Obama prepara un ataque contra Siria, pero no tiene muchas ganas

© RIA Novosti . Andrei Stenin / Acceder al contenido multimediaObama prepara un ataque a Siria que no desea
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A lo largo de la semana pasada el mundo estuvo pendiente del posible comienzo de los ataques a Siria.

A lo largo de la semana pasada el mundo estuvo pendiente del posible comienzo de los ataques a Siria.

Mientras que los diplomáticos hacen malabarismos con palabras en el Consejo de Seguridad de la ONU y en sus pasillos y los políticos maniobran entre diferentes grupos de presión, podríamos dedicarnos a aclarar de qué forma podría actuar Washington en las circunstancias actuales. ¿Sería capaz de prevenir el futuro uso de armas químicas en la guerra civil siria?

El régimen de Siria distaba de ser el más débil del mundo árabe. En todo caso, el país se gobernaba con más estabilidad que la Libia de Gadafi. Se diría incluso que supera en ciertos aspectos al régimen iraquí durante su florecimiento con Sadam Husein a finales de los 1980.
Las Fuerzas Armadas del país no se han sometido a una profunda modernización, pero los suministros de armamentos por parte de Rusia, aunque no lo ponen completamente a salvo, lo convierten en un enemigo difícil de superar. Su capacidad de combate está más que comprobada por todo el curso de la guerra civil, en la que la balanza en realidad se inclina cada vez más hacia las fuerzas de Asad.

El sistema de defensa antiaérea de Siria cuenta con algunos modelos que no les pondrán las cosas fáciles a sus enemigos. Entre éstos figura el sistema Pantsir S1E, diseñado básicamente para abatir misiles de crucero y el Buk M12 de medio alcance. Probablemente también el Buk M2E. Sería posible destruir estos sistemas, pero conllevaría gastos y víctimas entre la población civil.

Sin embargo, no parece que ahora sea el momento perfecto para una operación que arrase y acabe en victoria. Incluso si dejamos aparte la debilitada posición de EEUU en el mundo, el deseo de evitar gastos exagerados y el cansancio de la sociedad estadounidense por las guerras en Irak y Afganistán. Los aliados de Washington no logran ponerse de acuerdo, mientras que Catar y Francia asumen una postura implacable. Pero la opinión pública y los medios periodísticos de EEUU, junto con los miembros de la Administración del presidente Obama, todavía están sopesando los pros y los contras.

El tono de las declaraciones de los representantes del Pentágono y algunas publicaciones firmadas por reputados expertos estadounidenses en los últimos seis meses, permite suponer que Washington busca minimizar su participación directa en la operación. Damasco, por supuesto, no podrá oponer una seria resistencia a unos intensos ataques aéreos por parte de la OTAN, pero tampoco representa un blanco fácil. Además, en estos momentos en EEUU no estarían dispuestos a asumir el nivel de bajas aceptado en 1991 y 2003 durante las operaciones en Irak.

De modo que la operación terrestre quedaría descartada, junto con una importante participación de la aviación táctica. Se apostaría más bien por el retorno al estilo de los noventa y a los ataques con misiles alados. Algo parecido a los ataques contra Irak lanzados entre el 16 y el 19 de 1998 conocidos también como la Operación Zorro del Desierto. La crisis que estalló en otoño de 1998 en torno a las inspecciones de la ONU que buscaron en fábricas iraquíes indicios de fabricación de armas de destrucción masiva acabó precisamente con una operación punitiva a distancia.

De los casi 600 municiones usados, 325 eran misiles alados de crucero Tomahawk TLAM-C y 90, AGM-86C CALCM. El objetivo oficial del mando estadounidense era conseguir la “degradación del potencial productivo de Irak” que pudiera aprovecharse para la construcción de armas de destrucción masiva, pero lo que se pretendía realmente era intimidar a Bagdad. Supuso gastos, pero ahorró vidas humanas. Un ataque masivo de verdad con misiles alados le costará al Pentágono mucho dinero. Se diría que es la única forma imaginable para una operación contra Siria, si suponemos que Washington no considera la posibilidad de bloquear el sistema de defensa antiaérea y atacar la infraestructura militar y civil hasta la completa capitulación del Gobierno central, como se hizo en los Balcanes en 1999.

¿Qué es lo que le queda al presidente Obama? Lanzar una operación de trasfondo político presentada a la opinión pública como una abnegada defensa por parte del mundo democrático de la sufrida población siria y una convincente amonestación a quien se lo merece. Otra cosa es que, planteada de esta forma, la operación no cumplirá con ninguno de los fines anunciados: ni acabará con la guerra civil ni minará las posiciones del régimen de Bashar Asad. Como tampoco dará solución al problema del uso de las armas químicas, el pretexto formal del inicio de la operación. Porque el mismo tipo de operación contra Irak en 1998 no solucionó nada.

Todo parece indicar, no obstante, que Washington no se plantea en serio estos objetivos. Parece más bien una maniobra de la Casa Blanca, que no tiene muchas ganas de participar en una guerra pero está siendo fuertemente presionada.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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