Cómo viajar al pasado sin despegar los pies del presente

© Foto : Cortesía de Anna JníkinaLa psicóloga Anna Jníkina
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La vida vuela. Quedan atrás los tiempos cuando el mundo se presentaba como un lugar feliz, los problemas eran simples y las soluciones, fáciles. Los recuerdos del pasado muchas veces son capaces de sacarnos una sonrisa incluso en situaciones de máximo apuro. Pero, ¿cómo evocarlos de una manera segura para no quedar atrapados en el pasado?

La vida vuela. Quedan atrás los tiempos cuando el mundo se presentaba como un lugar feliz, los problemas eran simples y las soluciones, fáciles. Los recuerdos del pasado muchas veces son capaces de sacarnos una sonrisa incluso en situaciones de máximo apuro. Pero, ¿cómo evocarlos de una manera segura para no quedar atrapados en el pasado?

“La vuelta al pasado a través del pensamiento, la regresión, es uno de los mecanismos de defensa más utilizados y más potentes”, dijo a RIA Novosti la psicóloga Anna Jníkina.  

En una situación de estrés, la persona se retrotrae a un estado de desarrollo previo a la causa de su malestar. La regresión puede producirse a nivel psicológico y físico. 

“Las madres que tienen niños pequeños están familiarizadas con el recurso. Cuando el bebé se enferma, los terapeutas suelen prescribir un “retorno temporal” a la etapa anterior en la lactancia: el pequeño como que vuelve al pasado, recuerda sus juguetes de antes y se deja de rabietas”, explicó Jníkina.

Ventajas de ser un “viajero en el tiempo”

La primera, el soporte y el apoyo que encuentra el “viajero” en su pasado.

“Estamos sobrecargados de responsabilidades, que muchas veces van vinculadas al sentimiento de culpa, tenemos agendas apretadas y absorbemos cantidades desmesuradas de información cada día. Por eso, a veces uno quiere huir de todo y  volver temporalmente a la infancia. Nuestra memoria guarda información sobre ese periodo añorado y con ayuda de la mente nos volcamos en un espacio, donde no solo pedíamos ayuda, protección y comprensión, sino podíamos exigir todo ello”, señaló Jníkina. 

Otras veces evocamos el pasado en busca de nuevas oportunidades en el presente. 

“Cuando uno no está seguro en lo que le espera tras la toma de una u otra decisión, rememora experiencias anteriores que se presentan como muy reales y un ejemplo convincente para volver a aplicarlos en práctica”, dijo Jníkina.

Las fuerzas que en ocasiones nos puede dar el “niño interior”, son otro aspecto positivo de los viajes al pasado. Precisamente la infancia nos recuerda el tiempo, cuando la ayuda nos llegaba de la nada, porque en la niñez, el héroe siempre gana y las historias tienen un final feliz. Asimismo, cuando resucitamos al “niño interior”, dejamos que las cosas sigan su curso natural, las soluciones no se hacen esperar. 

La cordura, el cinturón de seguridad del viajero

Aunque la regresión es un estado natural del hombre. Los adultos que recurren a ese recurso milagroso, a diferencia de los que hacen los niños, enfrentan ciertos riesgos.

El principal inconveniente de la regresión es el peligro de “atrancarse” en ese estado y si alguien padece depresión, la cosa irá aún peor, pues el estado depresivo, al igual que el postraumático, hace que su conciencia se aferre al pasado. 

“A menudo trato a pacientes con regresión y puedo destacar que las personas sensibles son más proclives a utilizar ese recurso. Se trata de individuos que pueden fácilmente perder su relación con la realidad, cuando la sorpresa o el choque son tan grandes que su mente prácticamente se pone en blanco. Los acontecimientos destruyen su percepción del mundo y la mente reacciona con una especie de apagón”, aclaró. 

Al mismo tiempo, los viajes “prudentes” al pasado pueden ser casi una panacea en situaciones de crisis que depara el destino. 

Reglas para travesías seguras

Para navegar al pasado con la mente sin el temor de perder la conexión con la realidad, hay que acatar algunas recomendaciones. 

En primer lugar, pase lo que pase, hay que estar conscientes de lo que está ocurriendo en el presente. No será de más hacerse preguntas como, ¿dónde estoy?, ¿qué oigo?, ¿qué veo? y ¿qué siento? Estos interrogantes ayudarán a “regresar” al presente sin mayores esfuerzos. 

En segundo lugar, no hay que permitir que las emociones como el enfado, la rabia o la vergüenza se apoderen de nuestras reacciones y actuaciones. 

Y finalmente, cabe fijarse objetivos para el futuro. Los proyectos venideros ayudarán a “racionar” los viajes al pasado y mantener los pies en la tierra.

“Las metas son lo que nos mantiene activos, porque la vejez es un estado que llega cuando uno ya no tiene planes para el futuro y solo vive de los recuerdos del ayer”, resumió. 

Por Anush Janbabyan

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