Los tres rostros de Shinzo Abe y el fantasma del militarismo nipón

Síguenos en
El partido del actual primer ministro, Shinzo Abe, ganó las elecciones a la cámara alta del Parlamento japonés, celebradas el domingo pasado.

El partido del actual primer ministro, Shinzo Abe, ganó las elecciones a la cámara alta del Parlamento japonés, celebradas el domingo pasado.

Resulta muy interesante constatar que el político no se aprovechó de su victoria para anunciar la reforma de la Constitución ‘pacifista’ de Japón. De hecho, anunció más bien lo contrario: que es necesario un debate más profundo a nivel nacional.

Los líderes japoneses dicen una cosa y, sin embargo, en el extranjero todo el mundo entiende justo lo contrario. Es un fenómeno de cerril incomprensión que ya se pudo ver en los años 30 del siglo pasado y hay que decir que entonces, no produjo nada bueno.

La holgada victoria en la cámara alta del Partido Liberal Democrático (que, después de una larga serie de derrotas, está recuperando sus parcelas de poder, en este caso en coalición con el partido Komeito), le da 135 escaños de un total de 242. Esto ofrece a la coalición de Gobierno la posibilidad de nombrar a los presidentes de todas las comisiones parlamentarias y permite aprobar sin problemas cualquier proyecto de ley. No hay que olvidar que en las pasadas elecciones, que tuvieron lugar en diciembre, el PLD acaparó la mayoría en la cámara baja.

Para el país, la victoria electoral se interpreta como una suerte de carta blanca a Abe para que siga con su política de recuperación económica mediante un programa de estímulos monetarios, en lo que se conoce como ‘Abenomics’.

Para los analistas extranjeros, lo importante es que Abe no ha logrado la mayoría de dos tercios en la cámara alta, lo que le permitiría cambiar la constitución. Sin embargo, no conviene dar por hecho que Abe esté deseando llevar a cabo esta reforma.

Se trata de una reforma muy concreta: la del artículo 96 de la Ley Fundamental que, desde su promulgación en 1947, refrenda la renuncia “voluntaria” para siempre a la guerra como derecho soberano. Desde aquel entonces, el artículo ha sido objeto de múltiples interpretaciones, pero el hecho es que hoy Japón no puede prestar ayuda militar a un aliado.

A pesar de que se trata de una prohibición que tiene mucho que ver con la época de la posguerra, no deja de ser algo excepcional que un país renuncie a un derecho que tiene todo el resto de potencias.

La aritmética postelectoral, sin embargo, es complicada incluso si tenemos en cuenta los partidos, además del PLD, que están a favor de eliminar el artículo 96 o están abiertos a hablar del tema. Una eventual alianza con esos partidos (que no estaría en absoluto garantizada) seguiría sin arrojar la mayoría requerida de dos tercios: se sumarían sólo 143 votos de 242, cuando son necesarios 162.

Al parecer, son muchos los que están convencidos de que la constitución, que fue dictada por el jefe de las fuerzas de ocupación norteamericanas el general Douglas MacArthur, más tarde o más temprano será modificada.

El fantasma del militarismo nipón viene dado por el convencimiento de que, más tarde o más temprano, el país renunciará a esa autolimitación voluntaria de su estatus internacional y se convertirá en un país como otro cualquiera en este aspecto. La cuestión es sólo quién dará el primer paso para iniciar esos cambios. Para Estados Unidos, la constitución de 1947 nunca ha sido un impedimento para hacer de Japón un aliado en sus intentos de frenar a las potencias comunistas (China y la URSS). Pero, ¿qué opinan los propios japoneses?

La opinión más extendida considera a Abe un nacionalista deseoso de alcanzar el renacimiento del Japón de antes. La cuestión es en qué sentido Japón debe volver a ser “como antes”. En realidad, Abe se ha mostrado muy activo exclusivamente en el renacimiento económico, buscando la vuelta del “milagro económico” japonés. En las disquisiciones históricas sobre el papel de Tokio en la Segunda Guerra Mundial han tomado parte muchas otras personas además de Abe y hay que decir que su postura no es, ni de lejos, la más agresiva.

