Siria: “glamour” occidental o pragmatismo ruso

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La política de Rusia con respecto a Siria es menos glamurosa pero más realista en comparación con la que aplica Occidente.

Una gran brecha separa la política exterior de Rusia y las que aplican países occidentales como Francia, Gran Bretaña o EEUU.

La posición de Rusia respecto a Siria es inamovible, y su firmeza cuenta con el respaldo de países como China, la India, Brasil y Sudáfrica. Es ridículo presentar la posición rusa como defensa  de una dictadura (la siria) por parte de otra dictadura (la rusa), como lo hacen algunos medios occidentales. Nadie se atrevería a afirmar que Brasil, la India y Sudáfrica son dictaduras. No obstante, esos países comparten la postura rusa.

Por paradójico que parezca, EEUU y sus aliados, que amenazan con resolver el problema de la proliferación de armas de destrucción masiva sin consentimiento de la ONU, en realidad impulsan a otros países a tener este armamento.

Veamos qué ocurre con Siria. Los bombardeos que Occidente preveía lanzar contra ese país podrían ser limitados o perseguir el objetivo de destruir el arsenal químico de Siria. Pero los dos guiones anunciados no podrían realizarse simultáneamente. De hecho, la decisión de destruir las armas químicas que tiene el régimen sirio implicaría los bombardeos continuos de todas las instalaciones en las que podrían almacenarse o fabricarse tales armas. Se debería aniquilar también a las unidades dotadas con armas químicas. En vista de esto, una destrucción parcial del arsenal químico en Siria sólo aumentaría el caos en el país, porque esto implicaría también la necesidad de aniquilar a toda la red de los comandantes bajo cuyo control se encuentran las armas químicas, lo cual aumentaría el riesgo de su posible empleo.

En esa situación, Occidente continuaría bombardeando a Siria para destruir más armas químicas. Ahora bien, si los bombardeos tuvieran el fin de castigar al régimen sirio, la ineficacia de los ataques saltaría a la luz, pues el régimen sirio seguiría empleando tales armas.

Por tanto, no tiene sentido amenazar con la fuerza en caso de que se incumpla el acuerdo logrado en Ginebra. Además, en caso de que Occidente decida poner fin a la permanente oposición de Rusia a cualquier medida de fuerza, volvería a plantearse el mismo dilema: los bombardeos de Siria serían simbólicos y por tanto ineficaces o tendrían efecto pero amenazarían desatar el empleo caótico de armas químicas. En realidad, los ataques aéreos pueden conllevar una rápida entrada de tropas en Siria, a pesar de que los Gobiernos de los países occidentales rechacen ahora esa posibilidad.

La operación militar aliada en Siria duraría muchos años, sus resultados serían impredecibles y nadie podría garantizar que el resultado sería una Siria democrática y pluralista.

En cuanto a la posición rusa, lo que quiere proteger Rusia no es al régimen de Asad, sino el régimen de no proliferación, y así lo explicó recientemente el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov,  al intervenir en el Club Internacional de Debates Valdai.

El régimen global de no proliferación (o al menos de proliferación controlada) beneficia a todos. En los últimos 20 años los conocimientos en materia de fabricación de armas nucleares, químicas o de misiles balísticos se han extendido por todo el mundo. No obstante, el número de países que poseen tales armas sigue siendo limitado. Sudáfrica incluso renunció a la posesión de armas nucleares que había desarrollado en secreto. También hay Estados que se pueden calificar como ‘evidentes poseedores’ (Pakistán y la India), o como ‘poseedores discretos’ (Israel y, en menor medida, Siria y Corea del Norte). Irán podría adherirse a este grupo en los próximos años.

Por mucho que se critique a la ONU y a su Consejo de Seguridad, por ahora nadie ha propuesta algo mejor para sustituirla y uno de sus méritos es precisamente el que la proliferación de las armas de destrucción masiva haya sido limitada.

Al mismo tiempo, son evidentes y nefastas las consecuencias del menosprecio de  las recomendaciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

La lógica del unilateralismo, practicado por EEUU desde la crisis iraquí de 2002 y 2003 consiste en  que sólo las grandes potencias pueden definir el orden global, que a su vez determina el nivel de amenaza implícita dirigida contra un grupo de países, que a su vez se ven estimulados en hacerse con armas de destrucción masiva y asegurarse así su puesto en la jerarquía global.

También el mecanismo de imitación desempeña un papel importante. Si un país en una región del mundo se arma, sus vecinos le intentan seguir. Así ocurrió en Oriente Medio, donde las armas nucleares de Israel impulsaron a otros países a desarrollar armamentos similares. A día de hoy se puede criticar a Irán, sobre todo por la falta de transparencia de su programa nuclear que empujó a Arabia Saudí y posiblemente a otras monarquías del Golfo Pérsico a desarrollar también armas nucleares.

En resumen, la posición rusa en la crisis siria puede parecer cínica y brutal,  todo lo contrario de la ‘glamurosa’ postura franco-estadounidense, supuestamente dirigida a defender los derechos humanos. Sin embargo, lo que sostiene Moscú parece más adaptado a la vida real.


LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

*Jacques Sapir es un economista francés especializado en los problemas de Rusia y asuntos financieros y económicos internacionales. Es autor de numerosos libros, incluida ‘La Démondialisation’ (Paris, Le Seuil, 2011).

 

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