La retirada de las tropas de Afganistán supone nuevos retos para Rusia

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El viceministro de Defensa ruso Anatoli Antónov, en declaraciones hechas el pasado 14 de agosto, tildó de prematura la decisión de retirar la fuerza militar internacional de Afganistán en 2014.

El viceministro de Defensa ruso Anatoli Antónov, en declaraciones hechas el pasado 14 de agosto, tildó de prematura la decisión de retirar la fuerza militar internacional de Afganistán en 2014.

Según sus palabras, esta decisión “supone importantes retos, también para la seguridad de Rusia. Aunque ya estamos haciendo muchas cosas para reforzar nuestros contingentes en Tayikistán y en Kirguizistán, en previsión de los acontecimientos que podrían tener lugar en 2014”.

“Antes de retirar las tropas habría que garantizar que Afganistán tenga sus propias fuerzas de seguridad capaces de hacer frente a los radicales”, destacó.

Hay que reconocer que los militares rusos son consecuentes en sus valoraciones sobre las amenazas provenientes de Afganistán. Por ejemplo, el jefe de la Dirección de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército ruso, el teniente general Igor Sergún, indica que “a medida de que se produzca la reducción del contingente extranjero habría que esperar un aumento de la influencia del movimiento Talibán”.

El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene una visión algo distinta del asunto. En realidad la postura de la diplomacia rusa acerca de la presencia de EEUU y de la OTAN en Afganistán siempre ha dependido del estado de las relaciones con Washington. En otras palabras, lo que importaba era la coyuntura política y no la situación en la república islámica.

En un principio, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la puesta en marcha de la operación militar 'Libertad duradera' en Afganistán, Rusia, al igual que muchos países, entró en la coalición antiterrorista. Fue una época de grandes ilusiones entre Moscú y Washington. Pero cuanto más se enfriaban las relaciones bilaterales, entre otras cosas, debido a la creciente presencia militar de EEUU en Asia Central (en concreto, Uzbekistán y Kirguizistán) mayor descontento mostraba Rusia por la prolongada guerra en Afganistán.

Además, la postura rusa obedecía al deseo de compartir el criterio de China, por miedo a perderla como aliada geopolítica en el enfrentamiento con Occidente. Pese a que Pekín evitaba hacer declaraciones bruscas, era evidente que veía la presencia de EEUU en Afganistán y en Asia Central como una amenaza a sus intereses en la región.

Todo cambió en 2011, al anunciar el presidente de EEUU, Barack Obama, sus planes de retirar las tropas de Afganistán para 2014. El entonces embajador de Rusia ante la OTAN, Dmitri Rogozin, señaló en una entrevista al diario francés Le Figaro: “No queremos que las fuerzas de la OTAN se vayan, después de haber destruido el hormiguero, y que nos dejen a solas con los chacales. No tardarán en extender su nefasta influencia a Tayikistán o Uzbekistán, y Rusia tendrá que afrontar más problemas”.

La postura del Ministerio de Asuntos Exteriores era bastante más contradictoria. Así es como la expuso la emisora La Voz de Rusia en septiembre de 2012: “La ausencia de un diálogo constructivo entre Rusia y la Alianza (OTAN) sobre el escudo antimisiles en Europa obliga a Moscú a mostrarse más insistente en cuanto a los planes de los países occidentales en Afganistán”. En ambos casos es cuestión de seguridad para Rusia y para la región adyacente, de modo que la preocupación de los diplomáticos rusos es explicable. En opinión del enviado permanente de Rusia ante la ONU, Vitali Churkin, el mantenimiento de las bases militares en el territorio afgano plantea numerosas preguntas.

El viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Alexander Glushkó, en su reunión con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, insistió en la preocupación de Rusia por el formato que tomaría después de 2014 la presencia militar internacional en Afganistán. La preocupación se debía a que, de acuerdo con los datos que obraban en poder de la parte rusa, se estaban creando bases que podrían contar con decenas de miles de efectivos. Todo ello iba más allá del intento de estabilizar la situación en Afganistán.

Moscú exigía que las fuerzas de la OTAN, antes de abandonar Afganistán, “rindieran cuentas ante el Consejo de Seguridad de la ONU” sobre cómo se ha cumplido el mandato recibido en 2001. Tal postura parecía demasiado ambigua, porque no quedaba muy claro si Moscú apoyaba la salida o la permanencia de las tropas estadounidenses, así que numerosos observadores rusos y extranjeros no tardaron en llamar la atención sobre este hecho.

Sin embargo, era evidente que la diplomacia rusa consideraba el problema afgano como una moneda de cambio en las negociaciones sobre problemas más acuciantes, como el despliegue del escudo antimisiles en Europa y los poco fructíferos intentos de conseguir que la OTAN cooperara en los asuntos de Afganistán con la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva.

Dicho sea de paso, hoy Moscú ya no insiste en que la OTAN deba informar al Consejo de Seguridad de la ONU sobre los resultados de la operación militar en Afganistán. De igual forma dejó de pedir al Departamento de Estado de EEUU y al Pentágono las explicaciones sobre las misiones que cumplirían en el territorio afgano las bases militares de EEUU.

Lo que importa hoy es la visión que los militares tienen del futuro de Afganistán después de 2014 y por ello son tan significativas las evaluaciones ofrecidas por el viceministro de Defensa Anatoli Antónov.

Moscú deberá elaborar también una nueva postura respecto al deseo de todos sus aliados en Asia Central de asegurarse por parte de EEUU ayuda militar o de otra índole en el mantenimiento de su seguridad. Está decidido que para mediados de 2014 Washington retire la base militar de Manas del aeropuerto de Biskek, capital de Kirguizistán. Lo confirma la reciente declaración del comandante de la base, el coronel John Millard, quien tuvo que contestar a la pregunta de si la decisión había sido tomada bajo la presión de Moscú. “No estoy al tanto de si esta decisión ha sido impuesta por Moscú. Sé que el presidente Obama prometió en su campaña electoral retirar las tropas. En mi opinión, ésta es la razón verdadera del desmantelamiento de la base”.

Pero el cierre de la base Manas no significa que Kirguizistán renuncie a la cooperación con Washington en la esfera de la seguridad. El 14 de agosto el vicepresidente de Gobierno del país asiático, Tokón Mamýtov, se reunió en Biskek con dos representantes de la Embajada de EEUU y el enviado del Mando Central de EEUU. El funcionario de alto rango agradeció a sus invitados la asistencia en la construcción de ocho puestos de control fronterizo y les solicitó ayuda en la realización de reformas y construcción de cuarteles del Ministerio del Interior. Los emisarios de Washington accedieron a considerar la petición, al recordar que su país ya está edificando 20 instalaciones para las fuerzas del orden público.

Es evidente que próximamente se intensificará la ayuda de EEUU a Tayikistán, dada su posición altamente vulnerable tras la retirada del contingente estadounidense de Afganistán. Moscú no debería sentirse preocupada por esta interacción: Washington, sin lugar a dudas está haciendo una demostración de su “fuerza blanda”, de modo que a Rusia no le queda otra opción que actuar de la misma forma.

Por supuesto, la ayuda en la construcción de los cuarteles apenas podría compararse con la asistencia en la modernización de las Fuerzas Armadas de Kirguizistán y Tayikistán evaluada en 1.000 millones de dólares y en 200 millones de dólares respectivamente, a la que se comprometió Moscú.

Pero de momento no son más que promesas. Y no habría que verlas como una especie de obra benéfica, es el pago de Rusia por su seguridad. Nos parecerá tanto menos significante, cuanto más graves sean las amenazas afganas después de 2014.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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