Y, mientras, esas discusiones no han llevado a ninguna parte, sí que han servido para tensar las relaciones de Japón con sus vecinos coreanos y chinos, que fueron víctimas de la ocupación japonesa. Las desavenencias tienen que ver con los manuales de historia de las escuelas y con ciertas islas.

Comparadas con las discusiones con los chinos y los coreanos, en las que rápidamente se afloran las tensiones, las conversaciones ruso-japonesas sobre las islas Kuriles son de lo más calmadas y civilizadas.

“En mi opinión, Abe tiene tres caras. Está el Abe de derechas, el Abe pragmático y el Abe reformador de la economía. De momento, él muestra este tercer rostro y seguramente seguirá haciéndolo también después de las elecciones”. Esta es la valoración que hace del primer ministro japonés Shinichi Kitaoka, rector de la Universidad Internacional de Japón. Y la cita proviene de Renmin Ribao, un diario chino que normalmente sabe bien qué y a quién formular las preguntas. Si los chinos creen que Abe está y estará fundamentalmente centrado en la economía, es cosa que no se puede perder de vista.

Me llega a mi correo electrónico la opinión de Akio Kawato, una persona bastante conocida en los círculos políticos moscovitas, exrepresentante de Japón en Moscú y ahora politólogo y bloguero. En su opinión, las elecciones dan a Japón estabilidad política para tres años (en los seis años anteriores, el Gobierno cambiaba cada año, lo cual paralizaba la política exterior del país). De este modo, el recurso al populismo nacionalista se hace menos necesario.

Japón será así un socio más estable para sus vecinos, dice Kawato. No hay que olvidar que fue Abe el que, siendo primer ministro en 2006, hizo una visita a China para normalizar las relaciones, muy deterioradas después del mandato del todavía más agresivo Koizumi.

Para Kawato, Abe no es en absoluto un revanchista ni un expansionista. Lo único que busca es adaptar la constitución a la realidad de las Fuerzas de Autodefensa de Japón y posibilitar su participación en misiones de paz de la ONU. De hecho, pronto se desprenderá de sus consejeros más agresivos y se ocupará fundamentalmente de la política económica.

Todo esto estaría muy bien si no fuera por dos cosas que no es posible pasar por alto. La primera es que las Fuerzas de Autodefensa de Japón, incluso con el artículo 96 en vigor, son más poderosas que las fuerzas armadas del Reino Unido (aunque, claro está, sin armamento nuclear). La segunda es que, incluso si ahora Abe no tiene necesidad de agitar los sentimientos nacionalistas de otros políticos, esos sentimientos y esos políticos siguen estando ahí.

Quizá, merezca la pena recordar las lecciones de la historia del periodo de entreguerras. En la Primera Guerra Mundial Japón era aliado de Inglaterra y de EEUU, lo que a muchos les sorprende. Y sí, a principios de los años 30, inició acciones militares en la Manchuria china y, todavía antes, colonizó Corea: pero eso es más o menos a lo que se dedicaban también sus aliados (a la conquista de colonias).

Y, luego, siguió un período de crecientes sospechas entre los antiguos aliados. Y cuanto más trataban de explicar las autoridades japonesas que no tenían ninguna intención agresiva ante los intereses y territorios de británicos y estadounidenses en Asia, menos les creían.

Entonces, las corrientes más militaristas en Tokio se hicieron con el poder en los años 1936-1937 y, comprendiendo que la confianza mutua se había quebrado, empezaron a hacer las cosas que habían sospechado sus antiguos aliados.

Iniciaron una nueva guerra en China, se aliaron con Berlín y Roma… Y de todos es conocido cómo acabó la cosa.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала