Las mujeres toman la palabra: hecho en la URSS, generación perdida

© Foto : Mikhail Kharlamov/Marie Claire RussiaSvetlana Kolchik
Svetlana Kolchik - Sputnik Mundo
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En la universidad ganaba dinero dando clases particulares del inglés. Mis tres estudiantes eran diez años menor que yo, todos nacieron en 1987, año en que soplaron los vientos nuevos que barrieron los rudimentos más feos del antiguo régimen.

En la universidad ganaba dinero dando clases particulares del inglés. Mis tres estudiantes eran diez años menor que yo, todos nacieron en 1987, año en que soplaron los vientos nuevos que barrieron los rudimentos más feos del antiguo régimen.

Ya en aquel entonces admiraba a esos niños, su reacción rápida y mente abierta a manejar todo tipo de dispositivos (aunque a finales de los 1990 el mundo de los dispositivos se limitaba a mensáfonos, videoconsolas portátiles y computadoras anticuadas). Pero estos chicos siempre me han sido algo ajenos. Era evidente que crecieron en un país diferente al nuestro.

Es curioso, pero al menos la mitad de las personas con las que trabajo hoy en día pertenecen a esta generación “ajena”. Y cuanto más observo cómo se comportan en el trabajo y en las relaciones personales, tanto más me fijo de que crecimos en mundos diferentes.

Ambiciosos, seguros de sí mismos, emprendedores, conocen bien lo que quieren pero saben tomarlo con calma, prácticos, ingeniosos, de mente abierta y libres.  No quiere decir que los de treinta y algo carecen de todas estas cualidades, pero es que esta nueva generación alcanza éxito con menos esfuerzo.

Pregunté a mi colega, de 23 años, editora de moda, Ksenia, muchacha sociable cuyas aptitudes y conocimientos de idiomas siempre me dejan boquiabierta, si recordaba algo de la Unión Soviética. “Sólo la conozco a través de los libros de textos y los relatos de mi madre”, me respondió con sonrisa. Y al preguntarla sobre sus objetivos, se encogió de hombros y me dijo con calma: “Aprovechar cualquier oportunidad en la vida”.

Expertos dicen que cuando las sociedades pasan por importantes cambios cruciales, similares a los que vivió Rusia los últimos 25 años, la brecha entre las generaciones es más amplia. Agregan el ritmo con el cual el mundo se mueve hoy en día, y no es nada raro que una diferencia pequeña de edad se convierta en un abismo.

En realidad, a la hora de comunicarme con personas mayores de 40 años, muchas veces siento que me son totalmente desconocidos también.

“Somos la última generación con valores estables, un enfoque de la vida bien fijo y un fuerte sentido de responsabilidad”, dijo mi amigo Alexey, de 43 años, padre de tres hijos quien lleva 22 años de matrimonio, al agregar que su generación posee fuertes valores familiares que les faltan a los de treintenos. “Todavía tenemos dentro de nosotros el modelo soviético de la familia, y vosotros crecisteis en los locos 1990, en medio de anarquía y caos. Y esto es lo que ocurre dentro de vuestras cabezas también, sois mucho más perdidos”.

En cierto modo es verdad. Parece que muchos coetáneos míos todavía buscan su identidad y su vía, tanto en el trabajo como en las relaciones. Los contrastes de la conservativa educación soviética y la ola imprevista de libertad y boom consumista nos dejó con un enorme dilema: ¿seguir las pautas tradicionales o “nuestro propio camino”?

Mientras tanto, parece que los chicos de veintitantos carecen de problemas similares. Al preguntarla si piensa casarse próximamente, mi colega Ksenia respondió “Busco el amor y tengo fe en el matrimonio también. Es que yo no sé cuándo se ocurra.” Dijo que algunos de sus amigos planean casarse próximamente, otros ya tienen sus propias familias, terceros salen con alguien, mientras que hay unos que ni siquiera piensan planear algo serio antes de que cumplan 30 años. “Ahora hay tantas maneras de vivir la vida, uno tiene sólo que saber eligir la suya”, señaló.

Pero aún más me sorprende la generación que sigue a la de Ksenia: los adolescentes de hoy. Son extraterrestres de planetas mucho más lejanos. Han crecido en un mundo sin fronteras y de información ilimitada que se renueva constantemente. Han aprendido a escribir mensajes antes de hablar. Muchos de ellos han viajado al extranjero desde la infancia. Estos chicos ya saben mucho, incluso demasiado. Hace poco he tenido que explicarle a mi sobrina de 10 años qué quiere decir “metrosexual” después de que oyera esa palabra en su favorito reality show televisivo (claro está que ya lo sabe todo sobre la homosexualidad).

Y qué es lo que van a hacer con este país, donde todavía muchas cosas llevan rastros de aquel lugar tan ajeno: la Unión Soviética.

 

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*Svetlana Kolchik es directora adjunta de la edición rusa de la revista Marie Claire. Se graduó de la Universidad Estatal de Moscú, facultad de Periodismo, y la Universidad de Columbia, Escuela de Estudios Avanzados de Periodismo, colaboró para el diario Argumenti I Fakti en Moscú y el USA Today en Washington, con RussiaProfile.org, ediciones rusas de Vogue, Forbes y otras.

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