Representantes de EEUU, Reino Unido y otros países se reunieron en Ankara con miembros de grupos islamistas sirios, lo que supone para Occidente el primer contacto de este tipo, escribe hoy el diario Kommersant.
Hasta la fecha, las potencias occidentales decían apoyar solo a las milicias laicas que combaten en las filas del Ejército Libre Sirio (ELS). Sin embargo, estos grupos están perdiendo prestigio entre los rebeldes sirios a un ritmo tan vertiginoso que ello obliga a Washington y sus aliados a buscar nuevos interlocutores e intentar negociar con los que no tienen nada de moderados y pretenden crear un Estado islámico en Siria tras la caída de Bashar Asad.
La cita de Ankara se organizó con la mediación de Turquía y Catar, dos países musulmanes que desde el mismo inicio del conflicto sirio han apoyado incondicionalmente a los rebeldes y entre ellos a los grupos más radicales. Los detractores del régimen sirio estaban representados en Ankara por el recién creado Frente Islámico, el cual, según estimaciones de los expertos, agrupa hoy día al menos a la mitad de todos los combatientes del bando opositor.
El programa político de la alianza tiene poco que ver con los valores democráticos o laicos que aseguran apoyar los líderes occidentales. Sus líderes ni siquiera disimulan que el objetivo es una Siria islámica con la Sharia como fuente de derecho. Uno de los participantes occidentales en la reunión reconoció en declaraciones a The Daily Telegraph que entre las filas del Frente Islámico hay “sujetos siniestros”. Al mismo tiempo, aseguró que hay que dialogar incluso con ellos, “aunque sea para averiguar qué es lo que quieren los islamistas de la comunidad internacional”.
Contactando con el Frente Islámico, los diplomáticos occidentales esperan impedir su asociación con grupos aun más radicales, como El Frente Al Nusra o El Estado Islámico de Irak y Levante, que admiten sin tapujos sus vínculos con Al Qaeda. Ante la caída en picado del prestigio del ELS, EEUU y Europa comienzan a ver en los islamistas más moderados como mal menor en comparación con los terroristas internacionales con los que carecería de todo sentido negociar y que constituyen el principal desafío para el futuro de Siria.
