El último tango en Delhi

© Foto : Archivo del autorMarc Saint-Upéry
Marc Saint-Upéry - Sputnik Mundo
Síguenos en
Eso es lo que sucedió a mediados de diciembre en Delhi. Vino el abuelito Wen con 300 hombres de negocios chinos, firmó contratos por 16 mil millones de dólares, alabó al Mahatma Gandhi, citó los textos sagrados del hinduismo, hizo comparaciones entre caligrafía china y yoga y declaró que “el dragón y el elefante deberían bailar tango juntos.”

Eso es lo que sucedió a mediados de diciembre en Delhi. Vino el abuelito Wen con 300 hombres de negocios chinos, firmó contratos por 16 mil millones de dólares, alabó al Mahatma Gandhi, citó los textos sagrados del hinduismo, hizo comparaciones entre caligrafía china y yoga y declaró que “el dragón y el elefante deberían bailar tango juntos.”

Encantado con los estudiantes indios que lo llamaron “abuelo”, así como le dicen millones de niños en su propio país, el primer ministro chino Wen Jiabao tomó en seguida un avión para Islamabad, donde habló de cooperación nuclear, asistencia militar e inversiones en infraestructuras.

La inversión directa china en Pakistán es siete veces mayor que los escasos 221 millones de dólares que Beijing invierte en la India. Delhi aspira a más, y tanto India como China quieren también acrecentar el monto ya considerable de su comercio bilateral. Wen Jiabao habló con entusiasmo de un objetivo de 100  mil millones de dólares para 2015. Sin embargo, cuando le preguntaron sobre las disputas territoriales entre los dos gigantes asiáticos, el abuelo sabio se hizo el desentendido y dijo que eso podría tomar generaciones.

Ya en 1959, comentando el tema, un jurista indio explicó a Nehru que “para cualquier país, es difícil hacer concesiones una vez que se ha dicho al público que el territorio en disputa hace parte del espacio nacional.” Peor cuando lo que está en juego no es sólo el orgullo nacional, sino las inseguridades nacionales. Las fronteras controvertidas avecinan regiones conocidas por su identidad problemática y sus afanes de rebeldía: Tíbet y el Xinjiang musulmán para China, Cachemira y el turbulento Noreste tribal para India.

Los chinos siguen obsesionados por las humillaciones que padecieron en manos de los “diablos extranjeros” en el siglo XIX. Parecen subestimar el trauma vivido por los Indios en ocasión del conflicto bélico de 1962. Cuando se rehúsan a enseñar sus mapas fronterizos a los diplomáticos indios y cuestionan el status quo territorial en el Himalaya, avivan recuerdos dolorosos.

La conflagración de 1962 empezó por una verdadera “guerra cartográfica contra India.” En julio de 1958, un periódico de Beijing, China Pictorial, publicó un mapa que delimitaba amplias zonas de la North East Frontier Agency (ahora Arunachal Pradesh) y de Ladakh como territorio chino. La cancillería india protestó, y se inició una correspondencia cada vez más tensa entre Nehru y Zhou Enlai.

Para el primer ministro indio, las fronteras establecidas se justificaban por sus características geográficas naturales, por las tradiciones locales y por varios tratados firmados en el siglo precedente. Para los chinos, dichos tratados eran una imposición colonial. India no podía reivindicar el legado fraudulento del imperialismo británico. Beijing no reconocía las fronteras himalayenses y las había aceptado sólo provisionalmente, como señal de buena voluntad entre dos naciones emergentes del Tercer Mundo.

La fuga del Dalai Lama para India en marzo de 1959 enojó muchísimo a los chinos. Nehru dijo claramente al líder tibetano que India no podía empezar una guerra con China por la libertad de Tíbet y que él no debería dejar las potencias occidentales explotar la suerte de su país en su guerra fría con la Unión Soviética y sus aliados. A Beijing le enfureció el solo hecho que Nehru le haya acordado una audiencia. Los comunistas chinos tenían también problemas para entender el funcionamiento de una democracia parlamentaria. Cada manifestación a favor de Tíbet en las calles de Delhi o de Mumbai era vista como parte de una sinistra conspiración y una grave ofensa contra la dignidad y la soberanía china.

Al intercambio de cartas sucedieron las primeras balas. Cuando empezó la guerra abierta en octubre de 1962, India no pudo resistir la enorme superioridad de su adversario en armas, comunicación, logística y planificación.

El historiador Ramachandra Guha escribe que los indios “tuvieron el sentimiento de ser burlados y traicionados por un vecino sin escrúpulos al que habían tenido la ingenuidad de ofrecer su confianza y su apoyo” en los días del mayor fervor por el no-alineamiento y la solidaridad tercermundista.

En palabras de Nehru, “el motivo básico de la disputa era que estas ‘nuevas naciones’ con liderazgos nacionalistas dinámicos tropezaban en su fronteras por la primera vez en su historia”, sin la zonas de amortiguamiento que las aislaban antes. China y India se están ahora encontrando también en las fronteras invisibles y cambiantes de la globalización económica. ¿Se añadirá una nueva rivalidad a la vieja desconfianza?

En 1960, Zhou Enlai pasó una semana en Delhi, dedicando más de 20 horas a intensas conversaciones con Nehru. Sin ningun resultado. El comunicado conjunto emitido en ocasión de la estadía de Wen Jiabao saludó la apertura de una línea telefónica “caliente” entre ambos gobiernos y prometió consultaciones sistemáticas sobre cuestiones bilaterales, así como un intercambio más frecuente de visitas entre jefes de gobierno y cancilleres.

Muy alentador. Pero se necesitará más que un tango diplomático si estas dos potencias emergentes no quieren recorrer de nuevo la senda fatal que va del alegre “Hindi-Chini Bhai Bhai” (fraternidad entre India y China en hindi) a un amargo “Hindi-Chini Bye-Bye.”

La reforma cubana en el escenario internacional

Ambigüedades del nuevo Gran Juego asiático

Pensiones – lo que quieren los franceses

Promesas traicionadas y luces de esperanza en Cachemira

El espectáculo de la pobreza

Redes criminales emergentes en Latinoamérica

*Marc Saint-Upéry es periodista y analista político francés residente en Ecuador desde 1998. Escribe sobre filosofía política, relaciones internacionales y asuntos de desarrollo para varios medios de información en Francia y América Latina entre ellos, Le Monde Diplomatique y Nueva Sociedad. Es autor de la obra El Sueño de Bolívar: El Desafío de las izquierdas Sudamericanas.


Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала