Las mujeres toman la palabra: Misantropía como deporte nacional

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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¿Por qué a los rusos nos molesta encontrar compatriotas durante los viajes? Temo que no podamos con eso. A pesar de la educación, del estatus social y del nivel general de “virtud”.

¿Por qué a los rusos nos molesta encontrar compatriotas durante los viajes?

Temo que no podamos con eso. A pesar de la educación, del estatus social y del nivel general de “virtud”.

La semana pasada mis amigos y yo fuimos a Saas Fee, estación de esquí perfectamente tranquila, libre de coches al 100% y sumamente pintoresca, en el corazón de Suiza. En seguida nos enamoramos de paisajes montañosos, pero nos vimos algo afligidos por no ser los únicos rusos en el hotel.

“Russkie”, susurró mi amiga, graduada de la Universidad Estatal de Moscú, poliglota en cinco idiomas y una de las personas más amables que conozco, en cuanto vio a unos compatriotas nuestros bebiendo cerveza en el bar. Me volví y asentí con la cabeza. Parecía como si viéramos una numerosa familia de cucarachas bajo el enorme árbol de Navidad que brillaba en el lobby. Qué vergüenza pero no podíamos con eso.

Fue un hotel alpino no grande estilo chalé y los rusos que estaban allí no eran ruidosos, borrachos ni importunos incluso cuando celebraban la Navidad rusa.

Tampoco colmaban a los camareros con billetes de 500 euros y hablaban un buen inglés al encargar excursiones en la recepción. No eran nada parecidos a los tipos con quienes tantas veces había compartido el hotel de la costa mediterránea en Turquía, esos que suelen comenzar su día con una buena porción de vodka y cerveza, sueltan tacos como marineros en tormenta, se echan a veces a la piscina del hotel y golpean a los huéspedes alemanes el 9 de mayo, Día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, en aquel acogedor paraíso de Suiza sentimos la presencia unos de otros de algún modo y no muy agradable. Ninguna sonrisa, incluso casuales, tampoco “holas”, nada de “Feliz Navidad” ni otras platicas de cortesía que entablarían representantes de otras nacionalidades. En vez de eso miradas furtivas y penetrantes y rumores burlescos a espaldas. “¿Por qué este chico viaja con dos chicas? ¿Será que una es la esposa y la otra es amante? ¿Qué hacen para ganar dinero por ese tipo de viaje? ¿Por qué se visten tan cursi?..” La arrogancia mutua imperaba aunque un poco contenida.

Me interesa, ¿de dónde proviene esta actitud infame? ¿Será una cuestión de clase (los rusos del mismo estrato social disfrutan mucho de encontrarse en lugares especiales “selectos” alrededor del mundo)? Serán complejos de inferioridad profundamente arraigados, una forma del nuevo esnobismo ruso o simplemente malos modales? ¿Será que nuestro deseo de escapar temporalmente de las realidades de la patria es tan fuerte que no queremos ninguna alusión cuando vamos de vacaciones?

¿O será una forma rara de competición que raya en la envidia, subproducto de la era soviética cuando los placeres de consumismo se limitaban con la élite del partido comunista y del capitalismo salvaje que conllevó una desigualdad formidable.

Lo discutí con mis colegas, mayormente viajeros empedernidos, sobre el caso curioso de la misantropía que se convirtió en un deporte nacional. La mayoría confesaron que se elegirían un lugar de descanso en parte según la probabilidad de encontrarse con otros rusos: cuanto menos mejor. En cuanto a mí, a la hora de editar numerosos ensayos de viajes para la revista Marie Claire, yo también con frecuencia hice hincapié en la ausencia de mis compatriotas como mayor ventaja de hotel o balneario. 

“Desafortunadamente, la manera de que todavía se portan cuando viajan al extranjero te hace querer pretender que no perteneces a esa nación”, asintió mi compañera Ekaterina Chumerina, editora. Se declaró que muchas veces ésa fue la particular razón por la que había evitado destinaciones masivas como Turquía o Egipto. “Para muchos de mis compatriotas, las vacaciones prevén borracheras. No quiero identificarme con eso, tampoco quiero arruinar mi viaje”, dijo.

“No somos tan amigables unos con otros en casa y ¿por qué tenemos que serlo en el extranjero?”, dijo Anastassia Gerasimtchuk, editora de fotos y otra viajera ardiente. Agregó que muchas veces pasa por oriunda del Occidente fuera de su país. “Nadie cree que soy rusa, no bebo, no me pongo maquillaje de noche ni tacones para el desayuno y hablo inglés. Así se percibe merecidamente un ruso común en el extranjero.”

Es curioso que a muchos representantes de otras nacionalidades no les importa mezclarse con sus compatriotas en países extranjeros. Los franceses pueden vacilar un instante antes de dirigirse a un balneario inundado de británicos, estadounidenses o rusos, pero con placer se socializarían con otros franceses e incluso compartirían consejos de su favorito Le Guide du Routard (análogo francés de la guía Lonely Planet).

Al encontrar a sus compatriotas en el extranjero los estadounidenses entablarían su charla habitual interrogándose de cuál estado provienen y cuánto han tardado en el vuelo. Y los italianos por poco caen en brazos unos de otros e inmediatamente se ponen a recomendarse buoni posti per mangiare (buenos sitios para comer) en el área.

Pero no es el caso de los rusos, al menos muchos de nosotros.

No obstante, creo en que nuestro comportamiento cambiará. En cuanto nuestra clase media se fomente, más rusos viajaremos al extranjero y tendremos más clara nuestra identidad, nuestra conducta será diferente afuera. Y me refiero no sólo a menos desenfreno y más estilo, sino que también un poco más de amabilidad uno hacia otro.

Me pregunto sólo cuántas generaciones tardará el proceso.

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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