljós no estaba dando los resultados esperados. El ambicioso proyecto de la explotación agraria de las tierras vírgenes de Kazajstán tampoco pudo solucionar el problema alimenticio que estaba afrontando el país. Sin embargo, en los años de la más intensa escasez de víveres la gente podía comprar sin dificultad el 'pescado argentina', llamado por el lugar de su extracción, el arenque o la mezcla proteica “Océano” preparado con la margarina y las minúsculas gambas de la Antártida, comida habitual de las ballenas de la zona.

A principios de los años sesenta del siglo pasado, estaban ya claras las perspectivas que abrían ante el país las reservas de hidrocarburos situadas bajo el fondo marino y empezó la exploración de un considerable número de yacimientos. De forma paralela se descubrieron los yacimientos de las concreciones de hierro y manganeso, acumulaciones de minerales, de las que a grandes profundidades estaba sembrado el fondo marino y de cortezas de manganeso ricas en cobalto, fáciles de quitar con una draga. Los yacimientos habían de ser evaluados y preservados, mientras se diseñarían los métodos de extracción.

En la región de Magallanes se empezó la extracción de toda una serie de cortezas con alto contenido de platino, wolframio, molibdeno, itrio que superaban con creces las reservas terrestres. En 1987, la URSS fue el primer país en obtener la licencia de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos de la ONU para la explotación del yacimiento de concreciones de hierro y manganeso en el Pacífico. Pero empezó la Perestroika y el hierro submarino se volvió tan inaccesible como la Luna.

El tercer viaje de circunnavegación

Para finales de los años 80 la flota de investigación se componía de casi 400 buques, incluidos los 11 buques que participaban en proyectos espaciales, 4 submarinos con la profundidad de inmersión de unos 200 metros y 2 batiscafos con la profundidad de unos 6 kilómetros, de los cinco existentes en el mundo. A modo de comparación, el número total de los buques de investigación del resto de los países del mundo apenas llega a las 160 unidades.

Los años 70 y 80 fueron, sin lugar a exageración, "el siglo de oro" de la oceanografía soviética. Ningún país podría hacernos en aquel entonces competencia en la exploración de los mares y océanos. El globo estaba atrapado en la red de sensores flotantes que de forma ininterrumpida suministraban datos sobre el intercambio global entre la hidrosfera y la atmósfera, la acumulación de los sedimentos del fondo oceánico y los procesos en la litosfera registrados a gran profundidad. Por primera vez en la Historia de la humanidad se llevó a cabo un experimento de semejante envergadura. Los resultados obtenidos hasta el momento sirven de base para los conocimientos actuales sobre los mares y océanos.

Por ejemplo, las llamadas corrientes circulares que se producen en el océano sólo pudieron ser detectadas mediante la toma de imágenes vía satélite y mediciones realizadas a bordo de varios buques a la vez. Únicamente los oceanógrafos soviéticos disponían del potencial técnico necesario. Dentro de las corrientes circulares se iban formando unas lentes de agua con un diámetro de centenares de kilómetros y con la altura de varias decenas de metros sobre la superficie. Luego explotan formando remolinos.

Este tipo de pulsación se detectaba con gran influencia en el mar de los Sargazos que coincide geográficamente con el tristemente conocido triángulo de las Bermudas. Perfectamente pudo haber causado la desaparición de los barcos en la zona. De la misma forma explotó y luego se sumergió la Atlántida de la presencia soviética en los mares y océanos del mundo. Pero ya no sufrimos de escasez.

Es posible que en algún momento nos acerquemos a nuestro poderío científico de antaño: hemos vuelto a construir buques oceánicos, tanto con armas a bordo como sin ellas y la flota rusa ha vuelto a abandonar el espacio acuático del país.

Será la tercera fase del viaje alrededor del mundo que emprenda Rusia. Si resulta ser por lo menos la mitad de exitoso que los dos anteriores, la gente empezará a celebrar el Día Mundial de los Océanos.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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