¿Adultos precoces o niños grandes?

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“Entonces decidí no llamarle y va él y me llama para pedir explicaciones por aquella fiesta…”. Esta frase no tendría nada de especial si no saliera de la boca de una cría que no aparentaba más de 11-12 años.

“Entonces decidí no llamarle y va él y me llama para pedir explicaciones por aquella fiesta…”. Esta frase no tendría nada de especial si no saliera de la boca de una cría que no aparentaba más de 11-12 años.

¿Son las ganas de parecer mayor o una alarmante tendencia al crecimiento prematuro entre los niños?

Si es una moda, ¿hasta dónde puede llegar y cómo deben comportarse los adultos ante este reto? ¿Oponerse o dejar que siga su cauce natural? Y, lo que es más importante, ¿dónde y cuándo termina la infancia? Todas estas dudas fueron descifradas para RIA Novosti por la psicóloga infantil María Baúlina.

“Mas que crecimiento prematuro, es la sobreexposición a la información. Una realidad que no vivieron los padres de los niños de hoy. Los menores utilizan muchas palabras sin pensar, como papagayos. Son ganas de presumir de cultura. Pero el significado de ellas lo interpretan a su manera”, cuenta la experta.

Entonces, ¿quiere decir eso que los niños de hoy son más cultos que sus antecesores? Esta superioridad intelectual se reduce básicamente a dos campos: “relaciones sexuales” y “tecnologías de la información”, cree Baúlina.

Pero en ningún momento es una señal de desarrollo precoz. Porque uno se hace mayor cuando adquiere el sentido de responsabilidad y la capacidad de fijar objetivos realistas.

“Muchos niños de hoy conservan el carácter infantil por un tiempo prolongado. En el siglo XIX, en las fábricas de Rusia y Europa trabajaban niños de 8-10 años de edad. Algunos de ellos eran el único sostén de la familia. Creo que eran más adultos que los “niños” que hoy en día, con 30 o 40 años, siguen siendo mantenidos por sus padres”, señala la psicóloga.

Baúlina atribuye a una especie de “moda” las ansias de los niños de aparentar ser mayores.

“Pero hay que comprender los orígenes de este fenómeno que radican en el deseo del niño de ocupar un lugar más alto en la jerarquía infantil”, explica.

Y es que los que se oponen a madurar antes del tiempo “ocupan una posición social más baja en esta jerarquía” de los pseudoadultos.

La especialista llama a recordar que aquí no hay reglas escritas. “En un grupo pueden ver con malos ojos que un niño de 10 años siga paseando con su madre, mientras que en otro, ese comportamiento no sería nada fuera de lo común”.

Pero, ¿cuándo acaban estos juegos? ¿Dónde termina la infancia?

“Es una pregunta difícil. En el fondo, siempre somos niños. Mientras jurídicamente cada país lo regula a su manera, habitualmente entre 16 y 21 años. Pero en general, suele ocurrir cuando uno empieza a responsabilizarse de los demás. Tal vez, cuando se tienen hijos”, concluye.

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