Las elecciones presidenciales convocadas en Rusia para el 11 de marzo de 2012 cada día se convierten en el tema muy discutido en el país euroasiático.
En esencia, se discute sobre todo si las ganará el actual jefe de Estado o el actual jefe de gobierno ruso. Sin embargo, la personalidad del futuro ganador carece de importancia para el destino de la política, porque ésta ya está condicionada por circunstancias objetivas.
En los 20 años de la época postsoviética, la política exterior rusa siempre ha consistido en reaccionar a los impulsos desde fuera, con resultado positivo o no.
Por ahora nada hace suponer que aparecerá una estrategia determinada a medio plazo.
Y no es que la élite rusa no sea capaz de elaborarla, es que la planificación estratégica es imposible como tal. Los actores principales tienen que adaptarse a los drásticos e impredecibles cambios, y es erróneo pensar que pueda controlar esa tormenta.
¿Cuáles son las tendencias que dictarán a Rusia su comportamiento en el escenario mundial?
Ante todo, porque la erosión de todos los institutos creados en la época del equilibrio de la guerra fría ha entrado en una fase final. No obstante, no aparecen estructuras ni reglas nuevas, porque la transición en el que se encuentra el sistema mundial hoy está lejos de concluir, y todavía no se sabe adónde vamos.
Por lo consiguiente, es cuestionable reflexionar si tiene sentido a integración en los institutos existentes.
Además, ya queda claro que la capacidad de ser flexible, transigente y de adaptarse fácilmente a las circunstancias se aprecia más que los compromisos permanentes.
La interdependencia cada vez más estrecha demuestra que los problemas globales no pueden resolverse a nivel nacional.
Pero como la conciencia política es todavía incapaz de superar las fronteras, a la hora de contrarrestar los desafíos, en vez de unir esfuerzos, los políticos luchan por proteger la libertad para una maniobra independiente.
Las alianzas estables, en vez de amplificar las posibilidades, pueden limitarlas en el ambiente que va transformándose tan rápido.
En tercer lugar, se nota la tendencia a la emancipación nacional, crece el número de actores de peso. Los países medianos, que antes fueron socios fieles de las potencias más grandes (Turquía, Egipto, Francia), o que se mostraron pasivos (como Brasil), o se encontraron en aislamiento (Irán), se ponen a actuar de manera autónoma y bastante activa, aunque no siempre profesional y alcanzando resultado deseado. El esquema general se pone así más complicado, porque incluye ahora más variables.
En fin, vemos un cambio del vector de todo el sistema. Hasta hace poco, el punto de referencia para la política rusa fueron las relaciones con Occidente, pero a medida de que el mundo se centra en los acontecimientos en Asia, este enfoque pierde todo sentido.
Europa pierde su peso político, mientras que EEUU presta cada vez más atención a Asia del Sur y la región del Pacífico. En estas condiciones, el que Rusia no tenga un lugar firme y concreto en Asia equivale a la renuncia al papel más o menos activo en asuntos internacionales.
Se puede escoger entre dos modelos de comportamiento en el caos actual. Se puede ser prudente y precavido, evitando causar cualquier daño, dar pasos radicales y tomar decisiones irrevocables y esperando hasta que la situación se aclare.
El otro modelo supone tomarse el riesgo para aprovecharse de este caos y ocupar un lugar que en el mundo del futuro próximo sea privilegiado. Pero este modelo requiere mucho entusiasmo que falta en la sociedad rusa, y una base política y económica fuerte, con la cual tampoco contamos.
Así que, por lo visto, el principio de la suficiencia y abstinencia razonables será el lema principal de la política exterior rusa para el siguiente mandato presidencial, a no ser que impulsos inesperados y bruscos desde fuera obliguen dar respuestas igualmente bruscas.
Tarde o temprano, Rusia, que a la luz de los cambios globales se verá en un entorno geopolítico totalmente nuevo, tendrá que tomar serias decisiones sobre su orientación futura. Pero ahora no es el caso para apresurarse.
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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.