Los manifestantes del este de Ucrania están tomando la iniciativa en su enfrentamiento con el Gobierno nacional, que empieza a reconocer, aunque de forma indirecta, su incapacidad para controlar la situación en las regiones sacudas por las revueltas, escribe Kommersant.
Ayer, el presidente interino Alexandr Turchínov admitió por primera vez la posibilidad de un referéndum sobre la federalización del país, lo cual, en opinión de expertos consultados por el diario, evidencia los problemas de Kiev para llevar a cabo una operación de fuerza en toda regla.
“Las declaraciones de Turchínov sobre el referéndum tienen que ver con la incapacidad de Kiev para realizar una actuación por la fuerza en toda regla. Sus capacidades se ven limitadas debido al sabotaje total por parte de las fuerzas del orden de las provincias del este”, explicó a Kommersant Ígor Lévchenko, experto militar ucraniano.
Según el analista, al anunciar su disposición para celebrar la consulta popular, el Gobierno central intenta eliminar el principal argumento de sus detractores en el este del país.
Los sociólogos ucranianos indican que el resultado del referéndum, si es que se llega a celebrar, dependerá tanto del formato de la consulta como de las preguntas que plantee.
“Si se hace un referéndum en el conjunto del país, la integridad territorial se impondría sin lugar a dudas. Pero si solo se realiza en las problemáticas regiones orientales, su resultado sería impredecible”, dijo al rotativo Víctor Nebozhenko, director del centro Barómetro Ucraniano.
En la situación actual, el factor del tiempo favorece a los partidarios de la federalización y juega en contra de Kiev que se enfrenta a un creciente cúmulo de problemas de la administración pública, la seguridad y el ámbito socio-económico.
Tanto expertos como candidatos presidenciales opinan que celebrar las presidenciales el 25 mayo es una misión cada vez menos posible, y al mismo tiempo advierten de que aplazarlas podría implicar para Kiev la pérdida total de la iniciativa y la necesidad de actuar según un guion impuesto por Donetsk y Lugansk.
Otro indicio de lo mal que están las cosas para el Gobierno ucraniano es la conversación telefónica de ayer entre Turchínov y Ban Ki-moon, en la que el presidente interino abogó por una operación de paz conjunta con la ONU en el este de Ucrania.
O, en otras palabras, propuso al organismo internacional el papel de árbitro supremo en la disputa con las regiones rebeldes, reconociendo así que ya no tiene el control de la situación.
