El resumen del difícil año 2010 para el espacio postsoviético

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El año 2010 fue rico en acontecimientos de gran resonancia en el espacio postsoviético.

El año 2010 fue rico en acontecimientos de gran resonancia en el espacio postsoviético.

En Ucrania se desarrolló una tensa campaña electoral que culminó con la revancha de Víсtor Yanukóvich por su derrota a raíz de la revolución naranja.

En Kirguizistán, tras un golpe de Estado fue derrocado el presidente Kurmanbek Bakíev. Luego se produjo una serie de violentos conflictos étnicos en el sur del país que por poco conllevaran a una crisis a gran escala con participación de los países vecinos, y terminados por la creación de un nuevo gobierno en vísperas ya del Año Nuevo.

En Letonia se celebraron las elecciones parlamentarias en las que el partido pro-ruso tuvo un éxito tan relevante que casi llega a formar parte del gobierno.

Los comicios en Moldavia, destinados a poner fin a la crisis política de un año y medio, no cumplieron su objetivo, fueron esfuerzos vanos, nada más.
En Tayikistán tuvieron lugar enfrentamientos que nos hicieron recordar la guerra civil de hace 15 años.

En Astaná (Kazajstán) se celebró la Cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que no surtió ningún fruto concreto, pero constituyó un triunfo político para el presidente de Kazajstán Nursultán Nazarbáyev. Fue, además, la primera presidencia en la Organización de un país de la ex-Unión Soviética.

En Azerbaiyán las elecciones parlamentarias transcurrieron en un ambiente tranquilo y no entrañaron ninguna sorpresa.

Bielorrusia, al contrario, sorprendió a todo el mundo: la esperada victoria de Alexander Lukashenko fue seguida de la represión sin precedentes contra la oposición.

Son sólo unas líneas generales detrás de las cuales se desarrollan unos procesos dinámicos.

Se nota que el espacio postsoviético y, sobre todo, su parte occidental deja de centrar el interés de la comunidad internacional. El acuerdo de prórroga de la permanencia de la Flota rusa del Mar Negro hasta el 2042, firmado en la ciudad de Jarkóv (Ucrania), que hace un año y medio habría provocado un escándalo internacional, figuró en las noticias un par de días. Y tampoco significa cambios importantes para ninguna de las partes.

Los acontecimientos de Bielorrusia han conmocionado la Unión Europea (UE), pero ésta no quiere emprender nada en contra del “último dictador de Europa”. El enfrentamiento político de Moldavia resultó un poco más interesante para Rusia y la UE, ya que las dos van promoviendo su propia coalición en la región. Pero gane quien gane, el resultado será igual.

El deterioro de las relaciones entre Rusia y Europa, profundizado después de la guerra del Cáucaso, llegó a su fin, debido tanto a la crisis en la UE como a la normalización de las relaciones de Rusia con Polonia y Letonia. EEUU revisó su jerarquía de prioridades, perdiendo el espacio postsoviético su relevancia para la Casa Blanca.

El año 2010 estuvo marcado también por una primera experiencia de interacción constructiva en el espacio postsoviético de los eternos rivales, Moscú y Washington. En el curso de los acontecimientos de Kirguizistán, Rusia y EEUU (los dos disponen de bases militares en este país centroasiático) coordinaban sus acciones con el fin de estabilizar la situación y desde entonces intentan evitar la competencia inoportuna.

Rusia se esfuerza por desarrollar sus propias organizaciones de integración, haciendo frente a ciertas dificultades. Cuando la Comunidad Económica Eurasiática y la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC) eran unos organismos virtuales, unos “clubes de amigos de Rusia”, todo fue fácil. Pero en cuanto surgió la necesidad de aportar para la integración unos recursos materiales, políticos e ideológicos, resultó que los aliados de Rusia no son capaces de hacerlo.

La Unión Aduanera va progresando poco a poco y en el contexto de una lucha permanente con el aliado más cercano, Bielorrusia. La OTSC no pudo dar una respuesta oportuna a los conflictos étnicos de Kirguizistán a raíz de que Uzbekistán, el país más interesado en acabar la limpieza étnica (cuyas víctimas principales fueron uzbecos), no quiso sentar un precedente para la intervención externa (rusa), temiendo que el próximo país intervenido fuera Uzbekistán mismo.

Las cumbres de la Unión Aduanera y de la OTSC, celebradas a finales del año en Moscú, parecen tener resultado positivo, pero la inestabilidad de las relaciones entre Moscú y Minsk todavía entraña muchas sorpresas.

Parece una paradoja, pero el mayor oponente de Rusia en el espacio postsoviético hoy en día es Bielorrusia. Las controversias económicas (aranceles sobre petróleo, precios de gas, acceso a los mercados) acarrearon un serio conflicto político. Alexander Lukashenko apoyó ostensiblemente al depuesto, con el visto bueno de Moscú, presidente kirguís Kurmanbek Bakíev.

De este modo Lukashenko dio a entender que Bielorrusia es la que salvaguarda la paz en el espacio postsoviético, mientras que Rusia apoya a los “rebeldes”. Después, las relaciones de Rusia y Bielorrusia desembocaron en una guerra fría acompañada por insultos personales. A finales del año, las tensiones han bajado, pero la amistad entre los líderes de los dos países es poco probable, y el próximo conflicto no tardaría en estallar.
En general, en 2010 Rusia ha sido más pragmática y menos impulsiva. Al abstenerse de la intervención militar en Kirguizistán, Moscú demostró que tiene una visión realista de sus posibilidades. Rusia logró reforzar sus posiciones en el espacio postsoviético, aprovechando la disminución de la presencia de EEUU y de la UE.

Sin embargo, se nota también la presencia de otras fuerzas regionales. Entre otros actores se trata de Turquía que aspira a controlar el territorio del ex-Imperio Otomano. Otro jugador importante es China, que actualmente evita cualquier politización, limitándose a actividades de carácter económico. Pero la presencia de China con sus enormes recursos influye notablemente en la situación. Precisamente por esta razón el mandatario bielorruso, tras estropear las relaciones con Rusia se dirigió a China para que le apoyara.

El año que viene, en el foco de atención estará, por lo visto, el Asia Central. Washington tiene que determinar la futura estrategia en Afganistán, de la que dependerá toda la política regional. Bielorrusia, probablemente, iniciará unos cambios importantes, sólo así se puede explicar el desafío de Lukashenko. En Ucrania seguirá el proceso de marginalización de la oposición. Las relaciones con Rusia progresarán poco, pero tampoco se esperan nuevos conflictos. Moldavia permanecerá en el estado de crisis política crónica. Moscú seguirá el fomento de sus organismos internacionales y, en primer lugar, de la OTSC, teniendo en cuenta la retirada de las tropas estadounidenses y de la OTAN de Afganistán. La articulación de la Unión Aduanera, por lo visto, será frenada otra vez y Rusia se centrará en el ingreso en la OMC. 

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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

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