Rusia y Europa, amigos por interés

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La dimisión de Silvio Berlusconi despertó gran interés en Rusia, ya que el primer ministro italiano desde hace tiempo y con razón es gran amigo de Vladímir Putin, primer ministro ruso. Por eso, muchos opinan que ahora las relaciones entre Rusia e Italia van a cambiar.

La dimisión de Silvio Berlusconi despertó gran interés en Rusia, ya que el primer ministro italiano desde hace tiempo y con razón es gran amigo de Vladímir Putin, primer ministro ruso. Por eso, muchos opinan que ahora las relaciones entre Rusia e Italia van a cambiar.

El encargado de formar el Ejecutivo en Italia, Mario Monti es opuesto completamente a Berlusconi. Hace unos años ocurrió lo mismo en Alemania. La dimisión de Gerhard Schröder produjo un empeoramiento entre la relación de los dos Estados.

Y es que el carácter de Angela Merkel también es muy distinto al de su antecesor. Hubo además otro cambio similar años atrás. La ida de Jacques Chirac (ex presidente de Francia) quien fue partidario de unas relaciones activas con Rusia, incluidas las personales, fue sustituido por Nicolás Sarkozy (actual presidente de Francia), una persona totalmente distinta. 

Es cierto que la personalidad y el carácter en la política, así como la simpatía personal son muy importantes y puede resultar ventajoso y provechoso a nivel de Estados. Si las relaciones entre dos líderes de dos Estados distintos son buenas, no hay duda de que las cosas funcionarán mejor que si no lo fueran.

Sin embargo, el análisis detallado de las relaciones entre Estados muestra que, en realidad, éstas siempre tienen un interés político sólido. Vamos a fijarnos en los tres países que, según se suele opinar, son la base de la política rusa en Europa: Alemania, Francia e Italia.

Las relaciones ruso-alemanas se fundamentan en un interés profundo y antiguo del sector de los negocios alemanes hacia los mercados en la Europa del Este y, sobre todo, el ruso. Ni las dos guerras mundiales pudieron cambiar esta visión, que existe desde los siglos XVII-XVIII. Es curioso que, el Comité Oriental de la Economía Alemana, creado con el fin de intervenir en Europa del Este, fuera fundado en 1952, tres años antes de establecerse las relaciones diplomáticas oficiales entre la URSS y la RFA (República Federal de Alemania).

Además, la expansión económica hacia el Este fue la única opción que tuvo Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Y el sector de los negocios alemanes apoyado por el gobierno del país aprovechó esta oportunidad con la máxima eficacia. Ya en la década de los años 60 la RFA se convirtió en un socio económico de Rusia y cuando empezaron los suministros del gas natural de Siberia, las relaciones entre los dos países se consolidaron aún más.

Aquello tuvo sus consecuencias políticas. Hasta en plena Guerra Fría, cuando el presidente de EEUU Ronald Reagan proclamó una cruzada contra el Imperio del Mal (la antigua Unión Soviética de Yuri Andrópov), el gobierno de la RFA le seguía convenciendo de la necesidad de mantener la cooperación con la URSS en el sector energético. De hecho, el mapa geopolítico de Europa Occidental hasta hoy día está en gran parte determinado por la configuración de los gasoductos determinados por Leonid Brézhnev (Secretario general del Comité Central del Partido Comunista. Presidió el país desde 1964 hasta su fallecimiento en 1982).  Así que resulta lógico que el principal socio de Rusia ha sido y sigue siendo Alemania bajo todos sus cancilleres: Kohl, Schröder y Merkel. El contenido de estas relaciones varía, pero el interés de las grandes empresas que tradicionalmente influyen en la política alemana, sigue siendo estable. 

Las relaciones con Francia son algo distintas. Los líderes de este país, independientemente de su orientación ideológica, siempre han tenido presente la idea de la grandeza de Francia y su visión de la estructura geopolítica de Europa con París en el centro. Dicha estructura implica necesariamente la participación en los asuntos de la OTAN, pero, dado que  Francia siempre insistía en tener un estatus especial en su asociación con EEUU, procuraba, a modo de compensación, mantener unas relaciones sólidas con Rusia.

Con la llegada al poder de Nicolás Sarkozy, un hombre de criterios afines a los del mundo empresarial,  al componente geopolítico tradicional se ha sumado un elemento comercial. París pretende igualarse con Berlín en este sentido. Un símbolo de las nuevas relaciones es la reciente compra por parte Rusia de portahelicópteros franceses. Para Francia es un contrato de gran interés comercial y a la vez político. 

En cuanto a Italia, al igual que Alemania siempre ha sido un mercado importante de venta del gas natural ruso y ha sido de gran interés el mercado soviético/ruso, independientemente de la composición de su gobierno (que cambia en Italia frecuentemente). Hasta en los últimos años, en el periodo cuando Silvio Berlusconi perdió las elecciones contra Romano Prodi, las relaciones ruso-italianas apenas cambiaron.  Todo ello no quiere decir que la situación sea estática.

El panorama en Europa va cambiando y el sector energético, que representa la base de las relaciones con Rusia, también. Por esta razón, a pesar de todo su peso y contactos, el consorcio gasístico Gazprom tiene de vez en cuando problemas, a veces incluso con los socios más seguros.

Hoy Europa está afrontando grandes cambios. El modelo de integración aplicado con éxito desde los años 50 del siglo XX parece estar agotado y, por lo visto, va a cambiar. Ya percibimos que ciertos países no se fían de la Unión Europea en cuanto a las relaciones internacionales y prefieren construir ellos mismos sus relaciones con los Estados importantes fuera de la UE, incluida Rusia. Así que, independientemente de quién esté en el poder en los países europeos, buscarán unas relaciones estrechas.

Sobre todo, teniendo en cuenta que la crisis europea requiere la búsqueda de nuevos mercados, fuentes de ingresos y apoyo político por si se agravan los conflictos dentro de la UE. 

Es poco probable que Putin encuentre otros amigos como Silvio Berlusconi y Gerhard Schröder. Pero, parafraseando a Lord Parlmerston (primer ministro del Reino Unido a mediados del siglo XIX), no hay amigos permanentes, sólo intereses permanentes. Los intereses de Rusia y de los países europeos están muy entrelazados, así que hasta sin amistades personales estamos condenados a cooperar.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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* Fiodor Lukiánov, es director de la revista “Rusia en la política global”, una prestigiosa publicación rusa que difunde opiniones de expertos sobre la política exterior de Rusia y el desarrollo global. Es autor de comentarios sobre temas internacionales de actualidad y colabora con varios medios noticiosos de Estados Unidos, Europa y China. Es miembro del Consejo de Política Exterior y Defensa y del Consejo Presidencial de Derechos Humanos y Sociedad Civil de Rusia. Lukiánov se graduó en la Universidad Estatal de Moscú.

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